Sí, llega el posvacacional mes de septiembre, que es demasiado castigo para ninguna culpa, coronado de impulso tras un verano entero de lecturas y de idiomas, así que, por lo menos, sean todos ustedes de nuevo bienvenidos a estas líneas.
Yo por mi parte dispongo de algo nuevo que contarles: ¡acabo de enterarme de que, por fin, tengo una acosadora! Sí, una acosadora que me lee, y colecciona mis pecadores artículos, y me los manda de vuelta no contestados mediante una carta al director sino vía querella porque, dice, todo lo que escribo se refiere a ella. Si hablo del paso del tiempo o de la vida o la muerte me refiero solo a ella. Si escribo un poema social es por ella. Mis metáforas van dedicadas a ella. Por ella la palabra luz y la palabra sombra y la sombra de cada palabra y entero el mes de septiembre...
Por ella todas mis novelas en las que ella no sale pero en las que está.
¡Oh, qué delicia saber que usted existe! Uno se siente leído, acompañado, conmovido, renovado del impulso de escribir estos artículos que forman también parte de mi modo de ser una persona feliz y realizada…
Hay mil maneras de aprender que la envidia es siempre un elogio sincero. Hay cierta sonrisa agradecida en saberse más digno y mejor gracias a una querella que, por calurosamente alocada, reveraniza septiembre.
Ya lo decía Neil Young: uno no es nadie si no tiene malas críticas y una buena acosadora.
Gracias a todos ustedes por leerme, me querellen o no. Y sigamos apostando por el divino don de la alegría desde este mismo septiembre que acaba de abrir las puertas.
Sea.
Luis Artigue
www.luisartigue.es