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Hollande y Putin se saludan durante un encuentro el pasado mes de febrero.
Nuevos compañeros de viaje en Oriente Medio

Nuevos compañeros de viaje en Oriente Medio

Francia y Rusia tratan de gestar una gran alianza internacional contra el Estado Islámico

ENRIQUE VÁZQUEZ

Sábado, 21 de noviembre 2015, 08:01

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Me dice un amigo francés, y politólogo, que si de Gaulle viviera no pondría la menor pega a la cooperación de Francia con Rusia y eso, a cuento del combate compartido por los dos gobiernos contra un enemigo común, el yihadismo, emprendido desde criterios distintos y con objetivos no necesariamente idénticos.

Es sabido ya, por rápidos y creíbles sondeos, que las opiniones en ambos países apoyan muy holgadamente el recurso a medios militares contra el nuevo islamo-terrorismo, una acción que solo encuentra en las capas más ilustradas y, sobre todo, en los medios especializados, universitarios y políticos, alguna reticencia fundada.

El recuerdo a De Gaulle es del todo válido. En los sesenta, en sus días de ruptura con la OTAN, la nueva Constitución y la creación de la fuerza atómica autónoma, el general viajó a Moscú con la convicción, y sus memorias lo sugieren, de que él, que fue a misa en la capital soviética, pisaba suelo de la Rusia eterna, y de que el marxismo-comunismo era en realidad adjetivo y temporal. Los hechos parecen darle la razón

El eje Putin-Hollande

En este escenario, la alianza franco-rusa o, si prefiere, la acción conjunta franco-ruso-americana, con un Obama que deja hacer y ayuda pero en tono menor y segundo plano, expresa un 'renversement des alliances' inimaginable hace pocos años y hoy entendible desde la lógica militar y que, sin embargo, incluso sin pretenderlo, sirve a necesidades distintas y busca algunos objetivos propios. Una lista sucinta podría dar estos:

1.- Moscú entiende, sobre todo, preservar a su aliado Asad en Siria y contener el yihadismo en la región, aledaña a sus propias repúblicas y regiones islámicas.

2.- París quiere derrotar política y militarmente al terrorismo de inspiración yihadista porque lo tiene en casa, con más de cinco millones de musulmanes y una parte sensible y en aumento de la población hostil al fenómeno y que ve insuficiente la estricta y muy defendida laicidad del Estado. Los cristianos son el 60%.

3. Washington cuyo giro de interés central hacia Asia-Pacífico es un hecho es la única potencia sin viejos tics coloniales en la región, y está fuertemente preocupada por el nuevo equilibrio internacional post-guerra fría, aún de líneas vacilantes, pero también por la libre navegación por el Canal de Suez y el flujo seguro del petróleo. Ni tiene vecinos musulmanes en crisis ni reflejos histórico-coloniales como los de Francia hermana mayor de la Iglesia y responsable, por ejemplo, del hecho institucional maronita (católico) con la partición en su día de Siria y la creación del Líbano.

El protagonismo europeo

El lector se preguntará lógicamente si el factor Al-Qaida, enemigo explícito de los Estados Unidos, no es bastante para explicar el apoyo norteamericano. Lo es, desde luego, pero hay que recordar que desde la tragedia de las Torres Gemelas han pasado casi quince años, Bin Laden fue liquidado y, lo que más relevante y pasa casi inadvertido, Al-Qaida apenas juega un papel en la nueva emergencia terrorista, está desdibujada y solo el Frente al-Nusra, un factor armado en la guerra de facciones diversas contra el régimen de los Asad, pudo ser considerado una franquicia siria de la organización madre.

El jefe del Al-Qaida, Ayman al-Zahawiri, que se sepa, está mudo sobre la tragedia en curso, ni inspira ni bendice los asesinatos masivos en París, está preocupado tal vez tanto como los norteamericanos por la resistencia coriácea de los talibanes afganos, que ni son Al-Qaida ni, desde luego, el Estado Islámico hechos todos que explican una característica de la vigente erupción terrorista: su 'califa', Abu Baqr al-Baghdadí es un iraquí al margen de la organización de Al-Qaida, de la que ya se había separado su sucesor y el genuino padre del invento, Abu Musab al-Zarqaui, un jordano, muerto en Irak en 2006.

La crisis en curso, en resumen, es mucho más europea, si vale decirlo así, tiene explicaciones en la cercanía geográfica de sus mentores, y da el protagonismo a una gran ex-potencia colonial, Francia, que debió retirarse de Argelia en 1962, solo tras la llegada al poder del general De Gaulle, y tras causar unos 300.000 muertos argelinos (la cifra más conservadora de las que se manejan) en su vano intento de derrotar la resistencia nacional

Un Washington discreto

Lo sucintamente narrado explicaría el papel, inusualmente secundario, como de segundo nivel, de Washington, más allá de la conocida hostilidad de la administración Obama a las aventuras militares en ultramar, explicable con los precedentes afgano e iraquí, y el despliegue de soldados que, por lo demás, nadie le ha pedido. Washington, sin embargo, va a ayudar y mucho.

Lo hará en tres registros: a) apoyo diplomático para que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe por unanimidad una resolución ad hoc que legalizará la iniciativa franco-rusa, muy al contrario de lo que ocurrió en Iraq, donde el Consejo rehusó otorgarla lo que no impidió al aventurerismo irresponsable del gobierno Bush-Cheney invadir el país con los resultados y las consecuencias conocidos; b) seguirá bombardeando como hasta ahora y ampliándolos, los objetivos militares del EI y fortaleciendo al ejército iraquí en pro de la recuperación de Ramadi, Faluya y, sobre todo, Mossul, la gran ciudad iraquí en manos de los terroristas; d) proveerá información de inteligencia de valor inapreciable para planificar la campaña aérea y por tierra. James Clapper, jefe de la Inteligencia Nacional, ya llegó a París el lunes y el martes llega a Washington el presidente Hollande, quien irá a renglón seguido a Moscú.

Una alianza coherente

La alianza ruso-franco-americana, por tanto, es coherente y lógica aunque descanse sobre argumentos compartidos (la común lucha contra el terrorismo como tal entendido como una inaceptable manera de hacer política), la solidaridad obligada con el socio francés (ambos miembros de la OTAN) o meramente prácticos,como la nveniencia de contar con el factor militar ruso en la lucha común contra el radicalismo terrorista del ISI.

Se puede añadir que el Reino Unido ayudará también, aunque Cameron entiende obtenerla respecto un apoyo particularmente amplio de su parlamentro y que China cooperará igualmente, aunque sea en tono menor: un ciudadano chino ha muerto a manos del ISI y el gran país administra una región, el Singkiang (o Turkestán chino), donde la efervescencia islamo-separatista es un problema irresuelto

Todo favorece, pues, la aparición de una especie del mundo entero contra el IS salvo, claro está, sus militantes, o simpatizantes, de cuantía desconocida y entre los que, razonablemente, pueden ser contados los espectadores turcos que con pitidos de Alá es grande y silbidos boicotearon el minuto de silencio por las víctimas de París No eran muchos, dicen las crónicas

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