Hospital de Día Infantojuvenil de León
La presión por encajar en modelos de éxitos inalcanzables y su amplificación con las redes sociales genera un impacto cada vez más negativo entre niños y adolescentes de León y es el gran reto de los profesionales que atienden un servicio pionero
Abría sus puertas con el objetivo de convertirse en un centro pionero y referente en dar respuesta a una demanda cada vez más grande enfocada a atender a los jóvenes de la provincia que, si bien necesitan un apoyo y acompañamiento médico, no requieren de ingreso hospitalario. En abril de 2024 nacía el Hospital de Día Infantojuvenil del Complejo Hospitalario de León como una apuesta por mejorar la atención en salud mental de niños y adolescentes desde una perspectiva cercana, integral y que pone al paciente en el centro del tratamiento.
Al frente de un equipo multidisciplinar que aborda las diversas patologías que presentan los jóvenes que acuden al centro -especialmente con cuadros piscóticos, conductas autolíticas o trastornos de la conducta alimentaria- la psiquiatra infantil Virginia Garrido Fernández, que repasa con Leonoticias el funcionamiento de un espacio con visos de crecimiento ante los buenos resultados de este año y medio en marcha.
¿Cómo trabaja el centro?
El hospital de día es un recurso pensado para adolescentes que necesitan una atención más intensiva que la que se ofrece en consulta, pero sin llegar a requerir un ingreso hospitalario que podría alejarlos de su entorno habitual. Les ofrecemos un espacio terapéutico en horario diurno, donde pueden recibir apoyo clínico, emocional, académico y social sin perder el vínculo con su vida cotidiana.
Desde el primer contacto, el equipo realiza una valoración integral y elabora un Plan de Tratamiento Individualizado (PTI), ajustado a las necesidades específicas de cada joven que cuenta con la participación del adolescente y su familia y que se revisa y se ajusta durante el proceso.
Hospital de León
Hay dos modalidades asistenciales. Por un lado, está el Programa Completo, en el que el paciente acude cada mañana y participa en diversas actividades terapéuticas grupales, además de recibir atención individualizada por parte de los distintos profesionales del equipo —psiquiatría, psicología, enfermería, entre otros— según lo que cada caso requiere. Este formato permite un abordaje intensivo y estructurado, ideal para situaciones clínicas complejas que necesitan una intervención sostenida.
Por otro lado, contamos con la Consulta de Alta Intensidad (CAI), pensada para aquellos adolescentes que, sin requerir una presencia diaria, sí necesitan un seguimiento estrecho. En este caso, el paciente y su familia acuden a consultas con una frecuencia que puede ser semanal, quincenal o mensual, en función de la evolución y las necesidades del momento. Esta modalidad permite mantener una intervención especializada sin desconectar al adolescente de su entorno habitual.
¿Con qué personal y medios cuenta?
Contamos con un equipo diverso y especializado, lo que llamamos multidisciplinar con: psiquiatra infantojuvenil, psicóloga clínica, enfermera especialista, terapeuta ocupacional y, durante el curso escolar, una profesora terapéutica. También colaboran una trabajadora social, personal administrativo y mantenemos una coordinación constante con otros servicios. Este modelo nos permite atender no solo los aspectos médicos, sino también los educativos y sociales que influyen en la vida de cada adolescente.
Desde su puesta en marcha, ¿cuántos pacientes han sido atendidos?
La capacidad estructural del recurso está diseñada para atender a unos 15 adolescentes por semestre en cada uno de los dos tipos de programas, lo que nos permite ofrecer una atención personalizada y de calidad. Desde su puesta en marcha, la demanda ha superado con creces las previsiones iniciales, lo que confirma tanto la necesidad de este tipo de dispositivos como el impacto positivo que está teniendo en la red de salud mental infantojuvenil.
¿Cómo llega un paciente al servicio? ¿Cuál es el papel de la atención primaria y los centros educativos como primer escalón para detectar estos problemas en los menores?
