Opinión
OPINIÓN POR POLO FUERTES
Simplemente, Norberto  
A veces, cuando menos falta hace, hay un cruce...
06/06/2013
  Preparar para imprimir  Enviar por correo
CON VENTANAS A LA CALLE
...planetario y se te cae un amigo, se te muere un amigo en lo mejor de la edad, en lo mejor de la vida. El miércoles por la tarde cuando abría Internet, me encuentro de sopetón con la foto de Norberto Cabezas y la noticia de su muerte. Dios, ¿por qué?
 
El día anterior, coincidimos en el complejo hospitalario de León mi mujer y yo con otro gran amigo y además común con Norberto, como es el fotógrafo de La Crónica de León, Mauricio Peña. Tras los saludos de rigor, las preguntas eran obvias: Qué hacíamos allí. “Yo voy a ver a Norberto”. Casi como una escopeta le pregunté por la planta y la habitación para ir nosotros cuando acabáramos nuestra gestión. Que esa es otra.
 
“No os lo aconsejo. Está ya muy mal, en las últimas. No os va ni a conocer”, nos informó Mauri, casi entre sollozos. Lo cierto es que unas horas después saltaba la noticia: Norberto había muerto, tras una larga enfermedad. Tenía 51 años y deja mujer y un hijo.
 
Norberto y yo comenzamos nuestro periplo por la prensa casi al mismo tiempo. Él en el Diario de León y yo en La Crónica. Había sido uno de los refuerzos en fotografía, tras la marcha de Mauricio al nuevo periódico leonés, que nacía en marzo de  1986. Desde el principio y, por supuesto, de cachondeo, siempre me llamó ‘maestro’. Norberto era así. Había que estar muy al quite para saber cuándo hablaba en broma y cuándo lo hacía en serio (casi nunca, al menos conmigo).
 
Hemos sido durante muchos años compañeros de profesión, del que aprendí todo lo que sé de fotografía, sin haberle preguntado nunca de viva voz. Solo tenía que seguirlo y admirar, más que mirar, desde donde había que pulsar para abrir el objetivo. Al menos, cuando no tenía un fotógrafo profesional de apoyo de La Crónica, que eran las más de las veces.
 
Nuestra amistad fue creciendo casi al mismo ritmo que los mandamases de los dos periódicos lo hacían a la inversa. Pero nosotros, todos mis compañeros del Diario con los que coincidí, estábamos por encima de esas rencillas. Recuerdo con fruición el día que más en serio hablé con Norberto. Tras trabajar durante toda la tarde en Astorga, cogí un sobre, puse las señas de La Crónica, saqué el carrete de mi pequeña cámara y fui corriendo a la estación de autobuses a facturar. Pero el último coche había salido.
 
El cabreo se me notaba cuando llegue a la cafetería ‘Gaudí’ y me encontré con toda la banda de plumillas. Norberto me llevó a un aparte y se interesó por mi enfado: “Joder, que llevé el carrete al autobús y ya había salido el último coche”, le dije mientras casi juraba en arameo. “No hay problema, ‘maestro’, te lo llevo yo y así puedo echar una parlada con mi amigo Mauri”. Fue durante muchas veces, hasta que empezamos a tener cámaras digitales, mi paño de lágrimas cuando no tenía posibilidad de mandar mi carrete.
 
Las anécdotas de amistad podían llenar páginas y páginas. Como cuando coincidimos en la primera Marcha Negra, en la que raro el día que no comíamos juntos Mauricio, Cachafeiro, Norberto y yo, tras las paradas ‘técnicas’ de los mineros.
 
Esta tarde, mientras escribo estas líneas, hubiera querido estar acompañándole en su despedida final. Pero mi pachuchez de salud me hace imposible cumplir con este amigo y abrazar a su esposa y a otros compañeros. Norberto, simplemente Norberto. Lo sabrá entender. Descanse en paz.

Más artículos del autor:
    Pirómanos
     Ácratos
  Preparar para imprimir  Enviar por correo