Opinión
OPINIÓN POR BEATRIZ SAN MILLÁN PÉREZ
El miedo
El miedo es una emoción básica negativa que consiste en ponernos alerta para salvarnos de cualquier peligro. Como toda emoción su cometido es adaptativo, nos ayuda a la supervivencia, aunque en algunas ocasiones la emoción es tan intensa que nos paraliza y nos impide actuar.
06/06/2013
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LA NARANJA MECÁNICA
Los miedos nos acompañan desde que nacemos. A medida que vamos creciendo superamos determinados temores y se forman otros nuevos más elaborados. Son los miedos evolutivos. Al nacer tenemos, especialmente, miedo a los ruidos fuertes y a perder nuestra base de sustentación. Posteriormente, deja de ser tan importante perder esta base de sustentación porque aprendemos a andar; entonces aparece el miedo a la separación de nuestros padres o a las personas extrañas. Más tarde, aparece el miedo a la oscuridad, a las enfermedades, a los seres sobrenaturales o a la muerte. Pero lo normal es que con los años vayamos sintiéndonos más seguros y capaces de hacer frente a estos temores.

Sin embargo, en algunas ocasiones, no superamos completamente todos estos miedos evolutivos y se quedan en nuestra mente formando una especie de poso. Consciente o inconscientemente evitamos todas aquellas situaciones que nos puedan comprometer en este sentido, pero con el simple hecho de evitarlo ese poso se remueve y afecta a nuestra inseguridad y a nuestra autoestima. Saber que esos miedos siguen ahí merma la confianza en nosotros mismos puesto que nos recuerda que no somos capaces de hacerle frente a ciertos temores que en la mayoría de los casos no suponen un peligro real. 

Este tipo de miedo se llama irracional porque nosotros mismos podemos llegar a la conclusión de que, en realidad, no existe la probabilidad de poner en riesgo nuestra integridad. Por ejemplo, la oscuridad o los seres sobrenaturales. Sabemos que no existen sin embargo, aquellas personas que lo sienten una vez que vuelve ese miedo no son capaces de dejar de pensar en ello y su temor cada vez va en aumento. Otros miedos como son el miedo a volar, a los perros, etc. puede que tengan un componente más real pero la manera de enfrentarnos a ellos hace que se conviertan igualmente en irracionales y es a esto a lo que se llama en psicología fobia. Es muy probable que cuando tenemos alguna fobia y lo razonemos fríamente lleguemos a la conclusión de que ese temor es ridículo porque lo que imaginamos va mucho más allá de lo posible. Creemos firmemente que siempre va a ocurrir una catástrofe y vamos a morir o que un animal es mucho más grande o peligroso y que irremediablemente nos va a hacer daño, etc.

Por otro lado, están los miedos racionales que son los que conllevan un peligro real. Por ejemplo, estar delante de un atracador que nos apunta con una navaja. Pero estos casos ocurren raramente y son totalmente imprevisibles. También podemos tener miedo o temor ante algunas circunstancias de la vida como algunas enfermedades o situaciones desconocidas. La diferencia es que en ese momento tratamos de afrontarlo de la mejor manera que podemos y no salimos corriendo sino que intentamos resolver la situación ya que no es algo que podamos evitar.

Las fobias y los miedos irracionales, en cambio, son muy propensos a la evitación porque no necesitan una resolución para continuar, es decir, no interfieren con nuestra rutina diaria. Taparlo o evitarlo hace que salvemos el momento y nos deshagamos del malestar de inmediato, aunque en realidad estemos alimentando ese miedo y haciéndolo más grande. Y todo ello, a su vez, mermando la confianza en nosotros mismos.

La manera de sobreponernos y superar los miedos irracionales y las fobias es exponernos a ellos. Enfrentándonos a ellos es la forma de saber que somos capaces de resolver situaciones que nos hacen sentir inseguros y nos da herramientas para superar temores similares en el futuro. Nos ayuda a confiar en nosotros mismos, a sentirnos capaces e independientes puesto que no necesitamos que nadie nos “proteja”. Sentiremos ese temor que irá creciendo hasta llegar a un límite en el que veremos que, en realidad, no ocurre nada y, poco a poco, la ansiedad que provoca ese miedo se irá desvaneciendo.

Es preferible estar abiertos a la experiencia y buscar situaciones que nos den miedo y enfrentarnos a ellas para aprender a vivir libres de esos temores que acobardarnos y reducir nuestra vida a escasas actividades en las que nos sentimos seguros. Nuestra vida se enriquecerá mucho más cuantos más retos superemos.

Beatriz San Millán Pérez

http://psicobsm.com/ 

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