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Composición basada en un anuncio de Artiach de los años 50. A.V.
¿Desde cuándo existen las galletas «digestivas»?

¿Desde cuándo existen las galletas «digestivas»?

Gastrohistorias ·

Aunque solemos pensar que son modernas, este tipo de galletas integrales nacieron a mediados del siglo XIX alegando supuestos beneficios para la salud

Ana Vega Pérez de Arlucea

Domingo, 28 de abril 2019, 01:30

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Vayan al pasillo de galletas de su supermercado más cercano y miren cuántos paquetes hay anunciados como «digestivos». Una infinidad, ya se lo digo yo. Y no sólo de variantes con avena, chocolate o distintos ingredientes, sino que ustedes encontrarán versiones de diferentes marcas tildadas de esa manera o más bien como «Digestive», en inglés. ¿Por qué? Para su información, no es que a los fabricantes les suene así más elegante: las «digestive biscuits» (galletas digestivas) son una variedad con nombre propio desde los albores del sector galletero, allá a mediados del siglo XIX.

Las galletas tal y como las conocemos hoy en día nacieron en el Reino Unido en aquella época, nacidas como una evolución dulce de la crujiente, seca e insípida galleta marinera que elaborada con harina, agua, sal y poco más se acarreaba en los barcos para alimentar a la tripulación. Y entre los primeros tipos de galletas industriales, anteriores incluso a las María (1874), estuvieron las llamadas digestivas. Fueron creadas en torno a 1840 y promocionadas prácticamente como un remedio medicinal, argumentando que favorecían la digestión. En realidad lo que tenían de diferente las galletas digestivas es que solían llevar en su composición bicarbonato sódico, harina integral y especialmente malta diastásica, cuya actividad enzimática ayuda a convertir el almidón en azúcares y por tanto, se consideraba en aquel momento que ayudaban a hacer mejor la digestión. Claro que la cocción de la masa solía hacer desaparecer cualquier rastro de esto y el resto de componentes (azúcar, mantequilla) no era lo que ahora llamaríamos eminentemente saludable, pero eso no impidió que estas galletas fueran anunciadas de esta manera, incluso usando como reclamo el nombre de distinguidos médicos que aparentemente aconsejaban fervientemente su ingesta por ser «sabrosas y ricas en elementos nitrogenosos adaptados a la dieta de niños, enfermos y personas con problemas digestivos».

Grandes fabricantes como Peek Freans, Huntley & Palmers o John Walker comenzaron a publicitar sus variedades digestivas en los medios británicos, y las primeras recetas para su elaboración casera no tardaron en llegar. Una de las más antiguas es del cocinero Charles Elmé Francatelli (1805–1876), chef de la reina Victoria de Inglaterra y celebridad culinaria del momento que en 1862 incluyó una fórmula para hacer galletas integrales digestivas en su recetario 'The Royal English and Foreign Confectionery Book'. De auténticamente digestivas tenían poco porque estaban hechas únicamente con harina integral, mantequilla, azúcar y agua, pero para entonces esa cuestión ya era lo de menos.

Las Digestive, convertidas ya en una simple variedad más dentro del extenso catálogo de las galletas finas inglesas, conquistaron rápidamente los paladares de todo el mundo y llegaron incluso al Polo Sur en 1912 de la mano de la expedición de Scott. En 1956 un equipo de rescate en busca de los restos del explorador inglés encontró una caja de estos dulces perfectamente preservada por el clima antártico. A España llegaron a finales del siglo XIX, y en 1939 las digestivas eran ya elaboradas en fábricas como la de Artiach, en Bilbao.

Anuncio de Digesta de Artiach en la revista 'Los Ciegos', 1939.
Anuncio de Digesta de Artiach en la revista 'Los Ciegos', 1939. Memoria de Madrid.

Con la Guerra Civil aún de cuerpo presente, la aparición de este nuevo formato se vendió como un logro de «la España Nacional la cual permite la fabricación de artñiculos tan exquisitos». Las Digesta de Artiach se harían particularmente populares a partir de los años 50, cuando se publicitaron a gran escala como dulces, mantecosas y «estomacales». Del intento de emularlas, a ellas y a otras variantes internacionales como las de McVitie's, salieron todas las versiones posteriores que ahora podemos disfrutar untando en la leche. Aunque no sean muy digestivas.

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