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¿Y ahora, qué?

La sorprendente victoria del 'Brexit' plantea un sinfín de interrogantes sobre el futuro de Europa que no auguran nada bueno para Reino Unido

Adolfo Lorente

Viernes, 24 de junio 2016, 07:20

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El vértigo se resume con una sencilla pregunta: ¿Y ahora, qué? "Mucho me temo que deberemos improvisar sobre la marcha", advertía este periódico un veterano diplomático comunitario hace sólo unos días. Hoy, a las 10.30, habrá una reunión de emergencia ya prevista hace tiempo que protagonizarán el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, el del Consejo, Donald Tusk, el del Parlamento, Martin Schulz y el de la presidencia rotatoria de la UE en el primer semestre, el holandés Mark Rutte. Habrá que estar muy atentos al tono, a los gestos, a cada palabra. "La reacción no será ofensiva hacia Reino Unido, sino defensiva hacia nuestro propio proyecto, en nuestro favor", augura un destacado miembro del Eurogrupo.

¿Y ahora, qué? Por partes. Hasta que el Gobierno británico no informe de forma oficial a Bruselas su deseo de abandonar el club, "no ocurrirá absolutamente nada". De hecho, puede que esta comunicación tarde días o incluso semanas en función del caos político que se origine en Reino Unido con una posible dimisión inmediata del premier, David Cameron. Cuando lo haga, empezará la "fiesta". Según el artículo 50 del Tratado, se abrirá un periodo de negociación que durará dos años, que puede ser prorrogable por unanimidad en principio durante otro ejercicio. Ojo, esto para salir, luego queda lo complicado: negociar la nueva relación jurídica entre Reino Unido y la UE. Según alerta el responsable de los servicios jurídicos del Consejo entre 1988 y 2010, Jean Claude Piris, la negociación "podría prolongarse incluso una década". Durante todo este tiempo, nada cambiaría. Reino Unido sería miembro de pleno derecho, con sus poderes de voto y su capacidad ejecutiva en el club.

El "Brexit" es un mar de incógnitas. Por ejemplo, ¿qué actitud adoptará la UE ante Londres? Existen dos corrientes. La primera, sostenida por Francia y líderes como Juncker, habla de ser muy duros con Londres por varios motivos. Uno, para dar un escarmiento a los británicos por su rechazo al club. Y dos, para marcar el terreno de juego a futuros movimientos euroescépticos. "Los desertores no serán recibidos con los brazos abiertos", ha zanjado Juncker. "Fuera es fuera", incidió.

Noruega, Canadá...

Sin embargo, que nadie espere una declaración de guerra hacia Londres. Al final, el pragmatismo se impondrá. Aunque países como Francia, España o Italia aboguen por seguir ahondando en ese gran principio fundacional llamado "an ever closer union" (una unión cada vez más estrecha), no habrá mensajes grandilocuentes. "En el actual clima político, no habrá pasos adelante históricos y dramáticos, aunque seguiremos hacia adelante", barruntó el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. "Es mejor dejar a un lado las utopías", advirtió hace unos días Donald Tusk.

Respecto a la nueva relación jurídica de Reino Unido con la UE, existen varios escenarios posibles y ninguno favorable para los británicos, como detalla Piris en un informe publicado por el think tank "Centre for European Reform". Los partidarios del "Brexit" quieren aprovecharse de las grandes beneficios de la UE (el mercado único de 500 millones de habitantes) pero hacerlo a su modo, sin aportar dinero a Bruselas ni someterse a sus reglas. La UE, sin embargo, no lo permitirá.

Una salida a malas supondría tratar a Reino Unido como un país tercero ajeno con la inmediata implantación de aranceles (y ojo, la mitad de sus exportaciones son a Europa).

Otra de las opciones es que se convierta en otra Noruega, es decir, con mucha independencia pero con acceso al mercado único. El problema es que deberían someterse a las reglas comunitarias sin poder influir sobre ellas, como hace ahora, y tendrían que respetar las grandes libertades que imperan en el club, como la circulación de personas y trabajadores, una de las líneas rojas de los partidarios del "Brexit".

Quizá la alternativa más lógica, más allá de la visceral respuesta inicial, sea negociar un acuerdo bilateral a medida de ambos bloques en el que Reino Unido logre un tratamiento especial en lo referido a las políticas comerciales, las más relevantes.

Así que es muy posible que el remedio sea peor que la enfermedad.

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