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Recepción de inmigrantes y refugiados en las Cortes, el pasado 23 abril de 2016, con motivo del Día de la Comunidad .
La mayoría de los refugiados que residen en Castilla y León proceden de Siria y Venezuela

La mayoría de los refugiados que residen en Castilla y León proceden de Siria y Venezuela

Cruz Roja y Accem gestionan el programa del Gobierno en la Comunidad desde marzo de 2016

M. J. Pascual

Viernes, 3 de febrero 2017, 14:16

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Les dejaron salir de Siria, pero antes tuvieron que asistir a una decapitación. Y «especialmente» tenia que verla el niño de 4 años. Así se lo advirtió el soldado al padre de familia cuando intentaba tapar con sus manos los ojos de su pequeño. Esta es una de las familias reubicadas procedente de los campamentos de Grecia, donde recaló su embarcación tras seis agónicas horas a la deriva. La pareja y sus cuatro hijos, de 4, 9, 14 y 16 años, pasan su primera semana en uno de los pisos de Cruz Roja en Palencia.

Castilla y León recibió a los 32 primeros refugiados sirios, procedentes del Líbano, a mediados de julio de 2016, en cumplimiento del Programa Nacional de Reasentamiento. Sus provincias receptoras fueron León, Ávila, Valladolid, Palencia, Soria y Zamora. Pero los preparativos y las primeras acogidas en pisos empezaron antes, en marzo. Hoy, diez meses después, Cruz Roja y Accem, las dos organizaciones que gestionan el programa del Gobierno en Castilla y León, proporcionan asistencia a 370 refugiados.

Proceden de media docena de países en guerra o en situación de conflicto. La mayoría, explica Daniel Duque, responsable territorial de Accem en Castilla y León son sirios, pero también, y aunque ya hace semanas que no están en la portada de los informativos, muchos de ellos son venezolanos. Pero también hay ucranianos, somalíes, congoleños, salvadoreños, iraquíes y colombianos... Unos, huyendo de la guerra; otros, de las maras y otras formas de violencia callejera y organizada, o de dictaduras que les asfixian económicamente. Los números de refugiados son muy cambiantes y dependen de la Dirección General de Migraciones, pero tanto Cruz Roja, en las nueve provincias, como Accem, en Burgos, León, Salamanca y Valladolid, tienen pisos listos para alojar a los que van llegando mientras se les tramitan papeles, tarjeta sanitaria y matrículas en colegios. En la primera fase, los refugiados están en estos pisos durante seis meses (prorrogables a tres más) para familiarizarse con la ciudad, las costumbres y «muy importante», el idioma. La segunda fase del programa es el primer paso a su independencia: se les sigue facilitando ayuda económica, con la que alquilan una vivienda, y formación laboral. No es fácil convalidar sus títulos académicos, «así que se redirige su formación para que le pueda favorecer su inserción». La tercera fase es la completa autonomía, superados los 18 meses de estancia, en condiciones «normales» y hasta 24, en situaciones «vulnerables». Los equipos que les asisten en este tránsito están formados por asistentes sociales, psicólogos, abogados, casi todos, voluntarios. Se trabaja con ellos, precisa Daniel Duque, «mucho, y cada vez más, en el plano psicológico, porque vienen bastante tocados, cada vez detectamos más problemas de salud mental».

Un trabajo a medio y corto plazo porque, de entrada, «la mayoría quiere volver a sus países, allí lo dejaron todo». Pero, de momento, se busca su integración en las ciudades de acogida. Reconocen en ambas ONG que un pequeño porcentaje, decide marcharse a otros países. Puntualiza al respecto Emma Fernández, responsable de Refugiados de Cruz Roja en Castilla y León, «que los recursos habitacionales y económicos pasan a un segundo plano cuando se trata del amparo familiar». Casi todos los que se han ido (unas once familias) lo han hecho para reunirse con familiares en Alemania, «donde hay una importante colonia siria desde los años cincuenta», explica el representante de Accem. Se marchan, aún corriendo el riesgo de que, al ser detectados, se les vuelva a trasladar aquí, porque forman parte del cupo español. Pero son más los que se quedan. Como las familias sirias que llegaron hace tres semanas a Ávila. «Primero querían ir a Madrid, pero ahora les gusta». Sobre todo, por los niños. Ellos los auténticos integradores.

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