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De nuevo, en campaña electoral

Antonio Papell

Viernes, 4 de marzo 2016, 22:32

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El fracaso previsto de la investidura de Pedro Sánchez abre paso a unas muy probables elecciones generales. En teoría, y según el artículo 99.5 de la Constitución, quedan casi dos meses para la negociación y el pacto, pero los intentos fallidos que nos han traído hasta aquí dificultan grandemente los acuerdos en ese plazo teórico hasta volverlos casi imposibles.

Podemos ya ha anunciado que desde mañana mismo intentará abrir una negociación con le PSOE para cumplir su desiderátum de formar un gobierno de coalición de izquierdas. Hay motivos para dudar que semejante iniciativa sea sincera ya que el verdadero objetivo de la organización de Pablo Iglesias es expulsar al PSOE del mapa y convertirse él mismo en la verdadera izquierda. De hecho, el líder de esta organización ya ha explicado con su proverbial arrogancia que sólo él representa al pueblo genuino.

En cualquier caso, el pacto con el PSOE es imposible, por varias razones. Primero, porque los socialistas no van a olvidar fácilmente la grosera humillación que Iglesias les ha infligido al dudar de su palabra el líder de Podemos ha manifestado que su presencia en el gobierno es necesaria para vigilarlos- ni las ofensas a Felipe González, que no sólo es un símbolo socialista sino también un verdadero referente de los demócratas de este país. Segundo, porque esta fórmula dejaría en última instancia la gobernabilidad en manos de los soberanistas catalanes, algo que el PSOE ya ha explicado que no va a aceptar. Y tercero, porque muchos actores económicos y sociales que influyen en la toma de decisiones han podido ya comprobar que el proyecto político de Podemos, que incluye un incremento del gasto de 96.000 millones de euros en cuatro años, referéndums de autodeterminación en las comunidades históricas y supeditación del poder judicial al poder ejecutivo, no es homologable en Europa. Iglesias, defensor de los derechos del preso político Otegi y cómplice del régimen venezolano que sí mantiene en prisión presos políticos de verdad, no puede ser un compañero de viaje para un partido venerable como el PSOE, de larga tradición democrática y estrechamente emparentado con la socialdemocracia europea.

La otra opción es, sigue siendo, la gran coalición, que probablemente volverá a reclamar Rajoy el PP ya lo ha anunciado-, aunque sólo sea para poder exhibir como argumento la negativa socialista a tal designio. Parece claro y totalmente fuera de duda que el PSOE no va a acceder a esta posibilidad, que se aleja aún más, si cabe, después del duro cara a cara entre Rajoy y Sánchez y de las críticas vertidas por Ciudadanos contra el líder popular. La corrupción continúa aislando al gran partido conservador, que no recuperará el porte y la envergadura hasta que adopte medias radicales que lo liberen de esa contaminación. En las condiciones actuales, ni siquiera parece que pueda haber unas verdaderas conversaciones PP-Ciudadanos (como se sabe, la suma de estos dos partidos es insuficiente para una mayoría de gobierno).

Así las cosas, el bloqueo puede hacerse opresivo con el tiempo, y el plazo de dos meses pesará sobre una losa sobre tal situación. Si no se produce algún movimiento expresivo, será incluso difícil que el Rey designe a otro candidato (o al mismo) para que pruebe fortuna en otra sesión de investidura. Aunque sí es probable que don Felipe mantenga otra ronda de conversaciones, aunque sólo sea para cumplir escrupulosamente los preceptos constitucionales (el art. 99.4 dice que, si el primer candidato no obtiene la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores).

No puede, en definitiva, descartarse que si cunde la sensación de bloqueo, el Rey convoque a los líderes políticos para constatar la imposibilidad de lograr la investidura y la conveniencia por tanto de convocar enseguida elecciones, previa consulta de constitucionalidad de tal medida al Tribunal Constitucional o de legalidad al Consejo de Estado (tal anticipación no está prevista en la Carta Magna). De este modo, se ganaría un tiempo precioso y se abortaría la creciente inquietud que experimenta la sociedad española ante un impasse tan largo y poco productivo.

De cualquier modo, es evidente que esta misma noche empieza una larga campaña electoral, con la carga de afectación y protocolo que ello supone. Porque las cuatro grandes formaciones intentarán por todos los medios explotar lo sucedido en su provecho y orientar el desenlace de este proceso fallido hacia su beneficio. En teoría, y dada la madurez de esta ciudadanía, los resultados de las nuevas elecciones no deberían diferir mucho de los que se obtuvieron el 20D, pero es claro que los comportamientos de los diferentes candidatos a lo largo de este recorrido influirán en la decisión final, que en teoría debería premiar a quienes más afanosamente han buscado la gobernabilidad, el pacto y el acuerdo, y castigar a los que más reacios han sido a acomodarse a las dificultades de la negociación.

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