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Bernie Sanders, durante un mitin en Seattle.
En manos de los 'superdelegados'

En manos de los 'superdelegados'

Gobernadores, senadores, congresistas y otras figuras destacadas de la política desempeñan un papel clave en el proceso electoral estadounidense

Óscar Bellot

Martes, 29 de marzo 2016, 12:53

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El sistema electoral estadounidense presume de ser uno de los más democráticos del mundo, si no el que más. La voz del pueblo se deja sentir desde el comienzo de la carrera hacia la Casa Blanca. Los aspirantes han de someterse al veredicto de los ciudadanos para hacerse con la candidatura de su partido. Para ello se prodigan en actos en los que el cortejo se realiza cara a cara y recaudan millones de dólares que luego invierten en convencer a los militantes y simpatizantes de la formación por la que concurren. Lo que digan las urnas va a misa Pero sólo en apariencia. El procedimiento, simple en teoría, no lo es tanto en la práctica, y da pábulo a quienes claman contra su imperfecciones. El último de ellos, Bernie Sanders, quien ha realizado en las últimas horas un desesperado llamamiento a los 'superdelegados' en un intento de reducir la amplia brecha que le separa de Hillary Clinton pese a las victorias logradas la semana pasada en Washington, Hawái y Alaska. "Tenemos el impulso. Muchos de estos 'superdelegados' deberían repensar su postura con respecto a Hillary Clinton", ha declarado el senador por Vermont. "Van a tener que tomar una decisión muy difícil", ha agregado.

Sanders, único miembro del Senado que se atreve a proclamar sus convicciones socialistas, ha puesto en tela de juicio lo que parecía seguro: la 'coronación' de la que fuera jefa de la diplomacia de Estados Unidos como candidata demócrata a la Casa Blanca. Por el momento, los demócratas han celebrado primarias y 'caucus' en 31 estados. La ex secretaria de Estado se ha impuesto en 17 de ellos y el que fuera alcalde de Burlington en los catorce restantes. El saldo de delegados se inclina también del lado de la antigua primera dama: 1.243 frente a los 975 de Sanders. Pero la diferencia se incrementa notablemente si tenemos en cuenta los 'superdelegados' que uno y otra cargan en sus alforjas. Clinton cuenta con el apoyo de 469, mientras que Sanders apenas aglutina 29. El marcador, por tanto, es de 1.712 frente a 1.004. Se precisan 2.383 para ser proclamado en la Convención que el Partido Demócrata celebrará entre el 25 y el 28 de julio en Filadelfia. Poco más de 600 separan, en consecuencia, a Clinton de su sueño de convertirse en la primera mujer nominada en una contienda presidencial. Y Sanders aún lo tiene más difícil merced al sistema proporcional de reparto de delegados vigente en las primarias demócratas que impide, a diferencia de lo que ocurre en numerosos estados en el bando republicano, que el ganador se lleve todos los delegados en el territorio en cuestión. A Sanders, por tanto, no lo queda más remedio que obtener el 75% de los delegados que quedan en juego para llegar vivo a Filadelfia.

Pero, ¿quiénes son estos 'superdelegados' y por qué tienen tanto peso? La figura se creó en 1982 con el fin de que el 'establishment' mantuviese un cierto control del proceso. El Partido Demócrata arrastraba aún las heridas provocadas por la dura contienda entre el por entonces presidente Jimmy Carter y el poderoso senador Edward Kennedy. Carter se hizo con la candidatura, pero sufrió un fuerte varapalo electoral a manos del republicano Ronald Reagan. La Convención Demócrata, celebrada en el Madison Square Garden de Nueva York, llegó tras una turbulenta campaña en la que Kennedy luchó hasta el final. Para evitar que nuevas disputas intestinas alterasen el correcto discurrir del evento, se introdujo esta fórmula que favorece al predilecto de las élites. Ese mismo aparato contra el que parece revolverse la ciudadanía en una contienda en la que 'outsiders' como Sanders o Donald Trump han tomado el protagonismo hasta el punto de descabalgar a otrora favoritos como Jeb Bush es el mismo que podría inclinar la balanza en caso de que el veterano senador mantenga su vitalidad en las próximas citas electorales.

El grupo de los elegidos

Dirigentes del Partido Demócrata, gobernadores, senadores y congresistas conforman, junto a otras figuras destacadas, este grupo cuyo objetivo es evitar que aparezca un candidato 'rebelde' al estilo de Trump que pueda empujar a la formación a posiciones extremistas que mermen sus opciones de victoria en la presidenciales de noviembre. Un total de 717 escogidos, alrededor del 7% de quienes podrán votar en la Convención de Filadelfia, que no han de ajustarse a las preferencias de los votantes, sino que se inclinarán por uno u otro candidato con libertad. El sector más amplio lo integra el Comité Nacional Demócrata, con 236 miembros. Hay también 193 representantes, 46 senadores, 20 gobernadores y otras 20 personalidades del partido del burro. Entre ellos, el presidente Barack Obama, quien no se ha decantado públicamente por ninguno de los aspirantes, y el expresidente Bill Clinton, cuyo voto obviamente irá para su mujer.

La presión sobre estos 'superdelegados' es máxima. Los candidatos se dedican a cortejarles durante meses, llegando a reunirse con ellos. Y se incrementa a medida que avanza la campaña, sobre todo en aquellas en las que la disputa es cerrada. El nivel de apremio alcanzó cotas máximas en 2008, cuando Hillary Clinton apuró hasta el final sus opciones de ser candidata pese a que el voto popular se inclinaba en favor de Obama. Este último acabó imponiéndose tanto entre los delegados 'comprometidos' como entre los 'superdelegados', a lo que atrajo gracias al formidable equipo con que contaba y por la presión derivada de sus victorias en las primarias. La esposa de Bill Clinton aprendió la lección y este año se ha hecho con una notable bolsa de estos últimos que pone a Sanders contra las cuerdas.

La situación es muy distinta en las filas republicanas. Pese a que la figura de los 'superdelegados' también existe en el seno del 'Gran Old Party', su peso es menor y están obligados a votar en función de los resultados de las primarias y 'caucus' en sus respectivos estados. Si operasen con libertad, podrían sembrar de minas el campo de Donald Trump, denostado por un aparato temeroso de que dinamite el partido y que ha orquestado una campaña destinada a cercenar sus opciones que, por el momento, no ha dado resultados.

Democrático o no, el sistema de los 'superdlegados' vuelve a ser clave en la carrera hacia la Casa Blanca. Y a Sanders no le queda más remedio que agarrarse a la esperanza de que sus victorias hagan replantearse a muchos un voto que, por ahora, parece inamovible.

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