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El trío, durante la actuación.
Muse somete la máquina al servicio de un espectáculo musical apabullante

Muse somete la máquina al servicio de un espectáculo musical apabullante

Guitarra, bajo y batería se bastan así para armar un 'show' chisporroteante en lo musical, pomposamente virtuoso en muchos tramos y perfectamente engrasado con una puesta en escena magnética

Javier Herrero (Efe)

Viernes, 6 de mayo 2016, 06:46

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La innovación tecnológica que le permite al poder fiscalizar cada movimiento humano o aniquilar un objetivo militar a miles de kilómetros de distancia le sirve a Muse para exhibir músculo en un apabullante y preciso espectáculo musical, en el que la máquina se somete al arte, y no al control o al terror.

Ese era el mensaje que la banda británica quería transmitir en 'Drones', el disco que motivó su actual gira, la cual, a su paso esta noche por Madrid, ha impactado en el grueso de las 16.000 almas que han poblado el Barclaycard Center de Madrid (antiguo Palacio de los Deportes), en la primera de las dos noches consecutivas que tocarán en este espacio.

Había ganas de Muse, que no actuaban en Madrid desde 2012, cuando presentaron en este mismo espacio su anterior disco, 'The 2nd law', y eso se dejó notar en las dos horas escasas que tardaron en agotarse todas las entradas de los dos conciertos, los únicos de este año en España en una "arena".

"Los pabellones a veces son muy fríos y el escenario te deja muy lejos del público. En esta gira queríamos infundir algo más de calor humano, estar más cerca de ellos", alegaba a Efe solo unas horas antes el bajista Chris Wolstenholme, como explicación a uno de los grandes atractivos de esta gira: su escenario con perspectiva de 360 grados.

A diferencia de la mítica gira de U2 que se asentaba sobre el mismo concepto, aunque con el escenario algo escorado hacia un extremo, esta vez la pastilla giratoria donde se presenta la banda se enclava en el epicentro mismo de la pista, con dos largos brazos que se prolongan hacia los lados.

De esa configuración surge un sonido abrumador, altísimo, que se proyecta en todas direcciones por igual y que, sorprendentemente, se nutre de cuatro músicos que parecen ocho, sobre todo el batería Dominic Howard, el citado bajista Chris Wolstenholme y el siempre perfecto vocalista Matt Bellamy, con su guitarra lacerante.

Completa la formación Morgan Nicholls a los teclados, aunque se diría que premeditadamente semioculto en un foso del escenario, subrayando la intención con la que se compuso 'Drones': sin apenas sintetizadores, remarcando la distancia con la tecnología, en una vuelta a las bases del grupo.

Guitarra, bajo y batería se bastan así para armar un 'show' chisporroteante en lo musical, pomposamente virtuoso en muchos tramos (ahí radica en parte el encanto épico de Muse), y perfectamente engrasado con una puesta en escena magnética, al servicio de sus múltiples significados.

Por si quedaban dudas, el espectáculo arranca con una pieza coral de hechuras místicas y solemnes, mientras en las pantallas se proyecta el texto 'Killed by drones' y sobre las cabezas sobrevuelan amenazantes unos drones auténticos con forma de esfera.ç

Público entregado

El público ya es suyo con este efecto dramático, impulsado a continuación por las cuerdas histriónicas de 'Psycho', el primero de la media docena de cortes nuevos incluidos en el repertorio, con 'Reapers' y 'Dead inside' entre ellos, sin olvidar 'The handler', que es un soberbio ejercicio teatral por sus excelentes proyecciones, luces, música y dominio de los espacios.

No faltan los clásicos. Pronto suena 'Plug in baby', la primera coreada por el público, pero es 'Supermassive black hole' la que enciende la mecha. De la amenaza soterrada por los drones se pasa a los colores ígneos y empieza el fuego cruzado. Le sigue 'Starlight', con un mar de brazos ondeando al aire, y, como contrapunto a tanta grandilocuencia, la reivindicación del amor en tiempos revueltos que es 'Madness'.

Es solo un pequeño respiro, porque con 'Map of the problematique' vuelve el asedio, el músculo, y empieza la descarga de 'hits', primero con 'Hysteria' y con 'Time is running out', clímax de todo lo que hace de esta gira un gran espectáculo. Queda aún mucha munición para clamar contra el belicismo, primero con ese levantamiento que es 'Uprising' y, tras 'The globalist', 'Take a bow' y 'Mercy', con el imprescindible y consabido remate con "Knights of Cydonia" y un mensaje que ya es un mantra: "No one's gonna take me alive, the time has come to make things right, you and I must fight for our rights, you and I must fight to survive".

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