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Cristiano, Casemiro y Marcelo celebran la clasificación ante el Wolfsburgo.
La octava muestra el camino de la undécima
análisis

La octava muestra el camino de la undécima

El Real Madrid del novato Zidane emula al del bisoño Del Bosque, que se coronó ante el Valencia en París

ignacio tylko

Jueves, 14 de abril 2016, 09:30

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Rendido al poderío Cristiano Ronaldo, el Real Madrid ha pasado de la depresión a la euforia, de la desesperanza al optimismo desbordante. Del «estamos tristes al estamos confiantes», que diría el portugués. El declive liguero del Barcelona en las últimas jornadas y la remontada en cuartos de la Champions frente a los asustados lobos del Wolfsburgo permiten creer a los merengues en la undécima y soñar incluso con que es posible el título en el torneo de la regularidad, donde aún quedan seis jornadas y los culés les aventajan en cuatro puntos.

Tras consumar el triplete número 37 de su carrera y el quinto en la Champions, lo que iguala el récord europeo de Leo Messi, y sellar así el pase de los blancos a su sexta semifinal consecutiva, el astro de Madeira se lanzó al césped del Bernabéu. Brazos en cruz, como dando gracias a Dios por brindarle esa noche mágica que predijo. Fue felicitado ya en el campo por sus compañeros; era el héroe de todos, el protagonista de la tormenta perfecta. La afición se rindió ante sus números, pegada y capacidad para echarse al equipo sobre sus hombros, y le obligó a volver al terreno de juego junto a la plantilla. Más que futbolistas, parecían toreros.

La celebración en el vestuario fue acorde al resultado, si bien eliminar al Wolfsburgo, octavo en la Bundesliga, era una obligación y Cristiano logró el indulto del equipo tras su paupérrima imagen en el Volkswagen Arena. Florentino Pérez les felicitó y CR7 se sentó en su lugar reservado. Se le vio agotado y reflexivo. Le fueron agasajando uno a uno sus compañeros, según mostró Real Madrid Televisión, con permiso para introducir una cámara en el vestuario.

Luego, Cristiano salió a la zona mixta para hablar con las televisiones y las radios, mostrando el balón, firmado y reluciente, con el que le obsequiaron sus colegas. Estaba orgulloso, sonriente y estimulado para el futuro cercano. «Para no estar bien como dicen, mis números no están mal», ironizó el portugués, calificado por Zinedine Zidane como el mejor del mundo. Ya suma 46 tantos este curso y 16 dianas en Champions, a una de su récord logrado en el año de la décima, hace dos temporadas.

Gracias a Cristiano, en el Real Madrid ya se compara este curso con el de la octava, gris en Liga pero cerrado en Europa con el título en Saint Denis ante el Valencia (3-0) de Héctor Cúper. Hay bastantes paralelismos entre aquella campaña y la actual. Zidane fue ascendido del filial a mitad a principios de enero para reemplazar a Rafa Benítez y Vicente del Bosque sustituyó en noviembre de 1999 al galés John Toshack.

De interino a fijo

El preparador salmantino ya había debutado en marzo de 1994, tras la destitución de Benito Floro. Un par de meses después, volvió a la cantera. La directiva recurrió de nuevo a sus servicios tras el periplo de Jorge Valdano, y dirigió de forma interina al primer equipo dos partidos, a principios de 1996. Un 0-5 en San Mamés y un 2-3 ante el Oviedo en el Carlos Tartiere, hasta la contratación de Arsenio Iglesias. Finalmente, Lorenzo Sanz le encargó un trabajo estable al frente de la primera plantilla tras concluir que el vestuario no comulgaba con Toshack, del mismo modo que en esta campaña no sintonizó con Rafa Benítez.

La Liga de ese Real Madrid no fue nada brillante. Terminó quinto con 62 puntos, a siete del Deportivo de Javier Irureta, heroico campeón, y por detrás de Barcelona, Valencia y Zaragoza. Pero en su primer año, Del Bosque condujo a los blancos con grandeza en Europa. Diez partidos ganados y 45 goles anotados, 10 de ellos por Raúl, el Cristiano de entonces para el madridismo, acabaron con esa enorme final ante el Valencia en París, la primera entre dos equipos españoles, resuelta con los goles de Morientes, McManaman y Raúl, tras una carrera prodigiosa. Como podría ocurrir entre la décima y la undécima, la octava Copa de Europa llegó dos años después de la séptima, conquistada por el equipo de Jupp Heynckes ante la Juventus en Ámsterdam, tras un gol del montenegrino Pedja Mijatovic en fuera de juego.

Ese Real Madrid se deshizo de rivales de enjundia como el Manchester United, con ese 2-3 en Old Trafford y el regate y taconazo para las videotecas del argentino Fernando Redondo, y el Bayern de Múnich. El primer técnico de Florentino no lo había elegido él. Pero le mantuvo en el comienzo de la etapa de los galácticos, con tres Balones de Oro como Figo, Zidane y Ronaldo, el Fenómeno brasileño, como primeros buques insignia. Tras cuatro años con dos Champions y dos Ligas, entre otros títulos, en junio de 2003 se produjo el divorcio entre Florentino y Del Bosque. El salmantino no fue renovado, pese a conquistar el torneo de la regularidad. Fue una de las decisiones más criticadas del presidente blanco, casado ahora con Zidane y Cristiano.

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