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Gabriel Villamil
Valladolid, capital de Castilla y León

Valladolid, capital de Castilla y León

Tribuna ·

Esta solicitud solo pretende seguir avanzando en la consolidación de Castilla y León como comunidad política, hacer y construir comunidad para ser más fuertes, justo lo contrario de lo que algunos quieren ver

JOSÉ ANTONIO DE SANTIAGO JUÁREZ. CONCEJAL DEL PP EN EL AYUNTAMIENTO DE VALLADOLID

Jueves, 26 de septiembre 2019, 18:57

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En el último pleno del Ayuntamiento de Valladolid anuncié que el Grupo Popular presentaría una iniciativa para solicitar a las Cortes de Castilla y León que, en las anunciadas y registradas reformas 'exprés' del Estatuto de Autonomía, se podría aprovechar para incluir en la misma una modificación del artículo 3 que señalara definitivamente a Valladolid como capital de Castilla y León. Informé de que, en la última reforma estatutaria de 2007, no nos atrevimos a abordar este asunto, dado que entendíamos que la comunidad todavía no estaba suficiente integrada y consolidada, y que era más prudente esperar a otro momento. Algo sé de aquello, pues fui ponente de la reforma y la defendí en las Cortes de Castilla y León, en el Congreso de los Diputados y en el Senado.

La propuesta no es novedosa, ya que se ha debatido en el pleno del Ayuntamiento hasta en dos ocasiones (una formulada por el Grupo Popular, en 2005, y otra por el Grupo Socialista, en 2010). Y en las Cortes autonómicas hasta en tres ocasiones se ha estudiado por los ponentes que han realizado las distintas reformas estatutarias.

Pero lo cierto es que a todos siempre nos pareció conveniente, por prudencia , esperar a un momento posterior. El asunto de la capitalidad en el arranque del modelo autonómico no fue pacifico en varias comunidades autónomas. Con el tiempo, la mayoría han ido resolviendo el problema, pero Castilla y León, después de cerca de 40 años, sigue en una situación parecida a la de partida.

La propuesta anunciada en el último pleno municipal no iba contra nadie. No dije que fuese una prioridad política. No planteé abrir la reforma del Estatuto. Tampoco insinué que requiriera de urgencia alguna. Ni mucho menos pretendí presentarlo como una demanda ciudadana o como un problema de comunidad. No dije que Valladolid estuviese maltratada por la Junta de Castilla y León. No pretendí atraer inversiones de otras provincias a Valladolid. No critiqué que algunas instituciones políticas (las instituciones propias) y culturales estén repartidas por el territorio. Es más, creo que esta política ha sido acertada y ha contribuido a mejorar el sentimiento de comunidad. Y, por supuesto, no manifesté que no lo hubiese intentado y planteado antes. No insinué crear subvenciones ni Ley de Capitalidad. Simplemente, apunté la conveniencia de que nuestro Estatuto de Autonomía recogiera el mandato constitucional (articulo 147.2 a) que señala que los estatutos deberán contener la sede de las instituciones básicas.

A mi juicio, la reacción política y periodística ha sido desmedida. Respetando las opiniones, se me ha tachado de rencoroso, cobarde, envidioso, alentador de odios y enfrentamientos, de intentar tapar la corrupción, de crear problemas al presidente de la Junta y de mi partido, de alentar debates extemporáneos porque el asunto está, supuestamente, resuelto desde 1987, de desconocer la realidad, etcétera. Insisto, las opiniones siempre son libres y respetables, pero supongo que tan libres y respetables como las mías.

Incluso, yendo, más lejos, en estos días se ha escrito que Castilla y León no tiene capital y no le va a tener por largo tiempo». El argumento es sólido y contundente, solo le faltaba haber incluido la frase con «por mis… narices».

En nota de prensa el secretario general de mi partido me ha desautorizado. ¿Por qué? ¿Por solicitar que se cumpla un precepto constitucional?

Todas estas respuestas reflejan falta de sentimiento de pertenencia a la comunidad, cierta hipocresía infantiloide, fortaleza del provincialismo más profundo, miedos, envidias, recelos, debilidades, complejos que permanecen en el inconsciente colectivo de nuestra tierra y mucho postureo victimista. A mi juicio, esta mezcla de sentimientos, miedos y recelos son los responsables de que en Castilla y León fracasen los intentos de poner en marcha proyectos de comunidad beneficiosos para todos. Son tantos los ejemplos que no hace falta citarlos, pero es una evidencia que el relato y el discurso en nuestra comunidad autónoma es, cuanto menos, débil.

Sin entrar en disquisiciones jurídicas para las que carezco de conocimiento, lo innegable es que la Constitución en su artículo 147 mandata fijar las sedes en los estatutos de autonomía, algo que no ocurre en el de Castilla y León. Que la Ley de Sedes de nuestra comunidad del 87 fija que el presidente, la Junta y las Cortes de Castilla y León tendrán su Sede en Valladolid. Que el contenido del principio jurídico 'capitalidad' tiene que ver con la ubicación de las sedes de las instituciones políticas supremas, es decir, las básicas, que son las tres que he citado anteriormente. Que la existencia de la capital es una «necesidad derivada del Estado de Derecho» (profesor Aragón Reyes).

Por lo expuesto, parece evidente que Valladolid es la capital de Castilla y León. Así pues, trasladémoslo al Estatuto.

Esta solicitud solo pretende seguir avanzando en la consolidación de Castilla y León como comunidad política, hacer y construir comunidad para ser más fuertes, justo lo contrario de lo que algunos quieren ver, precisamente aquellos que vienen cuestionando esta comunidad desde su nacimiento.

Ser capital no otorga a una ciudad ningún privilegio, quizás una distinción en el plano simbólico que Valladolid, por su historia, no necesita. Ser capital conlleva mayores costes por el flujo de no residente y por la concentración de problemas sociales, tal y como se ha demostrado en distintos estudios. Mi compromiso siempre ha sido con Castilla y León y con Valladolid. Siempre he creído y he querido a esta tierra y lo único que prendo con esta iniciativa es que Valladolid y Castilla y León sean cada vez más fuertes. Lo que fue prudencia política positiva hace 40 años se está tornando en desidia, dejadez y, en el peor de los casos, en resistencia. Coincido con el profesor Fernando Manero en que los recelos a la aceptación de Valladolid como capital de la comunidad pertenecen a una etapa y a unos debates definitivamente superados.

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