Los pacientes acceden al hospital de día principalmente a través de la Unidad de Salud Mental Infantojuvenil (USMIJ), ubicada actualmente en el Centro de Salud de La Palomera. Tras una valoración clínica, se determina si el paciente se beneficiaría de un abordaje más intensivo como el que ofrecemos en este recurso. En algunos casos excepcionales, también recibimos derivaciones desde las Unidades de Hospitalización o desde el Servicio de Urgencias, cuando el psiquiatra de guardia o el responsable del ingreso considera que el hospital de día puede ser el dispositivo más adecuado para continuar el tratamiento.
En esta población, en el caso de niños como de adolescentes, la Atención Primaria y los Centros Educativos desempeñan un papel esencial en la detección precoz de los problemas de salud mental en menores. Son, en muchas ocasiones, el primer punto de contacto, y su capacidad para identificar señales de alerta y activar la red asistencial es clave. Tratamos de mantener una coordinación estrecha con estos dispositivos.
¿Cuáles son los perfiles más habituales que han atendido en este tiempo?
Hemos atendido principalmente a adolescentes que presentan trastornos del estado de ánimo, trastornos de la conducta alimentaria, cuadros psicóticos incipientes y trastornos del neurodesarrollo con una marcada desregulación emocional. Un perfil especialmente frecuente es el de jóvenes que, ante situaciones de frustración o malestar intenso, recurren a conductas autolesivas o presentan riesgo autolítico. En muchos casos, estos adolescentes conviven con múltiples dificultades clínicas y personales, incluyendo comorbilidades psiquiátricas y contextos familiares complejos, lo que hace necesario un abordaje intensivo, multidisciplinar y muy ajustado a cada situación.
«En los últimos años hemos visto un aumento en el número de adolescentes que requieren intervenciones más intensivas que no pueden resolverse en una consulta ambulatoria»
Virginia Garrido
Psiquiatra infantil
Nuestro objetivo es ofrecerles un espacio seguro y terapéutico donde puedan estabilizarse, comprender lo que les ocurre y empezar a construir herramientas para afrontar su día a día con mayor equilibrio y confianza.
La puesta en marcha de este servicio respondía a un aumento en la demanda del mismo. ¿En qué cifras de usuarios nos movemos en comparación con otras etapas anteriores?
Efectivamente, la puesta en marcha del hospital de día responde a una necesidad creciente en el ámbito de la salud mental infantojuvenil. En los últimos años hemos observado un aumento sostenido en el número de adolescentes que requieren intervenciones más intensivas, que no pueden resolverse únicamente desde la consulta ambulatoria.
¿Cuáles pueden ser las causas de este aumento de jóvenes con problemas de salud mental?
Las causas son múltiples y complejas: desde factores sociales como el aislamiento, el uso intensivo de tecnologías y redes sociales, o la inestabilidad familiar, hasta factores individuales como la vulnerabilidad genética o experiencias traumáticas. La pandemia también ha dejado una huella profunda en la salud emocional de muchos jóvenes.
Una causa especialmente frecuente en los adolescentes que atendemos es la presión social por ajustarse a los ideales y expectativas que la sociedad proyecta sobre ellos. La necesidad de encajar, de cumplir con estándares de éxito, imagen o rendimiento, genera en muchos jóvenes una sensación de insuficiencia o frustración que puede afectar seriamente su bienestar emocional. Esta presión, amplificada por las redes sociales y la exposición constante a modelos inalcanzables, contribuye a la aparición de síntomas como ansiedad, tristeza, baja autoestima o conductas de riesgo.
Esta realidad... ¿se puede revertir?
Sí notamos un cambio esperanzador. Cada vez más adolescentes están rompiendo el estigma asociado a la salud mental. Muchos de ellos solicitan ayuda de forma activa, reconociendo que necesitan apoyo y confiando en los profesionales. Esta apertura permite intervenir antes, con mayor eficacia, y construir procesos terapéuticos más colaborativos y sostenibles.
Cuando los pacientes que atienden cumplen la mayoría de edad y salen del programa, ¿cómo es su seguimiento?
