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Fina Mitjanes y Carmen Vendrell, en un banco de una plaza de Ivorra. Ignacio Pérez
El pueblo más independentista de Cataluña

El pueblo más independentista de Cataluña

«Todos estamos de acuerdo, ni siquiera hablamos de eso», confiesan los habitantes de Ivorra, una localidad que conserva su aspecto medieval y en la que lo secesionistas acaparan el 97 % de los votos

Carlos Benito

Domingo, 1 de octubre 2017, 02:28

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Ivorra es conocido, sobre todo, por un momento de duda. Pero no se trató de una duda cualquiera, sino de la Santa Duda, una flaqueza tan trascendente y mayúscula que tuvo que intervenir el mismo Dios para corregirla. Cuentan las crónicas medievales que, allá por el año 1010, el párroco de este pueblo de Lleida se dejó influir por algunas corrientes heréticas de la época y empezó a desconfiar de la transustanciación: ¿y si Cristo no estaba realmente en la Eucaristía? Un día, mientras celebraba la misa, el vino del cáliz se convirtió en sangre, que rebosó de la copa y manchó el mantel del altar. Aseguran, también, que las campanas empezaron a repicar solas para difundir el milagro a los cuatro vientos.

En los últimos años, en cambio, Ivorra destaca precisamente por la determinación casi unánime de sus habitantes, al menos en materia política: en las elecciones autonómicas de 2015, este municipio de 114 habitantes registró la mayor proporción de voto independentista de toda Cataluña, un 96,7%. De las 92 papeletas emitidas, 84 fueron para Junts pel Sí, cinco para la CUP y las tres restantes... las tres restantes se las llevó el PP, aunque los vecinos parecen considerar este detalle algo así como un misterio insondable o un nuevo prodigio sobrenatural. El forastero llega a Ivorra con la idea maliciosa de dar con alguno de esos votantes del PP, pero muy pronto ha de admitir que bastante suerte tendrá si logra dar con alguien, así en general: el apretado casco urbano, dominado por la Torre del Moro y su inevitable estelada, aparece desierto, sumido en un letargo de apariencia duradera.

La visita se produce en pleno momento de crisis por los registros y las detenciones de la Guardia Civil, justo cuando arrecian en Barcelona las protestas callejeras, pero este pueblo campeón del independentismo parece inmune a toda exaltación. Y los dos primeros seres humanos que se exponen a la vista suenan mucho más prudentes que los manifestantes de la capital: «La cosa se ha ido poniendo negra, muy negra. Si votamos y gana el no, seguiremos igual. Y si votamos y gana el sí, también seguiremos igual», analiza Carmen Vendrell, una señora que descansa en un banco con su amiga Fina Mitjanes. «Ya, ya sé que algunos se creen que al día siguiente, el 2 de octubre, seremos independientes. Pero yo pienso que nuestros hijos no llegarán a ver la independencia, porque Cataluña es la gallina de los huevos de oro», prosigue. Fina la interrumpe: «Siiií, nuestros hijos sí». Y Carmen concede: «Hombre, los chavales de 10 años a lo mejor sí, nuestros nietos, pero los de 50 ya no».

1. Salón de actos. Eugenia Teringuer muestra la urna del pueblo, envuelta en papel de regalo.2. Chapas. Un detalle del expositor situado tras la barra del local social. 3. Carlos López toma notas en la mesa del rincón del local. Ignacio Pérez
Imagen principal - 1. Salón de actos. Eugenia Teringuer muestra la urna del pueblo, envuelta en papel de regalo.2. Chapas. Un detalle del expositor situado tras la barra del local social. 3. Carlos López toma notas en la mesa del rincón del local.
Imagen secundaria 1 - 1. Salón de actos. Eugenia Teringuer muestra la urna del pueblo, envuelta en papel de regalo.2. Chapas. Un detalle del expositor situado tras la barra del local social. 3. Carlos López toma notas en la mesa del rincón del local.
Imagen secundaria 2 - 1. Salón de actos. Eugenia Teringuer muestra la urna del pueblo, envuelta en papel de regalo.2. Chapas. Un detalle del expositor situado tras la barra del local social. 3. Carlos López toma notas en la mesa del rincón del local.

Las dos mujeres relatan, todavía con la sorpresa en el cuerpo, que hace unos días se presentó la Guardia Civil en busca del alcalde, de ERC -«aquí se les ve poco», aclaran-, y trazan un rápido perfil de un pueblo de rica historia y presente lánguido: en la plaza estaba el colegio de antaño, donde alborotaban una veintena de críos, pero ahora ya solo queda una niña en Ivorra. La gran riqueza del municipio son las granjas de cerdos. «Si no, los payeses no podrían vivir de la tierra», lamenta Fina, a la que su amiga reprende por haberse pasado inadvertidamente al catalán. «Habla en castellano, que no te entiende».

