Opinión
OPINIÓN POR JUAN LUIS PUENTE LÓPEZ
¿Qué sería del mundo sin el consuelo de la música de Mozart?
La música de Mozart agranda el corazón. Es un instante inabarcable de plenitud que llena el universo humano...
21/09/2011
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EL DESVÁN DE LAS ESTRELLAS
...El sociólogo judío-alemán Norbert Elias escribió sobre la necesidad insaciable de amor de Mozart, tanto en el sentido físico como en el sentido emocional. ¿Es posible pensar que mucho en su música no es más que una forma constante de pedir afecto? La tragedia del Mozart-hombre -de nosotros mismos- es la impotencia de no sentirse querido después de haberse esforzado tanto en conseguir el amor de las personas.

Esa pérdida de sentido existencial pudo ser autodestructora y desencadenar el principio del fin. Quizás su obra genial y perfecta enmascara el drama interno de una vida corta, pero no oculta los largos periodos en los que estuvo al borde de la desesperación. 

Hace años alguien me propuso -¿o fui yo quien se lo inventó?- tratar de relacionar el carácter y el tono emocional de cada una de las seis últimas sinfonías de Mozart con las correspondientes edades que uno va cumpliendo (excluida claro está la inexistente nº 37, en realidad una introducción a una sinfonía de su amigo Michael Haydn). O sea, asociar la sinfonía nº 35, llamada “Haffner” con los treinta y cinco años, la nº 36, “Linz”, con los treinta y seis años, y así sucesivamente hasta la nº 41. Resulta extraño comprobar que algunas amistades a las que he propuesto esta posibilidad me han confesado su sorpresa al comprobar una curiosa sintonía.

En mi caso, cumplidos los treinta y ocho, y asomado al vértigo de lo que se me iba a venir encima a tenor de lo que Mozart volcaba en sus tres últimas sinfonías 39, 40 y 41, mi relación con la nº 38, conocida como “Praga”, resultó extraña.

Recuerdo escucharla en varias versiones y durante noches seguidas, poco antes de ir a la cama. Al final me decanté por la electrizante forma de entender la partitura de Nikolaus Harnoncourt, dirigiendo a la Concertgebouw Orchestra de Amsterdam, de la que obtenía todo su poderío dramático (por cierto, ¿tendremos alguna vez la suerte de escuchar el Bach o el Mozart de Harnoncourt en el Festival de Órgano?).

Pasados veinte años de aquellas audiciones he vuelto ahora a redescubrir esta sinfonía y se han hecho presentes nuevos estremecimientos en una música conmovedora, que continua siendo consuelo y bálsamo para el hombre maltrecho y sin rumbo de este siglo XXI. Y esta cualidad terapéutica tiene difícil explicación. Los años me han hecho ver que Norbert Elias tenía razón. La propia creatividad genial de Mozart descubre a todas las generaciones futuras la dolorosa manifestación de una persona que sufre.

Alternar y mezclar creaciones aparentemente livianas o graciosas con momentos tremendamente estremecedores es una forma de sobrellevar ese dolor, al margen de los límites impuestos por las características técnicas de las formas clásicas. Mozart, paga una deuda de amor con su música y le entrega al oyente del futuro la grandeza del hombre que sufre hecha arte.

Afirman los investigadores que tanto esta sinfonía nº 38 como el concierto para piano nº 25 en Do Mayor, ambas obras terminadas con dos días de diferencia, en diciembre de 1786, presentan una extraña particularidad: prescinden del clarinete en su orquestación. Algo curioso teniendo en cuenta que fue Mozart quien introdujo el clarinete en la orquesta y el tratamiento cuidadoso de su sonoridad en las composiciones dedicadas a este instrumento.

También observan los estudiosos que los tres movimientos de que consta la obra (al no tener minueto) vendrían condicionados por el simbolismo masónico de la cifra “tres”, como afirman Jean y Brigitte Massin. Esta idea masónica y los cien años de diferencia en las fechas de nacimiento en Mozart (1756) y del compositor salmantino, Tomás Bretón (1856), pretenden ser el hilo conductor del programa en este segundo concierto del Festival Internacional de Órgano Catedral de León.

Por encima de la pertenencia a la masonería de ambos compositores (es cierto que las notas del denso adagio de la sinfonía mozartiana evocan ese clima y que el primer tema del allegro profetiza la obertura de La flauta mágica) creo que la música de Mozart es tan intemporal como el dolor. Es como si Mozart te pusiera una mano en el hombro y te animara a superar la tragedia de lo cotidiano. Ahí tenemos el andante de esta sinfonía “Praga”. Y es que, a pesar de las sombras, todas sus notas están inmersas en una serenidad ejemplar. Una delicada textura de sonoridades que llega directamente a una parte indefinible del cerebro, demuestra que lo humano siempre buscará consuelo en la madurez atípica y fascinante de la música de Mozart. El dramático movimiento final inaugura la perfección expresiva y técnica que Mozart prodigará en sus tres últimas sinfonías: estamos ante los confines más extremos de lo que se podía decir y cómo se podía decir en el clasicismo musical de la época.

Algunos autores han sugerido que Mozart tardó dos días en componer esta obra. En cualquier caso, la sinfonía estaba terminada el 6 de diciembre de 1786. (Veinte días antes, el 15 de noviembre, había muerto su hijo Johann-Thomas de un mes de edad). Cinco años después de haber concluido la sinfonía “Praga”, el 6 de diciembre de 1791, Mozart yacía amortajado en su casa de Viena, a la espera de ser enterrado al día siguiente, 7 de diciembre, en una sepultura común (según la costumbre vienesa de la época) en el cementerio de San Marx. Según las últimas investigaciones realizadas, su fallecimiento pudo producirse tras un fallo renal derivado de una infección de estreptococos en la faringe, durante una epidemia que afectó a un gran número de habitantes de Viena.

Desde su fundación el Festival Internacional de Órgano “Catedral de León” no ha dejado de incluir la música de Bach en alguno de sus conciertos. Debería hacer otro tanto con Mozart. Cuando la soledad aprieta, cuando los sinsabores se ciernen como nubes de tormenta sobre la mirada, cuando la vida se vacía de sentido y todo se vuelve gris y ácido mientras parece desmoronarse la realidad, cualquiera de las obras de Mozart es más que una obra genial en forma de música: es un consuelo inefable para cualquier ser humano. Mozart en la Catedral de León es una cita con el contradictorio misterio de lo sublime en la miseria humana.

Festival Internacional de Órgano “Catedral de León”
Jueves, 22 de septiembre
Catedral de León, 21 h.  

Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Director: José Luis Temes

W.A. Mozart. Sinfonía nº 38 en Re Mayor KV 504 “Praga”

Tomás Bretón. Sinfonía nº 3 en Sol Mayor.

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