Opinión
OPINIÓN POR JUAN GARCÍA CAMPAL
 Nocturno sobre la precisa regeneración
Si algo me viene pareciendo cada día más preciso en este país que tantos llaman Patria...
15/03/2013
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DEL CUADERNO CASI DIARIO
...-y que por tantos es usada como engaño para su acoso y derribo cuando no como propia finca para propio uso y disfrute- más allá incluso de la resolución o parcheo de la actual crisis económica –califíquese ésta de coyuntural, estructural o sistémica-  y sus nefastas y nefandas consecuencias, es una profunda regeneración ética, moral, que a todos nos impregne y corrija en actos, renuncias, consentimientos y dejaciones de deberes y derechos individuales y colectivos.

Y digo más allá de la resolución o parcheo de la actual crisis, porque creo que en el embrión de ésta, sin duda alguna, está el abandono del uso y valor de aquella.

Desde cuántos lustros podríamos, tendríamos que haber roto nuestro silencio, acaso cómplice, con las palabras que referidas a la II República Española dejó escritas Ortega y Gasset en su artículo “Un aldabonazo” (Crisol, 9/9/1931) y que encuentro total y perfectamente vigentes hoy con un único cambio de término: “Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la “democracia” con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: No es esto, no es esto.”.

Ciertamente estamos cansados, desasosegados y descontentos, ya casi desesperanzados si no desesperados. Pero no somos súbditos pacientes, somos ciudadanos y no vale, por tanto, escurrir el bulto, transferir la responsabilidad en exclusiva a la llamada “clase política” que no es otra cosa, en su varia composición, que el fiel reflejo de la ciudadanía por la que es elegida, y no por otras razones que porque con la parte de ella elegida se identifica y se siente representada y amparada. Somos todos responsables, quizá en vario grado, pero lo somos todos. Quién no ha sido sectario en algún momento, quién no ha juzgado con la ley del embudo, quién no se ha considerado más o mejor que otro, que otros, sin atender a sus circunstancias.

Muchos si no todos de alguna manera, cómo dejase escrito Giner de los Ríos en su ensayo “La juventud y el movimiento social” (1870): “Hemos afirmado principios en la legislación y hemos violado principios en la práctica; hemos proclamado la libertad y ejercido la tiranía; hemos consignado la igualdad y erigido en ley universal el privilegio; hemos pedido lealtad y vivimos en el perjurio; hemos abominado de todas las vetustas iniquidades y sólo de ellas nos alimentamos”.

“¿Qué hicimos estos hombres nuevos? ¿Qué ha hecho esa mi juventud? ¿Qué ha hecho?”, se preguntaba Giner hace casi siglo y medio. ¿Qué hemos hecho o consentido que se hiciese nosotros?, me pregunto yo hoy.

Por eso no siento necesaria solamente una regeneración política que pudiese concernir sólo a quienes a tal menester se dedican, sino ética y ciudadana. Una regeneración que impregne todo hacer social, ciudadano, y sea especial y profundamente democrática y no en el simplista sentido de urnas y votos cada cierto tiempo, sino en la que se dé intervención real de la sociedad, de la ciudadanía en el gobierno político del Estado. Una regeneración colectiva y activa que contagie u obligue a todas las organizaciones e instituciones a través de las cuales se articula la convivencia en este país y que evite seguir siendo una “sociedad que no estima ni alaba sino a los que medran; y que si algo respeta aún las virtudes es porque ve en ellas otros tantos medios de prosperar”.

Rompamos nuestro silencio, silenciemos el atronador murmullo de la mediocridad reinante y exijamos, también exigiéndonos, la colectiva construcción de un mejor presente. Hoy se construye el futuro.

Juanmaría García Campal

Del cuaderno casi diario 

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