Opinión
OPINIÓN POR BEATRIZ SAN MILLÁN PÉREZ
La primera impresión es la que cuenta según el efecto halo
Todos hemos oído eso de que la “primera impresión es la que cuenta”. Y todos, también, estamos de acuerdo en que esto se refiere a los prejuicios y, por eso, no debemos hacer caso de semejante expresión. Consideramos que es una equivocación el hecho de juzgar por la primera impresión porque para emitir un juicio certero y justo primero tenemos que conocer toda la información que rodea a la persona.
30/01/2014
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LA NARANJA MECÁNICA

Pero, la verdad, es que en la vida cotidiana sí cuenta y mucho. Tanto que puede llegar a predisponer el posterior desarrollo de los acontecimientos. El sesgo de la primera impresión se llama “efecto halo” y consiste en quedarnos sólo con aquello que nos llama la atención de una persona en el momento que la conocemos. A partir de ese momento atribuimos unas características personales que le suponemos basándonos en eso que nos llamó la atención. Es decir, generalizamos la impresión que nos causa un solo detalle.

La primera vez que alguien habló del efecto halo fue Edward L. Thorndike, un psicólogo estadounidense del siglo pasado que se basó en sus investigaciones en el ejército. En estas investigaciones descubrió cómo cada oficial evaluaba a sus subordinados en bloque; no se fijaban en aspectos específicos sino que los calificaban, en general, en un sentido positivo o negativo.

Es muy difícil escapar de la primera impresión ya que no nos hace falta tener un contacto con otra persona más de diez segundos para formarnos una idea general sobre ella. Y con esa idea vamos a valorar el resto de su actuación. Si alguien nos causa una buena impresión en esos escasos segundos todo lo que sepamos y descubramos sobre ella irán en la dirección positiva y aquello que no nos gusta lo obviaremos. En cambio, si alguien no nos causa buena impresión, interpretaremos todo lo que veamos después según ese concepto negativo que nos formamos.

Por eso, es tan importante causar una buena impresión cada vez que acudimos a lugares desconocidos, a entrevistas de trabajo o a sitios donde nos puedan evaluar y de ello dependa nuestra aceptación posterior (como la familia política) o, incluso, nuestro futuro (un puesto de trabajo).

Pero el causar una buena impresión no significa que tengamos que engañar a nadie ni aparentar ser quienes no somos. En la mayoría de las ocasiones lo que hacemos es intentar sacar lo mejor de nosotros mismos y realzar nuestras mejores cualidades. Así, solemos ir con una actitud positiva, con una sonrisa en la cara evitando pensar en lo nerviosos que estamos y con un aspecto físico arreglado o adecuado a las circunstancias.

La cuestión es que para poder demostrar esos aspectos positivos que tenemos, por lo general, necesitamos más de diez segundos y que nuestro aspecto no prime por encima de nuestra forma de ser. Lo mejor sería intentar ser neutros en la apariencia cuando no queramos que se nos juzgue por el aspecto y nos den la oportunidad de demostrar nuestras virtudes.

La neutralidad o el dar a conocer sólo lo mejor no es un engaño. Sabemos que nadie es perfecto y que todos tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, así que si en una primera impresión vemos muchas cosas que no nos gustan pensaremos que lo que nos queda por descubrir puede ser “para echarse a temblar”. Sin embargo, resaltando los rasgos positivos nos fijaremos en ellos y supondremos que, como todas personas, también tendrá “sus cosillas” pero no que no serán excesivamente importantes. Es decir, que ya estamos preparados para asumir los defectos sin necesidad de verlos.

Como es obvio, antes o después saldrá nuestra auténtica manera de ser con todas sus virtudes pero también con todos sus defectos y entonces será cuando veamos de verdad a la persona que tenemos delante. Además, con el paso del tiempo y el contacto frecuente igual que nos acostumbramos a ver a esas personas también las relacionamos con las emociones que nos producen, desde alegría a asco pasando por la indiferencia, independientemente del tipo de relación y/o la distancia que mantengamos con esa persona.

El hecho de tener en mente esa primera impresión como algo bueno significa que seremos más tolerantes y le daremos menos importancia, a menos que sean auténticas barbaridades. En este caso, nuestra primera impresión podría verse ensombrecida por completo y perder todo el valor.

Beatriz San Millán Pérez

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