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Jueves, 13 de abril 2017, 18:34
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La llaman de la Amargura, pero realmente es una de las más agradables y esperadas por el público leonés.
La Real de Minerva y Vera Cruz ha puesto sobre las calles del casco histórico hasta siete tallas de su imaginería devocional para no faltar a su cita con el Miércoles Santo.
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Los 1.800 papones con los que cuenta la penitencial de San Martín han partido desde el empedrado del Grano para atravesar con sus llamativos pasos las principales arterias de la ciudad.
Tras la ronda, a toque de clarín y tamboriles, comenzaba el paso por el Vía Crucis a través de las tallas que reflejaban el calvario de Cristo.
Abría el excelso cortejo devocional el Lignum Crucis, uno de los pasos más valorados por los hermanos de Minerva. En su interior, se custodia una astilla de la Santa Cruz y su inmenso trono parece elevarle hasta el mismo cielo.
Comienzo del calvario
El sufrimiento de Jesús se evidenciaba con la segunda talla de la centenaria cofradía. El Santo Cristo Flagelado del Desamparo y de la Caridad muestra el sufrimiento del Hombre, atado a una columna, en el momento en que es castigado en su calvario.
Despojado de sus ropas y prendido de sus manos. Nuestro Padre Jesús de la Humillación y la Paciencia asomaba su mirada fría y alzada, encomendándose al Cielo ante el futuro cierto.
Tras él, Nuestro Padre Jesús de la Salud, última obra adquirida por la penitencial. Un nazareno portaba la cruz y, tras él, un romano le marcaba el camino hacia el Calvario.
Y de la pasión se pasaba a la muerte. Minerva y Vera Cruz adelantaba al miércoles el final del Viernes Santo. El Santo Cristo del Desenclavo mostraba un crucificado que yacía sobre los maderos.
Dos tallas marianas cierran la procesión
El dolor de una madre ante la cruz y con su hijo muerto sobre sus brazos era la dura imagen del amor maternal desgarrado. La Virgen de la Vera Cruz, una piedad que caminaba solemne ante la atenta mirada de las miles de personas que abarrotaron las calles de León.
Cerraba la procesión, dando nombre a la misma, la Virgen de la Amargura. Manos entrelazadas en busca de la súplica y mirada perdida reflejando la soledad ante la inexistencia de su único hijo.
Toda una muestra de arte devocional la que ha vuelto a plasmar Minerva y Vera Cruz para admiración y devoción de una ciudad que vuelve a disfrutar de un museo en la calle, igual que lo hace en cada primavera.
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