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La grada del Reino de León resultó determinante en el Reino de León arropando y empujando a la Cultural Leonesa.

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La grada del Reino de León resultó determinante en el Reino de León arropando y empujando a la Cultural Leonesa. Noelia Brandón

Sueño de una noche con la pesadilla de Melero disfrazado de diablo

El Reino de León vibró en una noche para la historia y disfrutó de la magia que su equipo derrochó a raudales antes de despertarse de un cuento al que solo le sobró el prólogo

R. Fariñas

León

Jueves, 1 de noviembre 2018, 00:06

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No hubo noche del terror que ocultase los focos a pleno rendimiento del coso leonés. Tampoco el supersónico fantasma de Dembélé, la tétrica cresta de Arturo Vidal o los largos brazos de Cillessen lograron apagar el embrujo que vivió una noche, otra más, el Reino de León.

La Cultural se vistió con el traje de día grande y el público respondió a su equipo, poblando las gradas del estadio media hora antes del pitido inicial.

Halloween fue más que el día de los muertos vivientes un día de cuento y un hechizo en el que León fue más de su 'Cultu' que nunca y la 'Cultu' fue tan Leonesa como siempre.

El Reino fue de León y español. La magenta compartió protagonismo con la rojigualda en unas gradas que registraron cerca de 12.000 almas, con espacio para un sector destinado a las peñas culés de la provincia.

La fiesta solo se aplazó en honor a Celso Láiz, exjugador de la Cultural, recientemente fallecido, y en un emotivo recuerdo a todos los futbolistas del club que ya no están.

Llegó el tiempo del 'truco o trato'. A los primeros 'trucos' de Dembélé, que demostró su cañón en el pie, se sumó el intratable Vidal, que se ganó la primera bronca del respetable. Tampoco hubo trato entre Melero López y Saúl, que vio la primera amarilla; ni entre el árbitro y la grada, que enfureció a la afición culturalista tras no señalar una posible mano del Barça.

El intenso frío quedaba a un lado. 'Cultural, Cultural', se desgañitaba el estadio. Su equipo plantaba cara al club más poderoso del mundo y en cada acercamiento ante Cillessen soñaba con el gol.

Tiempo de descanso. El más deseado. Ahí si quedaron lejos los fantasmas y los vampiros. Y no hizo falta demasiado ajo. Un buen bocadillo, bota de vino entre los más pícaros, y comentarios de orgullo por un equipo que tuteaba a los chicos de Ernesto Valverde.

'Cómo están jugando', 'increíble Sergio Marcos',... 'pero en la segunda parte lo pagaremos'. 'Eso creo yo'.

No habían terminado de yantar lo más rezagados cuando blancos y blaugranas volvían al césped. 45 minutos para que el embrujo del Reino siguiera resucitando el espíritu de los eternos nombres de la Cultural.

Vicente Romero era el primero en colgar su disfraz y, si la noche no estaba siendo mágica de por sí, Víctor Cea ponía en el campo a un 'cachorro' para que mordiera y se estrenará en el día más especial.

La parroquia blanca se venía arriba. 'Cultural, ale, ale' resonaba entre el respetable. Magín y su bombo se soltaban y recorría el campo; El León Rampante rugía como nunca; Orgullo Cazurro no cesaba en sus ánimos; la populosa Toribio Morán sacaba al viento sus bufandas; y las peñas más nuevas apostaban por seguir jugándosela a que los futbolistas del equipo de León, cuando el físico no aguantaba, volvieran a la vida.

Y para alejar los malos augurios solo faltaba la ola en el viejo Amilivia. Costó, se intentó varias veces y se logró. Todo el estadio se movió al ritmo de su grada, que no se acostumbraba a que se mantuviera un fantasioso 0-0.

Pero como el cuento de la Cenicienta, con las campanadas del 90, Melero López se puso e disfraz de diablo, Lenglet se colocó la máscara y enterró la ilusión de los jugadores de la Cultural.

El sueño terminó. Los villanos triunfaron en la noche de los muertos y la ciudad se fue a dormir queriendo evitar la pesadilla. No merecía la pena. El culturalismo escapó del Reino culpando al árbitro y con la sensación de orgullo de que los suyos no fueron peores que el fantasioso Barça.

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