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Los jugadores de España celebran el gol de Piqué.
Una pizca de furia

Una pizca de furia

Un centro al área resuelve los problemas de una España con un estilo híbrido

Javier Bragado

Martes, 14 de junio 2016, 11:43

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Luis Aragonés convirtió al Atlético de Madrid en la encarnación del contragolpe. Durante sus años como entrenador colchonero imprimió un estilo que amenazó a los rivales. Elegido como director de juego de la selección española, El Sabio demostró que su apodo correspondía con su capacidad. Con una generación de chavales que dominaban la pelota con el pie en lugar de la cabeza construyó una formación con gusto por el toque, el pase y el control absoluto para desesperación del rival. Afinado por la filosofía de Guardiola y los triunfos del Barcelona, el estilo se consolidó y aparcó la tradicional furia, una suerte de carácter adoptada por la selección española en los grandes torneos para disimular la falta de planes.

Apurado por el cambio de generación y por su propio libro, Vicente del Bosque trató de mantener el libro de jugadas de su predecesor. Pero al salmantino no le encajaron las piezas tan bien el puzle a pesar de los innegables resultados. Ahora, empujado por la ausencia del buque insignia (Xavi) y del goleador que lo resolvía todo (Villa) intenta establecer un nuevo plan en que el poder de los futbolistas ha moldeado un estilo híbrido. Morata recuerda a los arietes que ayudan al prójimo pero que pocas veces asesinan al adversario. Nolito dibuja el futbolista abnegado de los 80 que desarrolla su juego por encima de sus posibilidades físicas. Ambos son los ladrillos nuevos del edificio y han cambiado su forma y ejecución.

Contra la República Checa Vicente del Bosque apostó primero por la bandas y mezcló las directrices del Atlético y el Barcelona actual. Jordi Alba y Juanfran se atascaron y los atacantes no son los mismos ni disponen de la misma puntería y pólvora, por lo que no hubo lugar a soluciones inmediatas. Sólo con Sergio Ramos e Iniesta sumaron los mismos pases que todo el conjunto checo a lo largo de todo el partido pero eso no asustó a quienes defendían la portería de Cech. En la segunda mitad volvió la fórmula de los campeones, la del juego entre líneas para los habilidosos. Con el pase hasta la extenuación regresó el equipo que Aragonés bautizó como La Roja, aunque menguado sin Villa ni las rachas de Fernando Torres y Pedro. Las estadísticas de acierto al entregar el balón al compañero (89%) se guardaron en las estadísticas de España, pero no en el marcador y en la desesperación de los aficionados ante lo barroco de su arte. Así que el último recurso fue el de la época previa a Aragonés: balón al área para la caza de un central. Fue la pizca de furia. Aunque claro, la situación fue creada por el cerebro de Iniesta, que con una ráfaga de búsqueda observó a Piqué en el lugar de los delanteros y le sirvió el gol. Fue el camaleón manchego el único que supo adaptarse. El centrocampista dio 107 pases contra los checos, su récord con España en un gran torneo, y el último fue el definitivo y más inesperado. Fue el decimoctavo remate de los ibéricos. Fue el milagro necesario porque Piqué no había anotado nunca con España en un gran torneo.

Después de tanto arte resolvió la vía arcaica. No obstante, de manera paradójica, los goles finales se han convertido también en sello de España. En las tres últimas Eurocopas cuatro de los seis tantos de la victoria aparecieron en el minuto 87 o posterior. Es cuestión de perseverancia y fe ante adversarios amurallados frente una selección que carga con la responsabilidad de los favoritos. El próximo partido señalará el camino. De momento, la furia dio aire, pero es una receta que nunca llegó tan lejos como con las iluminaciones de Aragonés.

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