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Historia de un voto en Nueva York

Historia de un voto en Nueva York

Así vivió la jornada electoral una vallisoletana que obtuvo la nacionalidad estadounidense hace dos años y que participa por primera vez en las elecciones a la Casa Blanca

elisa campillo

Jueves, 10 de noviembre 2016, 21:11

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El día de las elecciones amanece soleado en Nueva York, una más de esas típicas mañanas de principios de noviembre aunque bastante más cálida que las jornadas precedentes. Las radios locales, muchas de ellas latinas, informan de que en los colegios electorales se forman largas colas «nunca vistas« desde primera hora de la mañana -los centros abren a las seis en este estado-.

Ana Posada, vallisoletana residente en Nueva York y con ciudadanía estadounidense desde hace dos años, prefiere esperar a la tarde para acudir a votar. Es la primera vez que lo hará en unas elecciones presidenciales en Estados Unidos, país al que llegó en el año 2007. En 2014 pudo obtener la nacionalidad estadounidense tras aprobar un test de conocimientos sobre la historia y organización del país. «Fue curioso porque después de tanto tiempo aquí, oficialmente me concedieron la ciudadanía el 24 de diciembre, el día de Nochebuena, y estaba en España», recuerda. A su vuelta a Nueva York, en enero, todavía le quedaba asistir a la ceremonia de jura de bandera. «De manera simbólica, los asistentes rompen su carta verde, la tarjeta de residente, porque ya no son residentes sino ciudadanos estadounidenses», explica. Aprovechó la obtención de este nuevo estatus para registrarse como votante y así poder ejercer su derecho a voto en cada cita electoral. «Hace un año pude votar en las primarias, pero esta es la primera vez que voto en las presidenciales y me hace mucha ilusión».

Ana, que vive en el neoyorquino barrio de Brooklyn, pasa la mañana del Election Day en Manhattan.

A pesar de que es un día laborable, la intensidad del tráfico es menor que si se tratase de un martes cualquiera. El centro de Manhattan sigue siendo el hervidero habitual de turistas, trabajadores con prisas y conductores airados de claxon fácil que pitan sin cesar como si los pitidos sirvieran para aligerar el tráfico. El despliegue policial se hace notar y los helicópteros pueden oírse durante todo el día sobrevolando la zona.

Este martes aún no es raro cruzarse con personas que llevan colgada al cuello la medalla que reconoce que alcanzaron la meta en el maratón del domingo. Sin embargo, empiezan a destacar unas cuantas que lucen en su solapa pegatinas con el lema He votado. Es una manera de indicar su participación en el acontecimiento democrático y de animar a otros a que también lo hagan.

Los niños aprovechan la agradable temperatura para jugar en los parques, ya que las clases se han interrumpido en este día en el que los colegios cambian los pupitres por las mesas electorales y las máquinas para emitir el voto. Solamente algunos niños acudirán por la tarde para seguir sus entrenamientos deportivos y actividades extraescolares.

Ana llega a su centro electoral, un instituto de Brooklyn, sobre las cinco y media de la tarde. A estas alturas del año en Nueva York es ya noche cerrada. En las vallas del instituto se pueden ver carteles con indicaciones para los votantes. Como ese que insta a no quedarse merodeando a 100 pies de la entrada del edificio o a no hacer campaña en las inmediaciones. Y luego, por los pasillos, flechas que indican el recorrido hasta el lugar donde están instaladas las mesas. Y allí, en la puerta, otros carteles que alertan de la prohibición de introducir bebidas en la sala. Todos los carteles están escritos en inglés, español y chino, un reflejo de la realidad multicultural de Nueva York.

En este instituto la votación se realiza en la cancha interior de baloncesto, como si de un baile de graduación de película americana se tratase. Al entrar, dos personas en un mostrador indican al votante a qué mesa debe dirigirse, según su domicilio y apellido, al igual que en España. Pero a partir de ahí es todo distinto. Al llegar a esta mesa no encuentra una urna, como cuando Ana ejerce su derecho al voto en Valladolid, sino que los voluntarios buscan su nombre en una lista y le piden firmar al lado. Nadie revisa su nuevo documento de identidad estadounidense, que ha recibido hace pocos meses después de tener uno provisional. El voluntario le entrega entonces un folio de tamaño considerable, aproximadamente medio metro de largo, en el que aparecen los nombres de todos los candidatos que se presentan a los diferentes cargos que se eligen, junto a una carpetilla con las instrucciones para la votación que además sirve para preservar la privacidad del voto.

