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El Cristo de Gregorio Fernández.
Siete palabras en verso de agonía

Siete palabras en verso de agonía

La agonía de Cristo sobre la cruz protagoniza la popular Procesión de las Siete Palabras, que vuelve a contar con una notable afluencia de público en las calles y pregona los últimos instantes de vida de Jesús

rubén fariñas

Viernes, 14 de abril 2017, 23:28

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El ocaso de la tarde anunciaba agonía. Una cruz y siete frases que se clavan en el calvario asumido por Jesús el nazareno.

Los caballos, como marca la tradición, abrieron uno de los cortejos más populares de la capital. La Procesión de las Siete Palabras era un verso de agonía.

«Perdónalos porque no saben lo que hacen», rezaba la primera de ellas, la única que no dispone aún de imagen.

La Hermandad de Jesús Divino Obrero volvía a apoyar a la penitencial tricolor de San Marcelo aportando su banda y un gran número de hermanos de filas.

El primero de los pasos, sobre ruedas, muestra las tres cruces que se elevan en el Monte Calvario. «En verdad te digo que mañana serás conmigo en el Paraíso». Dos ladrones, uno arrepentido y el otro no, escoltan a Jesús.

El dolor de una madre al ver a su hijo en el madero, el desgarrador lamento de su mejor amigo y el consuelo de Cristo. «Madre, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu madre», era la representación de la tercera talla, de madera sin policromar, que desplazaban los papones de la Cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz.

La Banda de Música del Nazareno, sin apenas descanso, acompañaba la cuarta palabra. «Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?», se pregunta Jesucristo desde la cruz, evidenciando su condición de hombre y clamando al cielo una respuesta.

Su muestra de humano se manifestaba de nuevo. «Tengo sed», reclamó el Hijo del Hombre, solicitando que alguien liberase su agonía. La Agrupación Musical del Gran Poder hacía resonar sus melodías para acompañar el paso.

«Todo se ha consumado», exclamaba Cristo, asumiendo su destino y ante las lamentaciones de una madre destrozada por el dolor.

Por último, con los sones de la Banda de las Siete Palabras, llegaba el Cristo de los Balderas. La obra de Gregorio Fernández cerraba sobre su trono dorado el cortejo. «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», suplicaba un agonizante Jesús en su último pronunciamiento.

Un desfile solemne y lúgubre, que ha recorrido las calles de León para anunciar el fin de la vida terrenal y el inicio de la esperanza en la resurrección.

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