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Una pareja de personas mayores se coge de las manos. Gabriel Villamil
Los hombres que piden una excedencia para cuidar a un familiar se duplican en cinco años en Castilla y León

Los hombres que piden una excedencia para cuidar a un familiar se duplican en cinco años en Castilla y León

Más de tres mil castellanos y leoneses dejan temporalmente su trabajo para poder ocuparse de un allegado enfermo o con discapacidad

Ana Santiago

Valladolid

Domingo, 8 de septiembre 2019, 21:50

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Es una necesidad, igual que lo era durante la crisis, pero prescindir de ingresos para cuidar a un hijo, un padre enfermo o un familiar con discapacidad es un lujo que no está al alcance de muchos. Y mientras antes de la recesión unos buenos cálculos económicos domésticos permitían hacer tal esfuerzo, la crisis marcó un gran descenso en la demanda de excedencias para tal finalidad. No siempre por falta de ingresos en el núcleo familiar, pero sí por temor a que los tiempos cambiaran y dejara de haberlos e, incluso, por miedo a perder el trabajo. También influyeron los expedientes de regulación suspensivos y la subida de la contratación temporal.

Y así, las cifras son tajantes en este sentido y de aquellas alrededor de 3.400 peticiones de excedencia anuales de antes de la crisis, se perdieron en Castilla y León más de un millar ya en 2012 y no sería hasta el año 2015 cuando se empezara a recuperar la tendencia al alza.

La caída en los primeros años, del 39% hasta 2011, resultó además mayor en la comunidad que en el resto de España pese a que la situación laboral no fue peor. Los números no se han recuperado, el cerrado 2018 registró 3.056 demandas de excedencia para cuidados familiares, en 2007 eran 3.423. Las subvenciones destinadas a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral de la Junta ayudaron, pero tampoco lograron evitar este camino de descenso.

Menos feminización

Un recorrido por las cifras de excedencias desde 2006, según los datos de Instituto Nacional de la Seguridad Social, también revela un llamativo cambio social. Mientras hace más de un decenio este tipo de solicitudes eran anecdóticas para los hombres, en los últimos años el crecimiento de la demanda masculina es exponencial y los varones ganaron peso, aunque siguen a gran distancia de la atención femenina.

Así, mientras no llegaban al centenar en 2006, ya fueron 276 el año pasado. En solo cinco años, la demanda ha hecho más que duplicarse y, en una comparativa interanual, superó un aumento del 29% en un solo ejercicio, el último completo. El incremento ha sido progresivo, primero de solo el 5% en 2013, del 17,65% o el 15,20% en las siguientes temporadas y ello mientras la demanda femenina se recuperaba a porcentajes muy lentos, del 0,4%, 2% o como mucho del 12%, y con algún descenso marcado como el de 2013 de casi un 7% negativo, mientras ese mismo año crecían en un 5% las excedencias masculinas.

En 1995, la Ley del Estatuto de los Trabajadores recogió en su artículo 46 el derecho a solicitar un periodo de excedencia para el cuidado de hijos biológicos, adoptados o en acogimiento y familiares, del cual también se hizo eco cuatro años después la norma que promueve la conciliación familiar y laboral. Desde entonces, diversa regulación ha ido mejorando, ampliando, flexibilizando y compensando con subvenciones tal falta de ingresos para promocionar la conciliación de la vida laboral y familiar. La Ley de Igualdad reforzó además esta normativa en 2007.

Los cuidados, tanto de hijos como de abuelos -incluso cuando son suegros- recaen tradicionalmente en las mujeres, una herencia de ese predominio numérico de amas de casa sobre mujeres que trabajaban fuera del hogar y fruto de las costumbres sociales marcadamente machistas y costumbristas. Una tendencia que comienza a romperse.

Datos de excedencia laboral

  • 3.059 Es el número de trabajadores que se tomó una excedencia el año pasado para cuidar de sus mayores, hijos o familiar con discapacidad. De ellos, 2.780 eran mujeres y 279, varones.

  • Beneficiarios. Todos los trabajadores por «cuenta ajena», tanto del sector privado como de la Administración Pública, pueden solicitar excedencia para atender al cuidado de cada hijo, ya sean naturales o adoptados, o de menores acogidos, en los supuestos de acogimiento familiar, permanente o preadoptivo, aunque estos sean provisionales, así como para el cuidado de un familiar hasta el segundo grado de consanguinidad o afinidad, que por razones de edad, accidente, enfermedad o discapacidad no pueda valerse por sí mismo y no desempeñe una actividad retribuida.

