Opinión
OPINIÓN POR LUIS ARTIGUE
Para mí Juan Luis Panero
Juro que muchas noches moriría con la única lástima de no poder contarlo después en un poema, parecía decir en cada verso…
18/09/2013
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LA NOTICIA ILUMINADA DEL DIA
En efecto para mí Juan Luis Panero –no me dejes decirlo ahora que ha muerto sino permíteme fingir que lo había dicho antes-, con toda su gracia mundana de esteticista decadente en la película El Desencanto, con su voz cavernosa y como de reyerta recitando en el claustro de nuestra catedral por ejemplo, con sus poemas sórdidos y conmovedores en su escepticismo como uno de mis favoritos, Used words, el cual más que nunca ahora parece un recado para las putas, fue importante, sí, pero menos importante como poeta que como símbolo.

Juan Luis Panero, siempre en lucha de poderes en su familia y en la literatura, siempre exhibiendo una suerte de pronta y curtida madurez alcohólica, ha tenido y tendrá estatus de leyenda con causa en mi imaginario y en el de mi generación. Y lo tendrá por eso, por competir con su padre y sus hermanos en la carrera de la identidad propia sin salir ganando nunca, lo cual le instalaba en un perpetuo fracaso tan apropiado y tan propicio para la poesía.

Además con su poesía clara y de melodía grata, dominada y casi narrativa, con su poesía prolija en enumeraciones e intertextualizada, casi culturalista, siempre descreída de todo y muy trufada de sus viajes y estancias de señorito inconfeso en Hispanoamérica, nos enseñó a viajar y a celebrar los suicidios de los escritores como muertos en acto de servicio, y sobretodo a desdeñar el amor con cierta actitud propia de las milongas y las letras de tango. 

Juan Luis Panero, lleno de poses y escepticismos interiores y de una turbiedad en la mirada que contradecía la claridad clasicista de su poesía se pasó la vida matando a su padre en su vida pero no en su obra, la cual es formalmente heredera del tono y el temple rítmico de la Escuela de Astorga. Por eso no es raro que publicara uno de sus libros más referenciados, Los trucos de la muerte, aquí en León en la colección Provincia y de la mano de Antonio Gamoneda él que poéticamente era lo contrario de Antonio Gamoneda; él que en la forma de su poesía era lo más parecido a una lírica carta de recomendación de su padre.

Hace no mucho tuve la oportunidad de estar aquí en una lectura de poemas con Antonio Gamoneda y Leopoldo María Panero que creo que perdurará en la memoria de quienes asistieron, y por eso tengo para mí que mi poeta perfecto sería uno con la imaginación verbal de Gamoneda y la música impecable de Juan Luis Panero y la heterodoxia negra de Leopoldo María capaz de iluminar a su modo toda caverna. Pero Juan Luis Panero, además de su música, tenía algo tan inquietante como estimulante: su constante forma de decirnos sin decirlo en cada poema algo así como juro que algunas noches moriría sin la única lástima de no poder contarlo después en un poema.

Oh, ¿qué demonios estoy escribiendo? Ha muerto un poeta y eso nos hace saber o recordar que al lado del lenguaje de la poesía el del periodismo es burocracia léxica…

Used Words (poema de Juan Luis Panero)

Con palabras usadas,
gastadas por el tiempo y la costumbre,
cuyo último temblor ya no se siente.
Con palabras, como sueños, quemadas por la vida,
esta noche de lluvia hablo contigo,
trato de hablar al menos, ligeramente ebrio,
construyendo cada sílaba en el país de nunca jamás,
y sintiendo esa repentina lucidez
con la que, de pronto, rompemos la rutina de ser y conocemos,
sintiendo, digo, esa rara sensación, distante y desangrada,
del whisky, de la noche y el silencio,
de la entusiasta desesperación con que aceptamos la derrota,
de ese vértigo, a veces, sólo a veces, tuyo y mío,
donde morimos sonriendo con los ojos abiertos.
Sintiendo lo poco que es un beso al fondo de tu lengua,
o tus ojos mirándose en los míos,
o nuestras manos unidas en el aire,
recorriendo un museo de aceptados fracasos.
Desfilan, batallón desolado de fantasmas,
nombres y nombres con distinto eco.
Pretendemos, con abolidos rostros, fechas caducadas, ciudadesimposibles,
contestar una vieja pregunta
cuya respuesta sólo la muerte ya conoce.
Años y años, voluntarios exilios de seres y países,
los hijos que no quise tener, los que tú sí tuviste,
el temblor del deseo que aún guardas en tu piel,
mi repetido navegar de cama en cama,
se reúnen y afirman su destino
frente a la ceremonia del amanecer.
Y todo lo sabemos y está escrito en tus ojos,
sin embargo hoy, este día con sol, -tan raro en Bogotá-
de finales de julio, de algún año cualquiera,
te propongo mi amor, sé que tú aceptarás,
con palabras usadas, te propongo mentirnos.
Pasada ya la noche, quietos frente al espejo,
mientras yo me afeito y tú pintas tus labios,
te propongo mi amor, decir que nos queremos.
Decir -y son tan sólo ejemplos- «hoy existe la vida por nosotros»
o «tú no te morirás nunca»
o, tal vez, «aún hay noches y noches que esperan
nuestros brazos, ese especial calor de dormir abrazados».
Olvidando, tratando de olvidar nuestro pasado,
ignorando el futuro, sin duda inalcanzable,
con palabras gastadas, decir y repetir
-es otro ejemplo- «gracias mi amor por haber existido».
Al menos por un rato -a nadie molestamos-
con palabras usadas mentirnos y mentirnos,
mentirnos contra el tiempo, despreciar su victoria.

Envío:
Te dejo este poema
confuso, absurdo, largo,
para que tú lo tengas como un pañuelo viejo
a los pies de tu cama, para que tú la tengas,
y un día te lo encuentres, confuso, absurdo, largo,
un día como éste -cuando ya no estaremos-
y recuerdes, debajo de la ducha,
que alguna vez te quise -mentiras y mentiras-
que alguna vez te quise -era un día de julio-
con palabras usadas, como un disco rayado,
que recuerdes, mi amor, esta letra de tango.

Luis Artigue
www.luisartigue.es
 

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