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Fred Vergnoux, con Mireia Belmonte
Fred Vergnoux, el tallador de estrellas
Río 2016 | Natación

Fred Vergnoux, el tallador de estrellas

El francés ha esculpido el físico, la técnica y la mentalidad de Mireia Belmonte hasta hacerla de oro

r.c.

Jueves, 11 de agosto 2016, 16:57

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Mireia Belmonte se levanta cada día con una sorpresa. No sabe qué plan tendrá ese día, pero sí que será duro. Ella cumple a rajatabla porque, aunque ni ella misma vea a veces el propósito, detrás de las locuras que se le presenten a lo largo de la jornada hay una razón, un por qué, un motivo y Fred Vergnoux.

Fue nadador, y reinventa la natación desde la orilla. Curioso y minucioso, ha llevado al deporte a una nueva idea en la que las medallas no se consiguen con largos, sino con una estrategia multidisciplinar que lo mismo incorpora técnicas de rugby que de boxeo. Vergnoux, de 42 años, no crea nadadores, sino atletas. No quiere ganar carreras, sino medallas. Obsesionado con ese propósito, su exigencia en los entrenamientos con sus pupilos solo es comparable a la que él mismo se impone para encontrar en cualquier deporte el ejercicio perfecto que permita arañar una milésima al cronómetro, lo que separa una plata de Londres 2012 de un oro en Río 2016.

Mientras Mireia pasa horas en el gimnasio y la piscina, él se afana en estudiar los resultados, las reacciones, y anotar las variaciones físicas, fisiológicas, emocionales. Cualquier dato es importante para incorporar una carga más, nunca una de menos.

«En las piscinas españolas hay mil Mireias», es una de sus frases. Pero su afán por mover la natación a nuevos límites no serviría de nada sin el consentimiento del propio nadador. Por eso, para Vergnoux es indispensable que el deportista confíe en él a ciegas. Él solo se implicará si el nadador lo hace en la misma medida. Bromista cuando procede, también es riguroso con su trabajo y con los de los demás. Si no ve esfuerzo, no perderá el tiempo, valiosísimo para que otros puedan llegar donde el quiere: más allá de lo posible.

No todos están dispuestos a seguir su mandato, sus locuras dentro y fuera de la piscina, sus planes de entrenamiento, más parecido a un régimen militar que a uno deportivo. Hasta Mireia Belmonte sufrió un bajón de confianza en 2013, después del éxito londinense. Pero volvió a ponerse en sus manos porque el plan funciona, Vergnoux lo ha hecho eficaz. Sobre todo con ella, a la que se empeñó en hacer una campeona olímpica desde sus primeros largos juntos en 2011. «No es la que más talento tiene, pero sí la que más trabajo», explica sobre su pupila y sobre sus propio proyecto. El francés ha tallado a Mireia al antojo de los éxitos. Un esfuerzo del día a día, de gota en gota, en su cuerpo, su técnica y su mentalidad.

Entiende la natación como una estructura en el que todos deben implicarse. Incluida la Federación, ante quien no se arrugó para pedir más recursos. Los ha tenido porque han visto que sus métodos quizá no son tan ortodoxos, pero ha demostrado que funcionan. A pesar de que en otros países suspiran por sus métodos, Vergnoux no quiso dejar el programa, su programa, a medias. Tenía un proyecto, hacer que Mireia lograra el oro. La badalonesa se levanta cada día a las cinco de la mañana sin saber cuántas escaleras subirá, si irá a esquiar o saltará en parapente. Da igual, Vergnoux está detrás de esas ideas. El oro, colgado de su cuello, la prueba de su genialidad.

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