¿Qué deseáis algún ejemplo? ¡Majestades!, no me hagáis esto, que no faltará quien me acuse de demagogo. Que anda el personal muy pragmático y eufemístico y están las cosas revueltas y confusas, para algunos, y a las verdades se les llaman resentimientos sociales y provocaciones; y a las abundantes mentiras, meridianas verdades.
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¿Habéis escuchado las melodías del hambre junto a tantos niños y mayores? ¿Habéis sentido el intenso frío que habita tanto hogar? ¿Habéis reparado en la creciente población de la absoluta intemperie?
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Bien lo habréis visto en cuanto, poco a poco, os hayáis ido alejando de las grandes vías iluminadas para tan fantástica ocasión como es vuestra visita, de los grandes templos del comercio.
¿Acaso no habéis sido capaces de apreciar el esfuerzo que a tantos les ha costado, y cuando han podido, complacer el infantil y fuerte sueño de vuestra llegada? ¿No habéis reparado en la profunda tristeza de aquellos que han tenido que esperar, ausente la justicia, la caridad, la solidaridad de otros? ¿Os habéis, magos vosotros, asomado a sus corazones, habéis palpado sus angustias y sus desesperanzas? ¿Y las rabias contenidas, las habéis sentido batir en los corazones desesperados? ¿Habéis escuchado las melodías del hambre junto a tantos niños y mayores? ¿Habéis sentido el intenso frío que habita en tanto hogar? ¿Habéis reparado en la creciente población de la absoluta intemperie?
Si algo de esto habéis llegado a ver, ¿por qué no os lleváis a quienes tales mimbres urdieron, a quienes los consintieron y consienten; a los apretadores de cinturones, a los mermadores de derechos, a los amigos de la estaca y el silencio, a los de los amenes, a los defensores de la vida como simple palpitar, a los que después merman educación y trabajo y dignidad al vivo y lo convierten en esclavo, eso sí, de metafóricas cadenas?
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No os vayáis de vacío. Al menos acercar al basurero tanta humana inmundicia. Reciclarla si a bien lo tenéis, pero librarnos de ella.
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Sí, por vuestro dios, llevaros estos y más cotidianos martirios que a tanto conciudadano asolan sus alegrías y anhelos. Pero dejad por él mismo el que sea más espiritual, más llevadero, el que provenga realmente de actitudes de expolio a lo común, a lo público, el que sea consecuencia de los propios actos, permitid que ese y otros similares se depuren para ejemplaridad de todos, para que muchos podamos recuperar la fe en la justicia y su cacareada igualdad para todos, para que todo lo público, todo, recupere su transparencia y pueda volver a sentirse como lo que es: nuestro. Fruto nuestro, de nuestro trabajo, no dádiva, ni concesión.
No os vayáis de vacío. Al menos acercar al basurero tanta humana inmundicia. Reciclarla si a bien lo tenéis, pero librarnos de ella.
Juanmaría García Campal
Cuaderno casi diario