La transición de los adolescentes a los servicios de salud mental de adultos es un proceso que aún está en vías de desarrollo. Aunque en algunos casos se intenta coordinar el paso entre dispositivos, lo cierto es que muchos jóvenes perciben un cambio importante al dejar atrás un entorno terapéutico más cercano, donde la presencia familiar y el acompañamiento emocional son parte fundamental del tratamiento. El modelo asistencial en adultos, más centrado en la autonomía del paciente y con dinámicas distintas, puede generar cierta distancia en esta etapa de cambio, y en algunos casos, dificultades para mantener el seguimiento.
«La necesidad de encajar, de cumplir con estándares de éxito, imagen o rendimiento, genera en muchos jóvenes una sensación de insuficiencia o frustración que puede afectar seriamente su bienestar emocional»
Virginia Garrido
Psiquiatra infantil
Por eso, y sabiendo que es una objetivo planteado en nuestro Servicio para un futuro cercano, los psiquiatras de la infancia y adolescencia consideramos prioritario avanzar hacia programas de transición que acompañen este proceso de forma progresiva, respetando las necesidades emocionales y clínicas de los jóvenes. El objetivo es que puedan continuar su atención con seguridad, sintiéndose comprendidos y sostenidos en una etapa que, por sí misma, ya implica muchos desafíos.
¿Qué balance hace en este tiempo al frente del hospital infantojuvenil?
Mi balance, y me atrevo a afirmar que el de todo el equipo, es de valorar este trabajo como muy satisfactorio. A lo largo de estos meses hemos visto cómo muchos adolescentes y sus familias han expresado que se han sentido acompañados y comprendidos en un entorno pensado para ofrecer apoyo, sin juicios y con el objetivo claro de ayudar. Poder generar ese espacio de confianza y seguridad es algo que consideramos esencial en el proceso terapéutico.
Además, intentamos que la atención sea accesible y cercana. Los profesionales estamos disponibles a través de distintos canales —teléfono, correo electrónico o presencialmente— lo que facilita el seguimiento y permite responder con agilidad a las necesidades que puedan surgir en el día a día. Esta disponibilidad contribuye a reforzar el vínculo y a que los adolescentes y sus familias sientan que no están solos en el proceso.
¿Por dónde pasa el futuro de la asistencia a menores con problemas de salud mental?
Por seguir fortaleciendo de forma integral la red de atención. La apertura del hospital de día ha supuesto un avance muy significativo, al ofrecer un recurso intermedio que permite intervenciones intensivas sin necesidad de ingreso, adaptadas a la complejidad clínica de muchos adolescentes. Este tipo de dispositivos complementan la atención ambulatoria y permiten estabilizar situaciones que, de otro modo, podrían requerir hospitalización. Aun así, es necesario continuar desarrollando recursos en todos los niveles —hospitalización, consultas, atención comunitaria— para poder dar respuesta a la diversidad de necesidades que presentan los menores.
«Intervenir en la adolescencia es una inversión en salud individual y colectiva y contribuye a construir una sociedad más resiliente»
Virginia Garrido
Psiquiatra infantil
Desde una perspectiva clínica, intervenir en la adolescencia es fundamental para evitar que los trastornos mentales se agraven o se cronifiquen. La falta de atención especializada en esta etapa puede derivar en complicaciones serias como el consumo de sustancias, conductas autolesivas, abandono escolar o situaciones de desbordamiento familiar. Por eso, apostar por una atención temprana y especializada es una forma eficaz de mejorar el pronóstico clínico y reducir el impacto que estos trastornos pueden tener a largo plazo. Al mismo tiempo, acompañar a los adolescentes en el proceso de comprender y regular sus emociones les proporciona herramientas valiosas para afrontar los retos de la vida adulta con mayor equilibrio psicológico, tolerancia al malestar —que es parte natural de la experiencia humana— y capacidad de adaptación. En definitiva, es una inversión en salud individual y colectiva, que contribuye a construir una sociedad más resiliente y con mayor bienestar.