Es el momento de hacer la cola en la que otro voluntario distribuye a los electores en la veintena de cabinas instaladas en esta sala. Dentro de ellas, el votante no encuentra más que un bolígrafo para marcar su voto y una lupa para facilitar las cosas, aunque en correspondencia con el tamaño de la papeleta, la letra tampoco es demasiado pequeña. Una vez marcada la elección de los candidatos, Ana se desplaza hacia otra cola. Esta vez para registrar, ya sí, el voto de manera telemática.

La máquina escanea la papeleta del votante y registra cuáles han sido los candidatos señalados por cada uno, de modo que una vez cerrado el colegio electoral no hará falta realizar un largo recuento a mano como en otros países, lo que permite que los resultados se conozcan muy pronto. Finalmente, la pantalla de la máquina, algo parecido a un cajero automático, muestra un mensaje de Gracias por su voto. Derecho ejercido. Sin embargo, Ana no podrá lucir una de las pegatinas de He votado porque en este centro se agotaron hace horas.

Indicaciones en español

El elevado número de hispanohablantes en Estados Unidos no pasa inadvertido para las autoridades locales, que instalan cartelería y locución en español en muchos lugares. El lunes, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, explicaba las medidas de seguridad para el día de las elecciones en ambos idiomas. Por eso, porque la creciente población latina también ejerce su derecho a voto, en algunos colegios electorales existe la figura del intérprete de español. En este instituto de Brooklyn se encuentra Claudia, una guatemalteca de mediana edad que reside en Estados Unidos desde los 15 años. Cuando esta voluntaria llegó al instituto, a las 04:30 horas de la madrugada, ya se encontró una larga fila de votantes que todavía tendrían que esperar hora y media a que les abrieran las puertas.

La organización de los voluntarios está muy regulada. Claudia se enteró de que necesitaban voluntarios para las elecciones por un anuncio rotulado en un vagón del metro. «Vi que buscaban gente que hablase al menos dos idiomas y como yo hablo inglés y español decidí apuntarme. Tuve que entrar en la página web que indicaban y registrarme. Después me avisaron de que tenía que asistir a un curso de preparación de cuatro horas, por las que me pagaron 25 dólares la hora. Luego tuve que pasar un examen». Finalmente, Claudia está trabajando como voluntaria. Y la larga jornada electoral también se la pagarán bien. Es un trabajo como otro cualquiera. En el curso le enseñaron todos los procedimientos de la votación y durante el día ha rotado por varios puestos. Ahora está como intérprete, resolviendo en español las dudas que puedan surgir a los votantes, pero antes ha organizado la distribución en las cabinas y después ha controlado el registro electrónico de las papeletas. «Así, es más entretenido, son muchas horas y es mejor no estar todo el rato haciendo lo mismo». Es un día muy largo, pero Claudia está segura de que para otras elecciones repetirá como voluntaria si tiene ocasión. «Es una experiencia maravillosa», afirma.

Noche electoral

Tras pasar una tranquila tarde en Brooklyn, lejos del bullicio de Manhattan, cuando ya es hora de que empiecen a conocerse los resultados Ana decide desplazarse a Times Square a seguir la noche electoral en las enormes pantallas que la cadena de televisión ABC ha instalado en la fachadas de la plaza. Los primeros resultados son poco favorables a Hillary Clinton y en Nueva York, de clara tradición demócrata, no se respira mucho ambiente de fiesta. Los periodistas extranjeros que se arremolinan bajo los luminosos de Times Square también se muestran sorprendidos ante la victoria de Donald Trump en la mayoría de los estados y ante la ventaja que el candidato republicano mantiene durante toda la noche. Con el avance de la noche se confirma la tendencia inicial. Ana también está sorprendida: «No me lo esperaba, la verdad. Creo que nadie se lo esperaba, ni los demócratas, ni los republicanos, ni él mismo».

Como para muchos neoyorquinos congregados en la plaza, las sensaciones de Ana son lúgubres. «Creo que va a haber un montón de problemas sociales y confrontaciones en muchos estados». Hace ocho años, cuando ganó Obama las elecciones, Ana también estaba en Times Square siguiendo los resultados. «Entonces había una esperanza, una emoción, la gente fue a las urnas ilusionada, y ahora hay mucha desilusión, muchos jóvenes no han votado, confiados por las predicciones que los medios hacían de la victoria de Clinton, se han relajado y no han ido a votar. Además, Clinton no es una candidata favorita como lo era Bernie Sanders. Mucha gente se ha quedado pasivamente en casa sin votar y puede que ahora mismo se estén arrepintiendo».

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