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 ...y al final, el Santo Grial, estaba en León    
Una arqueta de origen fatimí, de mediados del siglo XI, conservada en la Basílica de San Isidoro de León, unos manuscritos con textos musulmanes hallados en la universidad egipcia de Al-Azhar y un largo viaje, desde Jerusalén, El Cairo y Denia hasta León, de la copa tradicionalmente considerada desde el siglo V como la utilizada por Cristo en la Última Cena, son las claves de este libro que pretende desvelar el paradero final de un mito. No es una novela. Es una investigación histórica sobre el por qué podría estar en la capital leonesa la reliquia más buscada por la cristiandad.
Los Reyes del Grial, un libro de investigación publicado por la editorial Reino de Cordelia.
Los Reyes del Grial, un libro de investigación publicado por la editorial Reino de Cordelia.
Laura Álvarez
23/04/2014 (09:37 horas)
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 Los Reyes del Grial

Margarita Torres Sevilla y José Miguel Ortega del Río

Editorial Reino de Cordelia. Madrid, 2014

253 págs. 19,95 €

Bajo este discreto título ha salido publicado hace escasas semanas el resultado de un minucioso estudio científico que pretende ser, según sus autores, el “definitivo” sobre la reliquia por antonomasia: el Santo Grial. Imagino la sorpresa de los círculos creyentes, aunque no de todos, así como de los veneradores de reliquias y de los curiosos románticos anhelosos de pasados remotos, acostumbrados a la lectura del mito artúrico.
 
Tras la lectura del libro, supongo que más de un leonés piense para sus adentros: “¡Ay va, si es un perro me muerde!”. Porque lo teníamos delante e ignorantes de nosotros, pasábamos por delante de la vitrina que expone el cáliz de Doña Urraca, en el Museo de San Isidoro, como si tal cosa. Y resulta que después de siglos, elucubrando sobre la copa en la que Cristo bebió su último sorbo, esta acabó reposando en un panteón real de una ciudad de provincias cualquiera, eso sí, que antaño ostentó la categoría de capital de un reino. Avatares del destino. 
 
Al principio de este comentario, calificaba de discreto el título del libro, porque la tesis que defiende es de tal relevancia en su contexto, que parece quedarse corto. Sobre todo, al estar acostumbrados a titulares sensacionalistas que prometen más de lo que la realidad da de sí. Y en este caso se ha podido comprobar una vez más con algunas cabeceras de periódicos locales, y con el tratamiento de la información, muchas veces fabricada al gusto del periodista de turno. Antes de entrar en materia, y como no se debe vender humo, justo es decir que no es hasta el año 400 cuando aparece la primera referencia escrita al Grial. La conclusión es clara: no podemos saber si tenemos delante el mismísimo cáliz que utilizó Cristo en la Última Cena porque carecemos de datos hasta ese siglo. Por tanto, y siento defraudar, estamos ante lo que la tradición viene asegurando que es el Santo Grial desde el año 400.
 
A pesar de que se esgrimen criterios científicos en su investigación, no en vano los autores son doctores en Historia Medieval y en Historia del Arte, no deja de resultar chocante el hecho de que fuera una rueda de prensa el lugar elegido para exponer tan revolucionaria tesis, en lugar de, como ordena la tradición académica, publicarlo previamente en una revista científica. Quizás fuese debido a una especie de impaciencia infantil o ansiedad reveladora las causantes de invertir el proceso. ¿Quién sabe?
 
Pero dejando a un lado las formas, lo cierto es que el libro es el resultado de una ardua, y a la vez estimulante, investigación iniciada con la aparición de una arqueta egipcia durante el inventariado de objetos artísticos en el Museo de San Isidoro. Tirando del hilo, se llegó a una serie de documentos árabes depositados en la Universidad de Al-Azhar de El Cairo, cuya pormenorizada labor traductora realizada por el Dr. Gustavo Turienzo, fue esencial en el esclarecimiento del enigma y en la confirmación de las sospechas. Con un riguroso apoyo documental, básico para cualquier investigación histórica que presuma de científica, los autores creen poder afirmar que el cáliz de Doña Urraca esconde bajo el recubrimiento áureo y las piedras preciosas, la copa de ágata, tradicionalmente considerada como el Santo Grial. 
 
Según esos documentos, ante la ayuda prestada por el emir de Denia al califa fatimí de El Cairo, durante una severa hambruna habida en el primer tercio del siglo XI, en Egipto, el alto dignatario musulmán recompensó al primero con la reliquia sagrada. El emir de Denia, que quería estar a bien con los monarcas más sobresalientes del momento, Fernando I y Sancha de León, se lo regaló a su vez como muestra de sus intenciones. La reliquia había salido de Jerusalén en un momento crucial para la historia de la Iglesia, en torno a los años 1054 – 1055, cuando tuvo lugar el Cisma de Oriente. Previamente, el clima de inestabilidad en la ciudad santa había puesto sobre aviso a las autoridades eclesiásticas acerca del peligro de mantener allí la reliquia.
 
Con los datos que aporta el libro se intenta dar respuesta a la gran pregunta suscitada por muchos: ¿Por qué se mantuvo tan en secreto la custodia del cáliz sagrado en San Isidoro? Fueron varias las causas que motivaron el silencio y, desde luego, su periplo desde Tierra Santa a Occidente debió constituir en su época una cuestión de alto secreto de Estado, por emplear una terminología actual. Gracias a una contextualización amplia del asunto, los autores despejan las dudas en torno al venerado objeto, haciendo hincapié en los inicios del Cristianismo en cuanto generador de la tradición, así como en los problemas históricos de la época y los dignatarios involucrados en el proceso de recuperación de la copa sagrada. Todo ello aderezado con un cuidadoso análisis artístico del panteón de San Isidoro como portador de valiosa información, y de un estudio de las leyendas y poemas medievales en torno al Grial.
 
Estos y otros datos que, cuidadosamente reseñados, se exponen a lo largo de las páginas del libro, confirman lo que parece ser uno de los descubrimientos más emblemáticos de la época medieval. Y lo es así por toda la literatura generada en torno a la búsqueda del Santo Grial. Seguramente fueran criterios más mundanos y no tan piadosos los que empujaron a los caballeros cruzados en el empeño de encontrar el cáliz sagrado, debido a las suculentas rentas que pudiera generar el depósito del sacro objeto. O quizás también la creencia en su extraordinario poder sanador estimularía la ansiada búsqueda, tal como parece desprenderse del hecho de la pequeña rotura que ostenta la copa. Ahí dejo el enigma para que lo esclarezcan los futuros lectores.
 
 
 
 
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