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El acusado de matar a su madre: «Las voces me decían que era un clon y estaba secuestrada»
Rubén reconoce «ser incapaz» de saber si asesinó a Salomé, que sufría brotes psicóticos y que la relación entre ambos era complicada
Era hijo único. Sus problemas mentales empezaron con seis años y, actualmente, tiene reconocido un grado de discapacidad del 49%.
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El acusado de matar a su madre en la Nochebuena de 2022 ha prestado declaración, respondiendo exclusivamente a preguntas de su abogada, acompañada por una asistente, ante un posible delito de asesinato.
Rubén ha reconocido la complicada relación que mantenía con su madre Salomé. «Podíamos no vernos en un mes o hacerlo todos los días», y en ocasiones discutían y se gritaban. Aunque no recuerda haber amenazado a su madre, sí tuvo problemas de conducta, «por montar fiestas en casa cuando ella trabajaba» que le llevaron a irse a vivir con su abuela y denunciar a su progenitora por malos tratos, lo que le hizo perder la patria potestad.
Ingreso en un centro de menores
El acusado ingresó en un centro de menores en el que tuvo varias fugas. Muchas de ellas acababan en casa de su propia madre, quien «me había pedido perdón y dicho que quería estar cerca de mí». Todo ello, insistía, en un relación entre ambos «muy fuerte» en las que llegó a haber agresiones «con la escoba y los puños» por parte de la Salomé hacia él.
Sobre los hechos ocurridos en la noche del crimen, el 24 de diciembre de 2022, el acusado recuerda haber discutido con su madre, pero no agredirla. «Ella quería internarme -en un psiquiátrico- y tuve una especi de brote que ya me había jugado alguna mala pasada». Esos brotes a los que hace referencia le suponen «escuchar voces que puedo luchar contra ellas un par de horas; me dicen que agreda, que me drogue, que alguien no es esa persona... Y acabo cediendo. Cuando el brote es fuerte, pierdo el contacto con la realidad». Una situación que le deja «cansado, anímicamente destrozado» y en el que, insiste «vive otra realidad».
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Rubén cree que sufre episodios de esquizofrenia derivados de un trastorno que ya sufría su padre. Empezó a ser atendido por TDH, no socializaba con niños ni se duchaba; a los 14 consumía drogas y alcohol, su madre «me golpeaba y me daba trato vejatorio», afirmó, y sus amigos se alejaron de él, por lo que se empezó a autolesionar «para rellenar con dolor el vacío que sentía». Después llegaron los brotes psicóticos, desde los 16 años, brotes que le dejan «amnesia».
Jurado popular
Su situación, según ha narrado ante el jurado popular, fue a peor en 2022, cuando viajó a vendimiar a Francia y no llevó su medicación. Consumió drogas y vivía «las 24 horas del día» con voces en su cabeza que le decían: «Mi madre no es mi madre, mis amigos no son mis amigos; están secuestrado y eran una especie de clones que les habían sustituido. Yo preguntaba por el original».
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Aquella noche del 24 de diciembre preguntó a Salomé «¿dónde está mi madre?», y ésta le mostró fotos para demostrar que era ella. Le trató «con dulzura, me supo llevar» y se calmó y se fue a su casa a seguir consumiendo droga. Regresó al domicilio materno y empezaron a discutir «acaloradamente», hasta que perdió el contacto con la realidad y sufrió «un brote psicótico que me transportó a otra realidad». En su mente, según reflejó en la sala, aquel episodio exite como «una discusión en la que cogía un mechero de la mesa y me iba. Me desperté al día siguiente en mi casa». Insistiendo en que es «incapaz» de saber si hizo daño a su madre que aparecía muerta con 21 puñaladas y una herida mortal en el cuello.
«Escondía los cuchillos cuando venía a casa»
La prueba testifical ha recogido la declaración de la hermana de la víctima. Camino Torío ha explicado la «buena relación» que mantenía con Salomé, aunque una vivía en Barcelona y la otra en León, mientras que con su madre y su otra hermana eran «enemigas». Ha explicado que madre e hijo mantenían «una relación violenta», en la que la víctima llegó a reconocer que su hijo «la maltrataba», como ocurrió en la Navidad anterior al crimen «que la intentó estrangular». «Le podía más el cariño a su hijo y no denunciaba», explicó por vídeoconferencia. También le quitó las llaves varias veces tras sufrir agresiones: «Tenía miedo. Escondía los cuchillos cuando venía a casa. Sentía pánico», insistió. Ella vivió un episodio «violento» de Rubén con su madre porque estaba jugando a la consola y no quería ir a comer.
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Salomé era una mujer «trabajadora y luchadora», que operaba de albañil, y tuvo una vida «difícil y sola». En el momento de los hechos, estaba reformando su vivienda. Por su parte, Rubén, a partir de la adolescencia, era «un niño apático, egoísta, vago, interesado. No quería estudiar ni trabajar y sí obtener beneficios económicos marginando a mi hermana», expuso la hermana.
Otra testigo, amiga de Salomé, invitó a la víctima a pasar la Nochebuena en su casa. Ese año, en 2022, intentó que fuera y no lo consiguió. «No le apetecía», pero la invitó a comer en Navidad y no apareció. Conocía al hijo, e incluso la pidió permiso para llevarlo a la obra de su casa y tenerlo controlado. Hubo un incidente con «una discusión muy fuerte», delante de los propietarios, a raíz de que Rubén tiró una cosa dentro del maletero con fuerza, la madre le regañó y el hijo respondió: «No fue a más porque estábamos nosotros», y se dirigió a su madre con violencia: «Su manera de intimidar era el lenguaje corporal». Le quitó las llaves para «imponer su autoridad» y el acusado se marchó a otro piso de familares. Aunque nunca lo vio, Salomé le llegó a contar uno de esos episodios violentos: «Sé que la agredió previamente. La tiró en el sofá, la dio puñetazos y la intentó asfixiar. Me enseñó las marcas en las costillas», ha narrado ante el jurado.Y en la bata de casa tenía un spray pimienta «para protegerse de Rubén». A su juicio, el hijo de Salomé era «un gran manipulador» que dominaba la situación con su madre, su abuela y su tía. «Salomé era una mujer muy fuerte que transmitía una soledad tremenda, pero mucha honradez y compraba cariño con caridad humana», recuerda emocionada su amiga. Mientras, le contaba «la ira» que padecía por parte de Rubén: le estropeaba la pared recién pintada, le cortaba su ropa y le echaba lejía a las plantas.
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Una tía de Rubén -no tenía relación con Salomé desde hace mucho tiempo- explicó que madre e hijo «no tenían buena relación» desde pequeños y era la abuela la que se encargaba de él. «De últimas, hubo un episodio violento en el que se quería tirar por la ventana; también hubo alguna agresión hacia mi madre y mi tía». También recuerda que cuando tenía cinco años «le pegó una bofetada que le tiró al suelo», ha manifestado mientras confesaba que la víctima «maltrataba» a su supuesto agresor.
Una prima de la víctima relató «vejaciones e insultos constantes» y, entre otras expresiones, que «le iba a cortar el cuello», a lo que sumó un intento de ahogo en las navidades anteriores. La testigo le advirtió «que podía matarla», pero ella le reprochó que «nunca iba a hacer nada en contra de su hijo». Y define a la víctima como alguien «que siempre estaba para ayudar y no tenía rencor».
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