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Duan Jingli (CHN) Y Ekaterina Karsten (BLR), durante la competición.
‘La gata’ dice adiós
opinión

‘La gata’ dice adiós

Jon Agiriano

Domingo, 14 de agosto 2016, 18:01

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Los Juegos siguen su curso vertiginoso y hay tantos focos de atención, tantas historias, grandes o pequeñas, que merecen ser contadas que, a veces, algunas se pasan de largo sin querer. Al cronista le ha ocurrido con Ekaterina Karsten, la legendaria remera bielorrusa, que el viernes se despidió de los Juegos siendo octava en el scull individual femenino. Ya no estaba entre las grandes favoritas de la prueba, pero incluso éstas, mujeres como la australiana Kimberley Brennan, la norteamericana Genevra Stone o la china Duan Jingli, oro, plata y bronce en Río 2016, le siguen admirando con la misma devoción infinita que el nadador de Singapur Joseph Schooling mostró hacia Michael Phelps cuando le derrotó en la final de los 100 mariposa. Sólo le faltó pedirle perdón por su atrevimiento.

Ekaterina Karsten dice adiós a los 44 años, después de haber disputado siete Juegos Olímpicos y haber conseguido un palmarés inigualable. Cualquiera que conozca un poco la dureza del remo -o que tenga algo de imaginación, vaya-, podrá entender la dimensión estelar de la campeona de Osecina, a la que en Estados Unidos le pusieron el apelativo de La gata por su manera de competir. Y es que se hizo famosa por estar al acecho y luego abalanzarse sobre sus presas y superarlas en el tramo final.

Su primera distinción olímpica fue un bronce en cuatro scull en los Juegos de Barcelona, donde todavía compitió con el equipo de la Unión Soviética y con su nombre original, Ekaterina Khodotovich. A partir de ahí, ya representando a Bielorrusia, fue oro en scull individual en Atlanta y Sidney, y plata y bronce en Atenas y Pekín, respectivamente, en esta misma modalidad. En Londres, con cuarenta años, consiguió ser quinta. Y quizá se debió a que tuvo que remar con una costilla rota. A esta serie de metales hay que añadir otra: las de los campeonatos del mundo. Ha sumado seis y ha sido tres veces subcampeona.

Héroe nacional de su país desde que en Atlanta consiguió la primera medalla de oro de la nueva república de Bielorrusia, su vida ha sido un ejemplo de entrega al deporte. Desde que comenzó a remar a los quince años, cuando fue captada por el Club de Remo de Minsk, que solía ir por las escuelas de la región buscando chicas altas y fuertes, sólo se ha permitido un parón. Fue en 1998. Se había casado con el técnico de remo alemán Wilfried Karsten, le encantaban los niños y quiso ser madre. Pero pocas semanas después de que naciera su hija Alexandra, volvió a remar. La maternidad no le mermó en absoluto. Todo lo contrario. Al cabo de un año, volvió a ser campeona del mundo con el mejor tiempo jamas registrado hasta entonces en el scull individual femenino.

Son ya pues casi tres décadas las que Ekaterina Karsten lleva dedicada al remo. O lo que es lo mismo: practicando una rutina espartana que hace feliz a esta mujer de 1,85 metros de altura y 81 kilos de peso, una fuerza de la naturaleza. Vive en Postdam (Alemania) y se levanta a las seis y media de la mañana. Hace una serie de ejercicios de gimnasia y se toma el pulso. A las siete, desayuna en compañía de Alexandra. Luego sale para hacer el primer entrenamiento del día: una hora y media. Regresa a casa para comer, duerme una pequeña siesta y vuelve a entrenar. Cuando acaba, después de la sesión de gimnasio, recibe un masaje. De vuelta al hogar, prepara la cena, salvo que el bueno de Wilfried haya decidido lucirse esa noche en la cocina. Suele acostarse a las once y media.

Los de Río han sido sus últimos Juegos. Y hay que entenderlo. La gata ya no está para medallas. El viernes tuvo que conformarse con la final B. Además, piensa el cronista, una cosa es competir contra chicas de las que podrías ser su madre, como lleva haciendo varios años, y otra pudiendo ser casi su abuela. Sea como fuere, no convendría olvidar el apellido Karsten de cara a los Juegos del futuro. A sus 17 años, Alexandra ya es una remera prometedora.

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