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Viernes, 16 de marzo 2018, 07:21
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Una profunda conmoción provocó ayer en Brasil el asesinato de Marielle Franco, concejal izquierdista de Río de Janeiro que había estado denunciando la brutalidad de la Policía Militar de la ciudad. La mujer, de 38 años, comprometida con la causa feminista y con los derechos humanos, fue acribillada a balazos por desconocidos el pasado miércoles a la noche cuando viajaba en un automóvil por el centro de la localidad tras participar en una reunión de mujeres negras.
Los atacantes, que se desplazaban en otro vehículo, dispararon nueve tiros dirigidos a la ventanilla del asiento trasero donde iba ella. La legisladora recibió cuatro impactos en la cabeza y murió en el acto. También falleció el conductor. En tanto, una asesora de Franco que viajaba junto al chófer recibió heridas cortantes pero sobrevivió y declaró durante cinco horas ante los investigadores.
El Gobierno de Michel Temer -que había ordenado el pasado febrero una polémica intervención militar de la seguridad en el Estado de Río debido al incremento de la criminalidad- puso a la Policía Federal a disposición de los interventores y se comprometió a «acompañar» la pesquisa. Los investigadores trabajaban ayer con la hipótesis de una ejecución.
El gobernador del Estado, Luis Pezao, definió el atentado como un acto de «extrema cobardía» y el alcalde de Río, Marcelo Crivella, lo calificó como «un brutal asesinato» y decretó un luto de tres días. Los restos de Franco, del Partido Socialismo y Libertad, eran velados ayer en la Cámara municipal mientras una multitud de personas cantaba y expresaba en las calles su indignación y desconsuelo. En otras ciudades de Brasil se convocaron también manifestaciones de pesar y repudio.
Crivella resaltó la «honradez, bravura y espíritu público» de la concejal y su «trayectoria ejemplar de superación». Nacida y criada en una favela, Franco era socióloga y tenía una maestría en Administración Pública. Había sido electa concejal en 2016 y además de participar de las luchas de las mujeres, era relatora en un observatorio de violencia policial y denunciaba los abusos de los uniformados en las barriadas pobres del país sudamericano.
Según contaba últimamente en redes sociales, los vecinos del barrio Acarí se manifestaban aterrorizados pues desde que se decretó la intervención los agentes se sentían «con licencia para matar». El martes, en vísperas de su ejecución, Franco había responsabilizado de la muerte de dos jóvenes al Batallón 41 de la Policía Militar al que se refirió como «Batallón de la Muerte» y se había preguntado: «¿Cuántos más van a tener que morir para que esta guerra acabe?».
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