  • Condiciones. La Ley del Estatuto de los Trabajadores, establece que: «Los trabajadores tendrán derecho a un período de excedencia de duración no superior a tres años para atender al cuidado de cada hijo, tanto cuando lo sea por naturaleza como por adopción, o en los supuestos de acogimiento, tanto permanente como preadoptivo, aunque éstos sean provisionales, a contar desde la fecha de nacimiento o, en su caso, de la resolución judicial o administrativa».

Obligaciones

Cuidar a quien lo necesita en su propio entorno sigue teniendo un gran peso en la asistencia, tanto sea por edad, dependencia o discapacidad o por varios de estos factores a la vez. De las 275.300 personas con discapacidad que residen en domicilios familiares en Castilla y León, 108.924 (un 39,6%) reciben cuidados personales. Son datos del estudio de Dependencia de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades. Una buena parte de estas personas tienen más de un cuidador, supone una ratio global de 1,40 por persona atendida.

El 73,3% de los mayores con dependencia tiene al menos una persona que se encarga de ellos y que es miembro de su propio hogar, otro 0,7% está atendido por un empleado que reside en su domicilio y el 47,6%, por algún contratado ajeno. En cuanto a la proporción de personas con discapacidad y mayores de 65 años que viven atendidos en sus propias casas, no en instituciones, es más elevada (82.980 de 191.087, un 43,4%). Y la ratio de cuidadores es, en este caso, ligeramente superior, de 1,43. El 68,3% recibe asistencia de un familiar. En el 85% de los casos, el cuidador es un familiar, ama de casa y mujer. Esta tarea, que supone el desempeño de un rol tradicional, «merma de participación social y la autonomía de las cuidadoras, las relaciones interpersonales que se complican y, además, se plantea el deber moral hacia los demás frente a la necesidad de gobernar la propia vida y el escaso valor social del cuidado, más trabajo, y no remunerado», según valora la Fundación ONCE.

Los patrones culturales tradicionales asignan a las mujeres el papel de proveedora principal de atención y cuidado a las personas dependientes. Esto, sumado, «a que las expectativas actuales de autosuficiencia de las familias (alta hospitalaria precoz en muchos procesos, desinstitucionalización de la enfermedad mental, conveniencia de mantener en su medio a ancianos, enfermos terminales y personas discapacitadas) siguen reforzando esta asignación desigual para hombres y mujeres», recoge Discapnet, de la citada organización.

Mujer de mediana edad es el perfil más habitual. Además, las propias cuidadoras familiares consideran su tarea como un deber moral (90%) y, en muchos casos, lo realizan por iniciativa propia (59%). Muchas personas que cuidan se sienten satisfechas con su labor y piensan que eso las dignifica.

Los familiares que con mayor frecuencia prestan cuidados son el cónyuge y los hijos de la persona atendida, sobre todo cuando son mujeres. Así, el 47,9% de los varones atendidos de todas las edades reciben cuidados de sus esposas (52,5% de los asistidos con más de 65 años), mientras que solo el 25,6% de las mujeres cuidadas reciben cuidados de sus maridos.

El tiempo medio dedicado cada semana por el cuidador principal a estas atenciones es de casi 31 horas. Las personas de más de 80 años, sobre todo si son varones, son las que más horas de dedicación reciben. La dedicación media del cuidador principal es mayor cuando las personas dependientes que reciben cuidados son varones y cuando tienen una edad avanzada.

El 94% de los cuidadores de mayores son parientes

El 94% de los mayores de 65 años que precisan ayuda para las tareas cotidianas reciben esa atención de un familiar. Según datos de un estudio de Sacyl, esta dedicación crea claros problemas de salud en la persona que asiste a enfermos y dependientes y el 69,6% padece ansiedad; el 65% insomnio; el 43% soporta una depresión; el cansancio asola al 72%; limita el tiempo de ocio del 73% de los cuidadores; crea conflictos familiares en el 54% de los casos y el 73% padece dolores de espalda. La solución a estos problemas requiere una respuesta sociosanitaria que permita descargar en profesionales el cuidado; pero detectar y tratar estas patologías es importante y, en particular, la identificación temprana para ayudar a prevenir o frenar estas dolencias.

Por ello, ya en 2004 Sacyl implantó en la cartera de servicios el programa de atención al cuidador. Además de prevenir y paliar dolencias es importante mejorar el conocimiento del cómo atender a estas personas: Habilidades para manejar situaciones difíciles, adaptar la vivienda e incrementar la autonomía del dependiente hace más llevadera la asistencia. También es importante aprender a pedir ayuda, poner límites al cuidado, mejorar la organización del tiempo, afrontar los problemas sin sentimiento de culpa e intercambiar experiencias.

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