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Cría de lince ibérico.
El consumismo también amenaza nuestra biodiversidad

El consumismo también amenaza nuestra biodiversidad

Un estudio vincula el aumento del ritmo de las exportaciones comerciales con la extinción de algunas especies

Daniel Cabornero

Miércoles, 4 de enero 2017, 18:01

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El consumismo del mal llamado primer mundo, incluyendo ahí su explotación de los recursos naturales, ha tenido tal repercusión en el último siglo que poquísimos analistas han logrado descifrar aún su alcance. El ritmo al que aumentan las exportaciones representa un gran impacto sobre la biodiversidad aunque ésta se halle a miles de kilómetros del cliente de una tienda.

Lo corrobora un estudio, publicado este miércoles en la revista Nature Ecology & Evolution, que revela a los consumidores de Estados Unidos, China, Japón y la Unión Europea (UE) cómo los productos exportados amenazan tanto a especies vegetales como animales. Así, un mapa planetario ha detallado cómo el circuito de exportaciones hace peligrar flora y fauna de sendos países de origen.

Otro informe previo ya había establecido que el 30% de la biodiversidad estaba bajo amenaza por el comercio internacional. Pero el nuevo estudio, centrado en 6.803 especies marinas y terrestres vulnerables, ha señalado los «puntos calientes» que más arriesgan hacia su entorno. «Hemos identificado lugares amenazados en un pequeño número de países. Este mapa debería facilitar que se iniciara una colaboración directa entre productores y consumidores», afirma uno de los autores del estudio, Keiichiro Kanemoto, profesor en la Universidad de Shinshu (en Nagano, Japón).

Kanemoto ha liderado el proyecto junto a Daniel Morán, asistente doctoral en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. Su equipo ha calculado el porcentaje exacto de amenaza de una especie en un país respecto al consumo de productos en otro, siguiendo las pautas de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (IUCN, en inglés), de BirdLife International y de otros organismos oficiales.

Localizar las áreas en las que la vida silvestre se ve más amenazada es crucial para una efectiva gestión de conservación; y, sobre todo, debido a que análisis previos no habían considerado la cadena de suministro y el vínculo que hay entre la demanda de recursos con el consumo final de productos. «Una vez que se conozca el impacto ambiental de una cadena de suministro, mucha gente a lo largo de esa cadena podrá actuar, no sólo a los productores», ha declarado Morán.

Como ejemplo baste que el consumo estadounidense amenaza a especies en la costa este y oeste del sur de México, en América Central, el sur de Europa, el Sahel, el sureste de Asia o Canadá. Para obtener café o tofu se arrasaron bosques en Mato Grosso (Brasil) o Sumatra (Indonesia), agravando la situación de las especies ya en peligro de extinción.

«Si la UE quería mirar el papel que juega en los problemas en Indonesia, podrían mirar los mapas producidos por los investigadores y ver qué tipo de impactos crean los consumidores de la UE en el país y así podría decidir ajustar sus programas de investigación o sus prioridades ambientales para centrarse en ciertos puntos de acceso en el sudeste de Asia. Las empresas también podrían utilizar estos mapas para saber dónde están sus puntos de impacto ambiental y hacer los respectivos cambios», ha añadido Morán.

Desde iPhones hasta muebles de Ikea

Los productos manufacturados, desde los iPhones hasta los muebles de Ikea, también contribuyen al declive de la vida salvaje, según este estudio. Otro dato: alrededor del 2% de la amenaza que pesa sobre la rana arlequín en Brasil puede ser atribuida directamente a la explotación forestal relacionada con la producción de bienes destinados a Estados Unidos.

En el sur de Brasil, la deforestación para los pastos destinados al vacuno pone en peligro al mono araña, una especie también amenazada en América Central por la producción de café. Actualmente, el 90% de los más de 6.000 millones de dólares movilizados cada año para la conservación de las especies es invertido en las naciones ricas donde precisamente se recauda ese dinero.

El informe también dedica un espacio al sur de Europa; la producción de aceite de oliva español que se exporta a EE UU tiene un efecto directo sobre el lince ibérico, debido a la construcción de presas para controlar la irrigación. A este felino, declarado en 1986 como especie en peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), le atañe la menguante población en su hábitat de conejos, ya que es su principal caza natural y propicia que recorra enormes territorios a fin de buscar sustento para sobrevivir.

Para los expertos es urgente hallar soluciones ante la pérdida de biodiversidad ya que la Tierra ha entrado en un momento de «extinción masiva», en el que animales y plantas están desapareciendo 1.000 veces más rápido que hace algunos siglos. En los últimos 500.000 años solo ha habido seis fenómenos como este y algunos de ellos acabaron con 95% de todas las formas de vida.

Los cálculos de este estudio no cubren el impacto del comercio ilegal en la vida salvaje, como sería la caza de elefantes para obtener marfil o la captura de pájaros y réptiles exóticos para venderlos como mascotas. Todavía sigue viento en popa el tráfico ilegal, valorado en unos 150.000 millones de dólares anuales por la Convención de la ONU sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas y Fauna y Flora Salvaje (CITES).

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