El Arco de Triunfo, una de lugares más visitados de París, completamente desierto a causa de las restricciones impuestas para contener el avance del virus. REUTERS

La Ciudad de la Luz se desenchufa

Los parisinos se dividen entre quienes apoyan el toque de queda nocturno para frenar el virus y los que avisan que sembrará «la desesperanza»

BEATRIZ JUEZ

París

Sábado, 17 de octubre 2020, 00:24

«Es duro tener veinte años en 2020», reconoció el presidente francés, Emmanuel Macron, al imponer un toque de queda sanitario en París y otras ocho ciudades francesas situadas en zona de alerta máxima por el coronavirus para tratar de frenar los contagios. Veinte millones de ciudadanos se verán afectados durante al menos cuatro semanas por esta medida, que entró en vigor la medianoche pasada. De manera excepcional, París, la Ciudad de la Luz, se desenchufó a las nueve de la noche.

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El 64% de los franceses se muestra a favor de imponer este toque de queda en las ciudades con una mayor circulación del virus, mientras que el 35% se opone, según una encuesta de la consultora Odoxa-Dentsu para la cadena de radio FranceInfo. Los estudiantes que paseaban ayer por Saint-Germain-des-Près o tomaban una copa con sus amigos en las terrazas se mostraban divididos sobre la necesidad o no de la medida y su eficacia.

«Teniendo en cuenta que no salgo mucho por la noche, el toque de queda no va a cambiar mucho mi vida», explica Lyes, de 20 años, que estudia una doble licenciatura de Derecho y Ciencias. «Salgo de clase como muy tarde a las ocho de la tarde, así que estaré en casa antes de las nueve», dice este estudiante, dispuesto a respetar las nuevas restricciones.

A escasos metros de este lugar y horas antes de que entrara en vigor el toque de queda, unos amigos tomaban una cerveza y vino blanco en otra terraza del distrito. «No creo que sea una medida muy útil porque esto no va a impedir a la gente quedar y tener una vida social», opina Dimitri, de 19 años. «Quienes quieran salir, van a salir. En vez de hacerlo a las ocho de la tarde y volver a las dos o las tres de la madrugada, llegaremos antes de las nueve de la noche a casa de los amigos y nos marcharemos a las seis de la mañana», asegura este joven.

Sillas y mesas apiladas en el exterior de una cafetería en Lille. REUTERS

Su amigo Idris, también de 19 años, no entiende que el Gobierno haya decretado el toque de queda en París, pero no impida que los parisinos viajen durante las vacaciones escolares, que comenzaron ayer, a sus residencias secundarias. O que tampoco se hayan cerrado las fronteras para tratar de frenar el virus. Reconoce, sin, embargo, que es difícil para el Ejecutivo actuar porque «haga lo que haga, le critican», opina.

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En la mesa de al lado, Thomas, de 23 años, escucha la conversación. Este vecino de París no cree que sea necesario imponer restricciones tan rígidas porque «la mayoría de casos positivos de coronavirus son de personas asintomáticas. Nada justifica esta medida liberticida que no tiene ninguna incidencia sobre el virus», dice Thomas, que ha vivido en Nueva York y se declara admirador del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Lamenta que los parisinos se vean obligados a entrar en el círculo vicioso de «metro-trabajo-dormir» sin poder disfrutar de los momentos de ocio por el toque de queda.

«Dejamos a la gente ir al trabajo, ir en el metro pegados y no hay problema, pero a las nueve de la noche se convierte en peligroso», cuenta este joven, que considera que es contradictorio. «Van a matar la economía y llevar a los franceses a una lógica de desesperanza y depresión», se queja.

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Los comerciantes de Saint-Germain-des-Prés asumen las medidas de contención, aunque les hubiera gustado que las autoridades hubieran mostrado un poco más de flexibilidad en cuanto a los horarios del toque de queda. La ministra de Cultura, Roselyne Bachelot, también trató de interceder para que los teatros y cines pudieran cerrar más tarde en las ciudades afectadas y salvar así al sector, pero el primer ministro, Jean Castex, se negó en rotundo y recordó que «las reglas son las mismas para todos».

Difícil visitar un cine

Pierre, responsable de un cine en el bulevar parisino, deberá cerrar la sala a las 20.30 horas, con el fin de que a los espectadores puedan llegar a casa a las nueve de la noche. Antes del toque de queda cerraban a medianoche. «Para la gente que trabaja será difícil venir al cine», cuenta Pierre, que teme que muchas salas cierren sus puertas definitivamente.

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«Para la gente que trabaja será difícil venir al cine», dice un empresario, que pronostica un cierre masivo de salas

El toque de queda también afecta a los restaurantes, que ya están sometidos a un protocolo sanitario muy estricto. Muchos parisinos ya no se detendrán a tomar una copa o comer algo después de salir de trabajar si quieren llegar a tiempo a casa. «Nos va suponer un duro golpe, pero lo asumimos», explica Camille, responsable de la brasserie-bistrot Le Relais Odéon.

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