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León
Lunes, 23 de abril 2018, 18:25
La estampa, a priori, no llama la atención. Un grupo de personas mayores espera a la puerta de un colegio de León. Aguantan estoicamente el frío y cualquiera podría pensar que hacen tiempo antes de la salida de los nietos. Pero la hora no cuadra. No es ni mediodía y el amor de abuelo no justificaría ir a buscar a los críos tan pronto. La razón real es aún mejor.
Por fin se abre la puerta. Guiados por dos trabajadoras de Alzheimer León, los mayores van avanzando por los pasillos del colegio, en los que flota en el ambiente una mezcla de infancia inocente con los primeros brotes de adolescencia. Al primer grupo pertenecen los alumnos de tercero de Primaria, que hoy se encuentran en el pabellón sentados en corros. Esperan. Durante meses han estado enviándose cartas con amigos desconocidos en las que se cuentan sus aventuras, sus aficiones, lo que les preocupa y lo que les emociona. Hoy es el día de conocer a los que estaban al otro lado del sobre. Niños, como ellos. Eso piensan hasta que se abre la puerta.
Por ella aparecen los mayores y caen en la cuenta. Los niños con los que pensaban que se escribían son leoneses pertenecientes a Alzheimer León y todo forma parte del programa 'Tengo algo que contarte', el primer contacto de los alumnos del C.E.I.P Luis Vives con una realidad que pasa los días a escasos cincuenta metros del colegio.
«Esta actividad nos permite que ambos entiendan sus realidades», explicaba Álvaro Pérez, el Jefe de Estudios del centro.
El proceso es progresivo y se hace en cuatro cursos. En tercero comienza todo con este programa, en cuarto visitan las instalaciones de Alzheimer León, en quinto los mayores vuelven a charlar a colegio y en el último curso de Primaria hacen voluntariado en el centro de usuarios de alzheimer del Centro de Huérfanos Ferroviarios. «En sexto, como ya tienen un recorrido, cuentan con unas capacidades que hacen todo mucho más fácil, lo que genera algo muy positivo y potente».
El pabellón es ahora un punto total de encuentro. Con las cartas recibidas, pequeños y mayores se ponen cara, se sientan juntos y empieza una ronda de preguntas previamente establecidas con las que conocerse. «Para los mayores es un estímulo muy grande, rompen con la rutina y les potencia las capacidades, no deja de ser un ejercicio de habilidad en el que se expresan, escuchan y proponen», asegura Nieves Marcos, de Alzheimer León.
No han pasado ni diez minutos y los amigos (ahora de carne y hueso) se entienden a la perfección. La ternura con la que los grandes miran a los pequeños se mezcla con la admiración que transmiten las arrugas. Ahora comienza una amistad que durará durante años y que permitirá que, cuando los de tercero sean mayores, León cuente con adultos con los que merezca la pena compartir una ciudad.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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