Unos bocinazos rompen la paz a fuerza de insistir. Es la furgoneta del panadero, que viene de Guissona, un pueblo situado a solo doce kilómetros pero que, sociológicamente, bien podría estar en otro mundo: se trata del municipio catalán con mayor proporción de inmigrantes, el primero de toda España donde el número de nacidos en el extranjero superó al de nacionales. Al reclamo del pan y las magdalenas acude una vecina más joven, Mercè Gené: «Vengo alucinando, porque acabo de ver por la tele las imágenes de las detenciones. Me parece que estamos igual que en tiempos de Franco», compara. ¿Qué significa España para usted? «¿España...? La verdad es que aquí la vemos un poco lejana, porque somos todos independentistas, pero siempre respetamos a todo el mundo: al pueblo suelen venir andaluces y nunca ha habido ningún problema».

- Oiga, ¿y qué hay de esos tres votos para el PP?

- Son votos fantasma, siempre salen.

Durante siglos, Ivorra fue un destino habitual para peregrinos atraídos por el milagro, hasta el punto de que, en el siglo XVII, hubo que construir el Santuario de la Santa Duda. Al trozo de mantel ensangrentado se habían sumado otras cotizadas reliquias, obsequio del papa Sergio IV, como un cabello de la Virgen, una espina de la corona de Cristo o un fragmento de piedra del sepulcro. Hoy el turismo religioso ya no es lo que era, pero el pueblo se anima los fines de semana, cuando vienen las familias de ciudad a visitar a los abuelos y se toman el vermú en el local social.

Películas francesas

Esta mañana, en el local solo está Carlos Pérez, el encargado, que consigue que el interior del bar transmita todavía más serenidad que el resto del pueblo: el hombre está tomando notas en una mesa cubierta por un mantel rojo, con cierto aire de gobernador, mientras suena de fondo una selección de bandas sonoras de películas francesas. En la tele, sin sonido, La Sexta emite imágenes de lo que está ocurriendo en la Ciudad Condal, y de las paredes cuelga un cartel de ERC en favor del sí, otro del Barça como campeón de la Copa del Rey, uno de la Champions de 2006 firmado por Puyol y un expositor de chapas, entre las que llaman inevitablemente la atención las del burro catalán sodomizando jovialmente al toro de Osborne.

Junts pel Sí recibió la práctica totalidad de los votos. Si se suman los 5 de la CUP, da un 96,7%

Política

Carlos es de Barcelona y antes trabajaba de comercial, pero se vino a Ivorra con su pareja cuando les ofrecieron llevar el local. «He pasado del mundanal ruido a esto», resume, abriendo los brazos para abarcar sus plácidos dominios. Desde detrás de la barra es testigo de buena parte de las conversaciones del pueblo, así que puede certificar que aquí existe poco debate sobre el soberanismo y el referéndum: «Hay una atmósfera tranquila, porque prácticamente todos estamos de acuerdo. En realidad, ni siquiera se habla mucho del asunto. Cuando se reunieron los alcaldes sí vino todo el mundo a mirar la tele, porque estaba también el de aquí, pero el resto del tiempo se charla de otras cosas». A Carlos no le cabe la mínima duda de que en Ivorra, si se llega a votar, «todo irá al sí», pero también está convencido de que en el conjunto de Cataluña se impondrá el no. ¿Qué tiene de deseable la independencia? «El saber que vas a ir económicamente mejor se junta con el sentimiento de haber nacido aquí. A la larga, en diez años, Cataluña será un país mucho más rico, con mejores pensiones y sueldos. Eliminar intermediarios siempre es bueno, siempre supone ahorro».

Durante muchos años, Ivorra fue lugar de peregrinación por un milagro medieval

Religión

«Si no hay problemas con la Guardia Civil o los Mossos, seguramente se votará aquí dentro», desvela. En el salón de actos, junto a los banderines de las fiestas y una buena provisión de disfraces, está la urna del pueblo, que por el momento nadie ha intentado requisar. La tienen envuelta en papel de regalo y Eugenia Teringuer, la pareja de Carlos, posa con ella para una foto, luciendo además el gorro de un traje de pirata. Hay bromas en el local social y calma chicha en las calles, pero la tele continúa mostrando imágenes de la Rambla de Cataluña, donde las protestas se vuelven cada vez más tensas. Carlos mira la pantalla con gesto preocupado y pronuncia cinco palabras que parecen llegar de otra dimensión.

- Así empiezan las guerras civiles.

«Los insultos en catalán salen muy bien»

En Ivorra, todo el mundo se comunica en catalán, y a muchos residentes se les nota que tienen que concentrarse para no abandonar el castellano en mitad de la conversación. «La verdad es que a mí me cuesta esfuerzo», admite Mercè Gené. ¿Qué lengua es mejor para discutir en casa? «Los insultos en catalán salen muy bien», se ríe.

Mercè, oriunda del pueblo, señala a Carlos y Eugenia, los barceloneses que llevan el local social: «Mira, él muchas veces habla en castellano y nadie le dice nada». Y el aludido aclara: «Es que a Eugenia la conocí en castellano». De ahí, el pique amistoso pasa a la televisión: a Mercè le llama la atención que Carlos tenga puesta La Sexta en lugar de TV3. «Me gusta conocer todos los puntos de vista», se defiende él.

Aunque Girona es tradicionalmente la provincia más favorable a la ruptura con España, resulta curioso comprobar que los dos municipios con mayor índice de voto independentista en las autonómicas de 2015 están en Lleida: justo detrás de Ivorra se sitúa Arsèguel, un pueblito del Alt Urgell donde se rozó el 96%.

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