Opinión
OPINIÓN POR DAVID FERNÁNDEZ
Usemos la democracia
Abraham J. Lincoln, tan de moda actualmente, dijo en su día que una papeleta de voto es más poderosa que una bala de fusil...
05/02/2013
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EL PODER DE LA PALABRA
Algunos de vosotros os preguntaréis el porqué de este recordatorio, y no tiene otro sentido que el de ser un punto de partida para hablar de la crisis, o más bien, las crisis que sufre nuestro país y, por lo tanto, nosotros, los españoles.

No voy a hablar de la crisis económica, porque todo español ha hablado ya sobre sus causas, sus consecuencias, y como no, sus soluciones. Algo así como hacer el once de la selección nacional de España, todos opinamos. Probablemente, ninguno (ni los más espabilados), sepan a ciencia cierta ni las causas, ni las soluciones. De ser al contrario, digo yo, que tras cuatro (camino de cinco y subiendo) años de reveses pecuniarios ya habrían encauzado el río. Tampoco voy a hablar de la crisis laboral, con una tasa de paro que produce un interrogante entre los líderes internacionales de cómo puede ser que con un 26% de desempleo no se haya producido un estallido social en España. Ni tampoco de la crisis territorial que lleva sacudiendo nuestro país desde que dimos el banderazo de salida al estado de las autonomías y convertimos nuestro país en un reino de taifas con reyezuelos, con sus cortes respectivas, por doquier. Y, por último, tampoco hablaré hoy de la cada vez más mencionada crisis de valores…

Entonces… ¿Tenemos en España, y, por tanto, tenemos los españoles más crisis que las ya mencionadas? Mi respuesta es un sí rotundo. Yo lo llamo “crisis de inacción democrática” de la sociedad. Esta crisis se podría representar como una especie de falta de sangre en las venas de nuestra sociedad. Una carencia de reacción ante lo que sucede, un “aquí mandamos nosotros, los ciudadanos”, una falta de solidaridad y coraje para dar la cara ante los responsables que han llevado a muchos de nuestros conciudadanos a sufrir unas consecuencias tremendamente difíciles y que mañana podríamos sufrir cualquiera de nosotros.

Esta inacción y falta de coraje conlleva varias y severas consecuencias. La más importante de ellas podríamos decir que es la de que a nuestros dirigentes y gestores de lo público (elegidos por nosotros) se la chiflamos. Les damos igual. De ahí se derivan las demás. ¿En qué se percibe? Se percibe en una carencia de vergüenza mínima a la hora de usar recursos públicos tan necesarios hoy día, se nota en los dispendios y falta de humanidad que muestran en sus continuas salidas de pata de banco. Se nota en que continuamente buscan la opción que más satisfaga a los intereses de esa “casta política”, es decir, ellos mismos, en lugar de los que beneficien a la sociedad. Se nota en que se dedican a vendernos unas propuestas que luego se convierten en embustes con cualquier excusa vaga (la herencia recibida se suele llevar la palma en el gremio).Siempre con honrosas excepciones, por supuesto. Como ustedes prevén, no estoy hablando de los concejales de nuestros pequeños pueblos o de aquellos que ocupan cargos con remuneración inexistente y con clara vocación de servicio social.

Y yendo a lo importante de los problemas, que no es otra cosa que su solución, ¿Podemos los ciudadanos hacer algo al respecto? La respuesta es otro sí rotundo. Ahora bien, con un matiz: sí, si la sociedad quisiese. Personalmente pienso que cada pueblo tiene los gobernantes que merece. Así se ha demostrado en las diferentes sociedades de los diferentes países a lo largo de la historia. En España la mayoría de la sociedad no se implica  y no le dedica apenas tiempo a pensar sobre como nos gobiernan y lo que cada cual puede hacer para mejorar esa manera de gobernar. (Despotricar en el bar no cuenta como aportación). El día de las elecciones vamos a la urna (los que vamos…), metemos la papeleta y adiós muy buenas. Obviamente, los dirigentes de la cosa pública observan esa falta de vigilancia sobre ellos, esa falta de fiscalización de sus actos. Por no hablar de la ausencia de crítica de sus correligionarios o su falta de coraje para expresar esas críticas, si las llegase a haber. La consecuencia es que estos dirigentes, en su mayoría, reaccionan como reaccionaría un empleado poco responsable ante la falta de vigilancia  de su jefe.

Por tanto, me gustaría que cada persona que leyese este texto reflexionara sobre este hecho y de aquí en adelante le dedicara algo más de tiempo a ver cómo le gestionan lo suyo (lo de todos) y qué puede hacer él para que no le tomen el pelo. Cosas tan básicas como hacer algo de memoria antes de ir a votar sobre lo que cada partido ha hecho en los últimos años, valorar las propuestas de varios partidos, valorar la credibilidad de cada partido y/o candidatos, no votar por cuestiones nimias como el color del panfleto o la belleza del candidato, valorar que es lo mejor para uno mismo y para la sociedad, no votar siguiendo el dicho de “mejor lo malo conocido”, protestar (o aplaudir) e implicarse en la sociedad, informarse sobre lo que pasa en su ciudad, en su región, en su país, etc. Todas estas acciones son fáciles de realizar, y sobre todo no tienen una única respuesta o valoración. Cada cual saca la suya. No olvidemos que cada ciudadano es el jefe de sus gobernantes, no al revés. Y que, por tanto, nuestro deber es elegir bien nuestros empleados (representantes públicos) y luego valorar su actuación. Porque si no lo hacemos, ¿qué diferencia hay entre nosotros, ciudadanos con poder para elegir a nuestros representantes, y los que un día eran súbditos de un rey absolutista?

Por tanto, españoles, conciudadanos: las crisis o los problemas que tiene nuestro país, España, son los problemas que tenemos cada uno de nosotros como miembros de la sociedad de nuestra ciudad, de nuestra región, de nuestro pueblo. Actúen, sosegadamente y razonablemente, con sentido común y con sentido constructivo, pero actúen, no sigan teniendo esa actitud pasiva que hace que nuestro país tenga una carencia de ideales, valores y metas por las que pelear. Al fin y al cabo, la democracia, el poder del pueblo, solo funciona si el pueblo está dispuesto a ejercer ese poder. ¿Los ciudadanos españoles, nosotros, estamos dispuestos a hacerlo?

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