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La canadiense Penny Oleksiak.
Oleksiak, la nueva niña de la piscina
natación

Oleksiak, la nueva niña de la piscina

Con 16 años, la canadiense comparte oro con Simone Manuel en los 100 libres y acumula cuatro medallas

J. Gómez Peña

Viernes, 12 de agosto 2016, 07:30

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Tras Phleps, con la piel del público aún erizaba, tocaba la final de los cien libres femeninos. Pura velocidad. Resultó una prueba tan igualada que la ganaron dos, la estadounidense Simone Manuel y la canadiense Penny Oleksiak. Las dos compartieron récord olímpico: 52.70, por delante de la sueca Sara Sjostrom. Manuel, piel afroamericana, echó a llorar. Lágrimas negras. Oleksiak, a reír. Sonrisa blanca casi infantil. La hija de los Oleksiak.

La niña crecía como la mala hierba. Y qué pies. Y qué manos. En casa todos son así. Los padres fueron deportistas. Jamie, uno de los hijos, es jugador profesional de hochey. A eso se dedica también su hermano Jake. Y Hayley, la mayor, es remera en la universidad de Northeast. Pero Penélope, la pequeña Penny, crecía tanto que no sabían qué hacer con ella. La niña quería ser gimnasta. Imposible con esa talla. Vista su planta y sus aletas, los Oleksiak la apuntaron en una piscina. Al principio no parecía lo suyo. Tan desgarbada y descoordinada. Era incapaz de nadar dos piscinas seguidas.

Esta pasada madrugada, con 16 años recién cumplidos y tras una espectacular remontada, Penny Oleksiak se ha colgado su cuarta medalla en estos Juegos que han puesto a flotar su enorme talento sobre la piscina: el oro en los cien libres, más la plata en los 100 mariposa y los bronces en los relevos 4x100 libres y 4x200 libres. Mide 1,86 y, como temían los Oleksiak, sigue creciendo. Está en la edad.

La escena de su incapacidad para hacer cien metros seguidos sin pararse es de cuando tenía 9 años. Oleksiak nació en junio de 2000. Es hija de este siglo. Con su torpeza fue rechazada en muchos clubes. No lo olvida. Tuvo que apuntarse a un curso en una piscina modesta. Pronto se adaptó al agua. Resulta que era su elemento. Con diez años, su primer entrenador le hacía nadar con chicos tres años mayores. Era de su misma altura. ¿Quién es esa chica? Penny, la nueva. Enseguida los dejó a todos atrás. Una tarde, ese viejo técnico se sentó con ella y le dijo que se tenía que ir. Tuvo cuidado: no quería que se sintiera otra vez repudiada. La razón era otra: su talento no cabía en aquella pequeña pileta. Renunció a ella para que volara hasta Río.

En el Mundial juvenil de 2015 ganó seis medallas. Y hace unos días en la final de los 100 mariposa de estos Juegos asombró por la calle dos. Inesperada. Siempre le pasa: ¿Quién es esa chica? Sjostrom, una de las reinas de Río, tuvo que batir el récord del mundo para quitarle el oro. Oleksiak, segunda, rompió el récord en categoría juvenil. Como esta madrugada. Plusmarca olímpico y juvenil. Aún es una niña. Se le notabaa en el podio de Río. Lo miraba todo como si viniera de otro planeta. Como si sus rivales fueran de otro tiempo. De otro siglo.

Su primer entrenador cuenta esta historia sobre ella: en una sesión de gimnasia les hizo ponerse en vertical sobre las manos al borde de la piscina. Penny se presentó voluntaria. Siempre da un paso adelante. Y lo pagó: se le resbalaron las manos y se dio con los dientes en el piso. Tremeda herida. Pensé que no iba a volver, contó. Al día siguiente allí estaba, sumergiéndose con la boca partida. Tiene 16 años, cuatro medallas y le queda por crecer, tanto en talla como en palmarés. Cuatro medallas, incluido un oro, a su edad.

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