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Nadal muerde su trofeo.

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Nadal muerde su trofeo. Reuters
Final

Nadal honra el tenis y levanta su cuarto US Open

El español sufre y solventa una montaña rusa ante Daniil Medvedev para conquistar su cuarto Abierto de los Estados Unidos, su décimo noveno Grand Slam

Enric Gardiner

Madrid

Domingo, 8 de septiembre 2019

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Una tortura. Un infierno. Una encerrona. Una alegría mayúscula. Pocos toboganes, pocas montañas rusas como la final del Abierto de los Estados Unidos que Rafael Nadal y Daniil Medvedev, lucharon durante cuatro horas y 51 minutos. El décimo noveno Grand Slam de Nadal, el cuarto US Open de su carrera, fue uno de los títulos más duros y sufridos. Al nivel de Wimbledon 2008 y el Abierto de Australia 2009, Nadal escapó de uno de los laberintos más elaborados que se le han planteado nunca en una final. Daniil Medvedev, el villano del torneo, fue el encargado de tapar cada resquicio que el balear encontraba en su juego y estuvo a punto de producir una de las grandes remontadas de la historia.

Pero Nadal encontró la salida, escapó del puzzle del ruso y levantó su cuarto entorchado en Nueva York, extenuado tras un esfuerzo inhumano (7-5, 6-3, 5-7, 4-6 y 6-4).

La resistencia del ruso, que aguantó con pundonor, dio más valor a la resiliencia de Nadal. El acalorado moscovita, con el pelo enmarañado, la camiseta ancha y la sensación de tener que estar enmendando su juego a cada golpe para contrarrestar al español, era la imagen del hielo. No había nervios en él, ni ansiedad pese a ser su primera final de esta magnitud. Era recibido entre algunos abucheos en la Arthur Ashe por sus escarceos pasados, pero salió con honores. Derrotado, pero con honores.

Pensó que, con la pérdida del primer set, sus opciones se evaporaban al mismo ritmo con el que lo hacían las gotas de sudor de su frente. Sopesó que, tras ceder el segundo, recogería el trofeo de subcampeón en cuestión de minutos.

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Y se transformó. Nadal bajó el nivel, el ruso aumentó la agresividad (73 golpes ganadores) y se lanzó a la red (acabó con 48 de 71 puntos ganados en la volea). La estrategia le funcionó. Trató a Nadal de tú a tú. Le compitió como pocos han hecho en una final de Grand Slam, quizás solo Djokovic y Federer, y trastocó los planes de todos los aficionados que ya estaban acomodando sus almohadas para irse a dormir.

Medveded no solo plantó cara, se dejó la vida en la pista, en su primera final de Grand Slam, donde tantos otros no compiten por los nervios, él se lo creyó. Levantó un 'break' adverso en el tercero, y se apuntó la cuarta manga de manera dramática.

Nadie había levantado dos sets en una final del US Open en 70 años. Solo Federer (Miami 2005) y Fabio Fognini (US Open 2015) sabían lo que es remontarle un 2-0 a Nadal. Medvedev metió miedo. Mucho miedo.

Destruido por el esfuerzo físico de haber jugado más de 20 partidos en un mes, el moscovita era la fotografía de la resistencia, del «una bola más». Nadal mantenía el gesto serio. Sacaba la rabia para demostrar a las 24.000 gargantas de la Arthur Ashe que estaba allí, que lo ocurrido en las dos últimas horas no le había apagado.

Su cara de completa tensión y de haberse visto casi fuera, salió a relucir cuando quebró por completo a Medvedev. Cuando por fin entregó la cuchara el de Moscú, no sin salvar antes dos pelotas de partido, Nadal explotó en alegría y dolor.

El décimo noveno Grand Slam, el que le deja a uno del récord histórico de Federer. El cuarto US Open que le iguala con John McEnroe y le sitúa uno por detrás de los cinco de Federer, Pete Sampras y Jimmy Connors. El más difícil, el único que podía ganar él, ya está aquí.

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