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Copa de dry martini. Aguamorta (Flickr) CC BY 2.0.
El bar (y el dry martini) según Buñuel

El bar (y el dry martini) según Buñuel

Gastrohistorias ·

El cineasta aragonés era un rendido admirador de los bares, los cócteles y en especial de la ginebra inglesa, con la que preparaba sus propias combinaciones

Ana Vega Pérez de Arlucea

Madrid

Domingo, 3 de marzo 2019, 02:05

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En la historia de la coctelería española hay vida más allá de Perico Chicote y, si me apuran, incluso lejos de las barras profesionales. Algunos de nuestros mayores intelectuales fueron aficionados no sólo a beber, sino a combinar espirituosos a su libre albedrío. Por ejemplo, el premio Nobel de literatura Jacinto Benavente o el director de cine Luis Buñuel (1900-1983). El de Calanda contó su larga historia de amor con los bares, los cafés y los tragos como fuente de inspiración artística en su autobiografía 'Mi último suspiro' (1982), donde encontramos frases tan inspiradoras como «el bar es para mí un lugar de meditación y recogimiento, sin el cual la vida es inconcebible».

En el capítulo titulado «los placeres de aquí abajo» el cineasta rememora su paso por mostradores míticos como el del Hotel Plaza de Madrid, Chicote o el mexicano El Parador, lugares tranquilos a los que solía ir casi siempre sin compañía y en donde aprovechaba para pasar «largos ratos de ensueño, hablando rara vez con el camarero y casi siempre conmigo mismo, invadido por cortejos de imágenes a cual más sorprendente». Estos momentos de ensoñación le servían para inspirarse, pero no le servía cualquier bebida: la mejor, según él, era la ginebra inglesa y la peor (pese a que lo apreciara), el vino. Con ginebra solía preparar Buñuel en su propia casa diversos cócteles, algunos de su invención y otros copiados de aquellos templos del beber en los que había disfrutado durante su juventud. Su preferido, el dry martini, una copa de ginebra con sospecha de vermut de la que siempre se declaró apasionado admirador y que, al parecer, no faltó a su mesa ni un solo día desde que tuvo uso de razón.

«En un bar, para inducir y mantener el ensueño, hay que tomar ginebra inglesa. Mi bebida preferida es el dry martini. Dado el papel primordial que ha desempeñado el dry martini en esta vida que estoy contando, debo consagrarle una o dos páginas. Al igual que todos los cócteles, probablemente el dry martini es un invento estadounidense. Básicamente, se compone de ginebra y de unas gotas de vermut, preferentemente Noilly-Prat. Los buenos catadores que toman el dry martini muy seco incluso han llegado a decir que basta con dejar que un rayo de sol pase a través de una botella de Noilly-Prat antes de dar en la copa de ginebra. Hubo una época en la que Norteamérica se decía que un buen dry martini debe parecerse a la concepción de la Virgen. Efectivamente, ya se sabe que, según santo Tomás de Aquino, el poder generador del Espíritu Santo pasó a través del himen de la Virgen como un rayo de sol atraviesa un cristal, sin romperlo. Pues el Noilly-Prat, lo mismo. Pero a mí me parece una exageración».

Para Buñuel, lo peor que le podía pasar a un dry martini era que resultara aguado, así que recomendaba usar siempre hielo muy frío y muy duro. Su fórmula personal, fruto de una larga experiencia y con la que solía recibir halagüeñas críticas, era así: «Pongo en la nevera todo lo necesario, copas, ginebra y coctelera, la víspera del día en que espero invitados. tengo un termómetro que me permite comprobar que el hielo está a unos veinte grados bajo cero. Al día siguiente, cuando llegan los amigos, saco todo lo que necesito. primeramente, sobre el hielo bien duro echo unas gotas de Noilly-Prat y media cucharadita de las de café de angostura, lo agito bien y tiro el líquido, conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vierto la ginebra pura, agito y sirvo. Eso es todo, y resulta insuperable […] Si bien el dry martini es mi favorito, yo soy el modesto inventor de un cóctel llamado Buñueloni. En realidad, se trata de un simple plagio del célebre Negroni, pero en lugar de mezclar Campari con la ginebra y el Cinzano dulce, pongo Carpano. Ese cóctel lo tomo preferentemente por la noche, antes de sentarme a cenar. También en este caso, la presencia de la ginebra, que domina en cantidad sobre los otros dos ingredientes, es un buen estímulo para la imaginación. ¿Por qué? No lo sé, pero doy fe».

Por si les queda a ustedes alguna duda, aquí tienen a Luis Buñuel dando una clase magistral de coctelería:

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