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Entrada a la iglesia del monasterio. B. G. H.
El legado de Cristina, infanta de León, en peligro

El legado de Cristina, infanta de León, en peligro

Fundando por la Infanta Cristina, hija del rey de León Bermudo II, el monasterio de San Salvador de Cornellana, en el concejo asturiano de Salas, se deterioria entre humedades, murciélagos y palomas

BELÉN G. HIDALGO

SALAS.

Lunes, 9 de diciembre 2019, 10:42

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Poco queda de aquel monasterio fundado en 1024 por la Infanta Cristina, hija de Bermudo II de León, en la villa de Cornelius. De aquel pasado próspero permanece un legado que languidece entre ruinas, convertido en un palomar lleno de humedades. «Los peregrinos se maravillan y a la vez se horrorizan de lo que tenemos y cómo lo tenemos», señala María Gloria Fernández, que regenta el albergue de la zona.

Con la celebración del milenario de su fundación en 2024 llamando a la puerta, vuelven las miradas sobre el cenobio. Urge su rehabilitación. La última actuación se remonta a 2016, cuando se invirtió poco más de un millón de euros en reparar parte de la techumbre, lo que logró ralentizar el deterioro debido a las humedades. Pero los suelos continúan pudriéndose. Los murciélagos y, sobre todo, las palomas se han convertido en moradores del monasterio y sus excrementos menoscaban la poca madera que resiste en el monasterio. Además, el agua filtra y daña las cargas, llevándose a su paso la rica policromía de sus paredes.

Esta lista de despropósitos la enumeran, como si de una oración se tratase, el portavoz de la plataforma 'Salvemos la iglesia y el monasterio de Cornellana de la ruina', David Valiela y el historiador David Azpiazu, que conocen palmo a palmo el edificio. Nada más acceder al claustro, trapiezan con restos de los ornamentos de la bóveda que recogen y guardan en una dependencia. Así, a pedazos, salvaguardan cada pieza que se desprende de un monumento declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO. Valiela recuerda recuerda también cómo, siendo un chaval, junto a un grupo de amigos, retiró la hiedra y el musgo que desmerecía la Puerta de la Osa, de estilo románico y considerada el antiguo acceso al monasterio.

Tesoros escondidos

De «aberrante» tilda Azpiazu que el altar de Alonso de Bello, de estilo barroco, lleve años olvidado en un rincón del monasterio que no se atreve a desvelar por miedo al expolio. «Se hizo un programa de urgencia para consolidarlo, pues estaba muy dañado, pero se dejó tirado en el suelo del claustro cogiendo agua y humedad. No se puede desmontar una cosa sino se puede colocar. Lo dice la propia Ley de Patrimonio». Por desgracia, son varios los elementos que corren esta misma suerte. «Resulta extraño el vacío de las dependencias», subraya Valiela, sin poder probar su sospecha.

Con impotencia, Azpiazu clava su mirada en las vigas de hierro impostadas junto a las más robustas de madera. Critica la «poca sensibilidad» a la hora de elegir los materiales en las últimas actuaciones. Con asombro, tira de linterna para confirmar que el agua anega varias de las zonas que fueron motivo de excavación, como la cocina del monasterio. «No se puede poner canalones en este tipo de edificios, pero hay soluciones que permiten evacuar las aguas de los grandes tejados», apuntó, sin ocultar su malestar y al señalar que igual ocurre en el lado izquierdo de la iglesia, donde los daños son consecuencia del agua acumulada en la carretera en los últimos cuarenta años.

Posible parador

Valiela y Azpiazu recuerdan las obras de la Escuela Taller de 1999, con un presupuesto de 4,4 millones de euros, que dejaron «desangelado» el patio este del monasterio, con una explanada de hormigón y esqueletos de una construcción que jamás vería la luz. De aquello se salvó, en el otro extremo, el actual salón de actos y la actuación del albergue. Ni rastro del centro de documentación sobre el Camino de Santiago. Tampoco del hotel. «Sirvió para formación, pero no se puede hacer eso en un monumento como este», reiteran. Años llevan reivindicando una rehabilitación integral. «El Principado llevó a cabo su parte, un 40% que establecía el convenio de 2007, pero el gobierno de España, desde que se rompió este acuerdo, no llevó a cabo ninguna inversión en él», recuerdan.

Recientemente se han retomado los contactos entre las administraciones local y regional y se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de convertir el cenobio en un parador, pero tras años de demoras, los salenses recelan. «Mi padre murió con la pena de no haberlo visto rehabilitado. Espero que no se repita la historia», concluye Valiela.

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