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Imagen de un campo de trigo.
Los agricultores de la Comunidad optan por semillas certificadas por los rendimientos y la «tranquilidad»

Los agricultores de la Comunidad optan por semillas certificadas por los rendimientos y la «tranquilidad»

Hasta un 20% más de productividad y «hacer las cosas bien» justifican para muchos el precio a pagar de las semillas legales en el campo de Castilla y León.

ICAL

Domingo, 20 de septiembre 2020, 11:49

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El uso de las semillas certificadas R1 en las explotaciones de los agricultores de Castilla y León se extiende de forma paulatina después de que los profesionales del campo hayan constatado unos mayores rendimientos y la tranquilidad de saber que trabajan dentro de los márgenes de la ley. Pese a ello, aún hay un 40 por ciento de labradores que continúa con la utilización de semillas R3, aún arriesgándose a las sanciones, que pueden llegar a los 5.000 euros.

Las semillas certificadas han demostrado mayores rendimientos con menor cantidad de semilla por hectárea, además de presentar la ventaja de que se adaptan mucho mejor al suelo y a las condiciones climáticas, por lo que reduce el uso de abonos o fertilizantes. También, constatan una mayor resistencia a enfermedades y plagas, lo que reduce a su vez el uso de tratamientos fitosanitarios para mantener la planta. Esto es por lo que cada vez son más los que optan por variedades certificadas o R1.

Ventura González es un de los agricultores que apuesta por este tipo de semillas. Tiene cerca de 250 hectáreas de cereal y considera «clave» el rendimiento y el factor de germinación. «Con un 96 o 98 por ciento de germinación, utilizo 160 kilos de semilla por hectárea en la siembra», mientras que con un factor del 75 o 80 por ciento de la R3, se va a 200 y hasta 220 kilos por hectárea. De hecho, González solo siembra semilla R1 y multiplica semillas para que las casas especializadas y centros de selección puedan convertirlas en R2 certificadas, válidas para el siguiente año.

Carolina Ramos también trabaja solo con semilla certificada en sus 160 hectáreas de cereal en la zona burgalesa de Lerma. El rendimiento que han notado de la R1 a la R3 es cercano al 20 por ciento, y añade que «tenemos menos plagas y necesitamos menos fitosanitarios», de manera que «lo que pagas en la compra se compensa con creces».

En el caso de Miguel Ángel Martín, con 60 hectáreas en la comarca de La Moraña, tampoco tiene dudas. «Da más producción», afirma tajante, y ve sobradamente justificado el pago del canon o 'royalty' en el caso de la R2, semilla acondicionada para la segunda siembra que suponen «dos euros por hectárea». «Pagar el canon a nadie nos gusta» coincide Ventura González, pero aclara que «dos euros más para investigación sobre 500 no son nada por hectárea».

En el punto de mira

Carolina Ramos añade una variable más, que es la tranquilidad. «Nos gusta hacer las cosas bien y dormir tranquilos», confiesa. Y es que la picardía está cada vez más acorralada en el campo castellano y leonés gracias al trabajo del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona), que ha intensificado sus actuaciones para inspeccionar las explotaciones en busca de esas malas prácticas que no solo perjudican a las compañías de semillas, sino a la calidad del producto y al medio ambiente.

De hecho, las sanciones pueden llegar hasta los 5.000 euros de multa y los nueve meses de prisión por el uso continuado de semillas no certificadas. El agricultor que compra una semilla R1 o R2 trabaja dentro de la legalidad, al igual que si realiza el acondicionamiento de grano de forma reglamentaria. Por eso desde el Seprona recuerdan que la única semilla que puede ser comercializada legalmente para siembra es la certificada, y que los agricultores están autorizados a reemplear como semilla la producida por sí mismos, e inciden en que ésta no puede venderse ni intercambiarse entre agricultores.

Sorprende con estas cifras que exista aún cerca de un 40 por ciento de los agricultores de Castilla y León que sigue utilizando semillas R3, aún arriesgándose a este tipo de sanciones. «La gente todavía no se ha sentado a hacer números», opina Carolina Ramos, que pide mirar los rendimientos más a largo plazo y no solo en el precio inicial de la semilla, porque «a la larga compensa» tanto en los rendimientos como en los tratamientos.

Además, considera que la tranquilidad de hacer «las cosas bien» y contribuir a la investigación y la innovación del campo» también influyen, ya que supone una gran ayuda para «combatir» el cambio climático.

Miguel Ángel Martín es de los que ha aprendido a base de «trompazos» con una sanción sobre un terreno de regadío, impuesta por lo que llama coloquialmente «la SGAE del campo» aunque matiza que «son primos carnales». Cree que este comportamiento procede de «otra mentalidad», y asegura que las nuevas generaciones de agricultores, las más jóvenes, asimilan a la perfección que el precio de la semilla R1 y el pago del canon o 'royalty' para investigación está más que compensado. «La inversión en genética ha conseguido muchísima más producción», observa Martín, quien se muestra convencido de que se irá a un mayor uso de semilla certificada a medida que se conozcan estas ventajas.

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