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Planos del Grupo Escolar, que estaría ubicado en el actual Albéitar, y que sería pionero en España en innovación educativa.
El sueño frustrado del alcalde Castaño

El sueño frustrado del alcalde Castaño

En el ochenta aniversario del fusilamiento de Miguel Castaño, el investigador leonés Javier Fernández-Llamazares desvela que el regidor republicano planeaba crear el Grupo Escolar, una institución pionera en España y Europa para dar cabida a la mejor educación laica

nacho barrio

Domingo, 20 de noviembre 2016, 12:50

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La oscuridad de la madrugada del 20 al 21 de noviembre del 36 fue testigo del último aliento del alcalde Miguel Castaño. Con su fusilamiento, León confirmaba su entrada de cabeza en uno de túneles más negros y vergonzantes de la historia de España. Una contienda donde las razones poco importaban ante el grito de las armas.

Su asesinato, junto al de otros trece condenados (el conocido como Grupo de Emilio Francés, quien fuera gobernador civil), daba al traste con una de las grandes oportunidades que han tenido tanto León como España de subirse al tren del progreso, ese que hacía echar la mano al revólver con solo mentarlo a personajes de distinto signo.

Pero para llegar a esta oscura pesadilla, es obligado recordar quién fue aquel Miguel Castaño que hoy pone nombre a una de las vías de salida de la capital.

El alcalde, elegido de la mano del advenimiento de la II República, fue un «perfecto conocedor de la realidad municipal, dominando cada parte de la vida del Consistorio», como asegura el historiador leonés Javier Fernández-Llamazares. Director del periódico La Democracia desde 1917, donde entró como tipógrafo, Miguel Castaño fue primero concejal (en 1912) para posteriormente recibir el bastón de mando tras las elecciones municipales con las que el país se tiñó de tricolor.

Socialista desde joven, Miguel Castaño fue también diputado en Cortes en la legislatura constituyente y solo dejó de ser alcalde en el bienio que va de 1934 a 1936, donde el Consistorio pasó a manos de una corporación de distinto signo.

Meses antes del comienzo de la Guerra Civil, con el triunfo del Frente Popular, volvió a ser elegido alcalde. En febrero de 1936 Castaño acude a una manifestación ante las puertas de la Cárcel Provincial para exigir la libertad de todos los presos condenados por su participación en la Revolución de octubre del 34, «pues una de las primeras medidas del Frente Popular es procurarles la amnistía. Ésta actuación será uno de los motivos esgrimidos para condenarle a muerte en el juicio sumarísimo al que sería sometido tras el Alzamiento», como defiende Fernández-Llamazares.

Un sueño revolucionario frustrado

Con su caída fulminante a la tierra aquella madrugada de noviembre se perdía en el sueño de los justos una de las ideas que, hasta el momento, permanecía lejos de los focos: El Grupo Escolar Gumersindo de Azcárate.

«Iba a ser un concepto completamente pionero en materia educativa nacional y fue el gran sueño de Castaño que nunca se llegó a cumplir» asegura el historiador leonés Javier Fernández-Llamazares. El plan, del que tuvo constancia el presidente Manuel Azaña gracias a comunicaciones con Castaño, no era otro que crear una institución de enseñanza laica y de calidad para 600 alumnos en la que ofrecer el mejor nivel educativo posible.

Para el historiador, el Grupo Escolar «iba a relegar a las instalaciones de la propia Fundación Sierra Pambley a la categoría de 'mera sucursal'». En aquel momento León contaba con «los mejores profesores del país», siendo los Agustinos «los que ofrecían la mejor educación, católica eso sí».

Pero no fue empresa sencilla. Miguel Castaño recibió serias presiones para no llevar a cabo este fin por parte de sectores que veían con miedo que este nuevo modelo de educación gratuita perjudicara al resto de colegios de la capital. «No sentaba muy bien que alumnos de estratos humildes salieran muy bien preparados».

Con planos y dispuesta su construcción, («hubo incluso que permutar unos terrenos», como apunta el historiador), el alzamiento frustró el sueño del Grupo Escolar Gumersindo de Azcárate. En su lugar, y sobre planos y base de lo que ya estaba construido, se edificó la Facultad de Veterinaria en el paseo que todavía hoy tiene el mismo nombre (antes se conocía como Paseo del Calvario) sobre terrenos del industrial Luis González Roldán (conocido popularmente por la 'Casa Roldán' actual en plaza de Santo Domingo), como apunta Fernández-Llamazares.

A pesar del alzamiento, su construcción también tuvo detractores en otros sectores inesperados. Bajo un clima de enorme tensión por parte de todo el espectro social de la ciudad, «muchos obreros derechistas se quejan de que sólo dan trabajo a los obreros que pertenecen a asociaciones políticas pertenecientes al los partidos y sindicatos que componen el llamado Frente Popular». No fueron los únicos y colectivos como la Cámara de la Propiedad leonesa también señalaron fallos en el plan con dureza.

Un sueño que apostaba por una España más formada, en la que el bolsillo no condicionara el acceso al conocimiento. Un sueño ilustrado que echó forzadamente el telón en el comienzo de una de las obras más macabras de la historia nacional.

Razones de un fusilamiento injusto

Tras el triunfo del Alzamiento, Miguel Castaño es inmediatamente destituido y reemplazado en su cargo de alcalde por el médico Enrique González Luaces.

Como recoge el historiador leonés en sus investigaciones, las autoridades policiales y militares «están obsesionadas por detener inmediatamente a los verdaderos hombres de acción peligrosísimos que saben que van a oponer resistencia violenta al golpe, pero muchos de éstos que también lo saben consiguen huir, en particular los socialistas, como Nistal, Coque, Mauriz, Vicente Martín Marassa, Escudero, Rodríguez Calleja, Julio Blanco (éste último comunista) y un larguísimo etcétera», señala el historiador.

No es el caso de Castaño, quien permanece en su domicilio hasta el 17 de agosto en que es detenido. «Otros, como Cadenas o Antonio Fernández quienes ya se habían exiliado en octubre de 1934 deciden quedarse y ni siquiera intentar la huida, asumiendo las más que probables consecuencias.

Para Fernández-Llamazares, a Miguel Castaño se le acusa de tres hechos concretos: «Haber dado la orden de que los serenos y guardias municipales se reuniesen la noche del 18 de julio de 1936 solicitando armas para combatir la sublevación, haber participado en el tumulto que se produjo en febrero de 1936 en las puertas de la Cárcel provincial exigiendo la liberación de los presos, y en particular la del preso Aureliano Hernández, alias El Todo Va Bien, considerado por la policía como, sin duda el anarquista más peligroso y de acción de toda la ciudad y haber exigido armas a la Guardia Civil para armar a los empleados municipales».

Javier Fernández-Llamazares también destaca que, entre los apoyos recibidos por Miguel Castaño se encuentra el del Obispo de León y de otro sector de hombres de orden «en la que piden que haya otra solución, aunque los militares, lejos de conmoverse, imponen multas durísimas» como método coercitivo.

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