Opinión
OPINIÓN POR ÁGATA PIERNAS
Mirar la vida a la cara
"No cambié, sólo aprendí. Y aprender no es cambiar, es crecer". La vida no deja de sorprendernos. Si tenemos ojos, piel y sensibilidad para captar lo que nos aporta e inteligencia y capacidad de síntesis para sacar conclusiones.
10/06/2013
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CON LA TOGA PUESTA
A menudo, después de un proceso de transformación personal provocado por los cambios, más o menos radicales e intensos, que se van produciendo en nuestro caminar, nos vemos obligados a mudar de piel, a reajustar nuestra anatomía al nuevo entorno, si queremos sobrevivir.

Unos lo verifican, con intenso dolor y desgarro, en un proceso largo y doloroso que se fragua durante largo tiempo y desemboca en una metamorfosis personal y vital. Quizás a ti te haya pasado. Supone una crisis vital profunda y, si se supera con éxito, es reconstructiva y regeneradora.

Otros, como quien se muda de camisa, progresivamente cada día, van dejando parte de su antiguo ser en el suelo, sin gran duelo, pero con pequeñas transformaciones que les hacen crecer día a día. Nos pasa a todos, como quien va dejando compañeros, amistades o algún mal trabajo en el camino, para pasar a brujulear buscando nuevos pequeños horizontes. El cambio se nota con los años cuando, mirando hacia atrás y en perspectiva, podemos apreciar la evolución.

Nadie se libra, y el que diga que en su vida no hay cambios, se engaña. Pero ¿realmente estamos preparados para asumir los cambios que en nuestro alrededor se producen y nos afectan tanto en nuestro ámbito interno como externo?

Entiendo que es un problema de actitud, de permeabilidad, de receptividad.

Personalmente, veo de manera meridiana la luz al final del túnel de mi proceso de transformación personal en la fase intermedia de mi vida. Y mi metamorfosis no ha sido de las livianas precisamente. Después de grandes dosis de sufrimiento, soledad e introspección vital, he llegado a la conclusión que, lo que realmente nos hace crecer en la vida, es el aprendizaje.

Se aprende de los errores, si nos concedemos la posibilidad de cometerlos de vez en cuando. Se aprende de las personas con las que tratamos a diario, igual que ellas aprenden de nosotros. Hasta de los niños y de los animales se aprende. Se aprende de la naturaleza y sus cambios. Y de los éxitos, también se aprende: a vanagloriarnos en la intimidad y a ser humildes frente a los otros, para no endiosarnos y hacernos accesibles pues, de lo contrario, nuestro éxito no lo sería tanto, al no ser reconocido por nadie.

Se aprende de la debilidad y del aislamiento, para valorarlo como necesario en determinados momentos de nuestra vida, como algo por lo que hay que pasar a modo de dolores de parto, reflexionando en ellos  para, aprendiendo a conocer nuestras necesidades, buscar en el momento siguiente su satisfacción, o al menos intentarlo.

Se aprende que ser humano es complejo, pero sencillo y nunca imposible. Y sobre todo, se aprende que no somos los únicos a los que nos pasan cosas, que no somos el ombligo del mundo, y que en todas partes cuecen habas.

Queda opinado.

Ágata Piernas

Con la toga puesta

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