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La farmacia Delpech ha ocupado la calle Mignon para aumentar la producción de desinfectante.
París fabrica en plena calle gel desinfectante

París fabrica en plena calle gel desinfectante

Una farmacia elabora a cielo abierto 10.000 litros diarios en el corazón de la capital

Paula Rosas

París

Sábado, 11 de abril 2020, 20:28

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Hace un mes no conocía ni la fórmula. Pero hoy Fabien Bruno y su equipo de casi cien personas fabrican diariamente 10.000 litros de solución desinfectante para manos en pleno corazón de París. Ante la escasez de uno de los productos clave para luchar contra el coronavirus, este farmacéutico decidió responder al llamamiento de la OMS y ahora abastece a hospitales, residencias de ancianos y comercios desde un improvisado laboratorio al aire libre a cinco minutos de la catedral de Notre Dame.

Una barrera de bidones azules cierra la calle Mignon del distrito seis de la capital francesa. A izquierda y a derecha, grandes cubas de plástico almacenan los productos químicos. No son muchos: etanol, peróxido de hidrógeno, glicerol y agua destilada. Tres remolques hacen las veces de centros de envasado. En medio de la tranquilidad que reina estos días en París –por el confinamiento obligatorio– la pequeña calle, de apenas cien metros, bulle de actividad.

Ataviado con un chaleco amarillo por encima de su bata de farmacéutico, Bruno supervisa uno de los últimos pedidos del día, que varios operarios cargan en un camión. «Estos días enviamos cargamentos a toda Francia, no paramos», revela el boticario, segunda generación en el oficio.

La farmacia que regenta, Delpech, abrió en 1873, y está especializada en fórmulas magistrales. Cada día componen más de 1.500 preparaciones para farmacias de todo el país así que, cuando la Organización Mundial de la Salud compartió a principios de marzo una formulación para la desinfección de manos que permitiera paliar la escasez de este producto, Fabien Bruno no se lo pensó dos veces.

«Muchos de nuestros clientes empezaron a pedirnos que fabricáramos la solución hidroalcohólica para ellos porque era imposible conseguirla de los distribuidores habituales», relata Bruno. El gel, junto con las mascarillas, fue uno de los productos que primero desapareció de las estanterías de las farmacias. No fueron pocos los que, además, intentaron aprovechar la situación para encarecer desproporcionadamente los precios, hasta tal punto que el gobierno tuvo que regular por ley el coste de los geles.

Ampliar la producción

Delpech empezó a fabricarlo en su laboratorio, que cuenta con varios locales a pocos metros de la farmacia. Pero pronto empezaron a desbordarse y a ocupar parte de la calle con los bidones. «La Policía pasaba a menudo y nos preguntaron que cómo podían ayudarnos, así que les dijimos que estaría bien si pudiéramos usar toda la calle para así ampliar la producción», recuerda Bruno. Dicho y hecho. Con el permiso del Ayuntamiento de París y de la prefectura de policía, la calle Mignon se cortó al tráfico, se desplazaron los vehículos que había aparcados y se convirtió en un laboratorio al aire libre.

La fórmula se hace allí mismo y el producto, líquido y transparente –no con la consistencia habitual de gel–, se distribuye por todo el país. «Al principio enviábamos casi solo a farmacias, pero luego se fue ampliando a todos los profesionales de salud, hospitales, residencias de ancianos, la Policía o los Bomberos... También empresas que siguen trabajando, como panaderos o carniceros, que lo necesitan porque están en contacto con clientes», detalla.

El dos de marzo comenzaron la producción, y hoy fabrican cada día una sexta parte de todo el gel desinfectante que se producía diariamente en Francia antes de la crisis. «Los 10.000 litros diarios que hacemos son el equivalente a 5.000 personas con un bote en el bolsillo, así que cada diez días abastecemos a un millón de personas», calcula Fabien Bruno. Por el momento, ninguna otra farmacia en el país se ha decidido a fabricar a esta escala, a pesar de que la iniciativa de Delpech ha tenido eco en los medios de comunicación. El farmacéutico confiesa que le habría gustado que otros se apropiaran de la idea, «porque si fuéramos diez haciéndolo a este nivel, podríamos abastecer a todo el país».

Los vecinos ya se han acostumbrado a la nueva vista, una pequeña distracción en el perezoso París que estos días primaverales parece sumido en un sueño. La producción del día está casi lista. Palés llenos de bidones de 20 litros aguardan ser recogidos. En varias carpas blancas instaladas en la calle, los operarios empaquetan y preparan los encargos, que irán en camión o serán enviados por correo hasta su destino final: miles de manos que luchan contra la pandemia.

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