El Bierzo
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Los 'nuevos' castros de Las Médulas 
Los asentamientos de Orellán, Borrenes y El Castrelín están ya en perfecto estado de revista para el visitante tras los últimos trabajos de restauración y limpieza
V. Silván
27/10/2013 (12:14 horas)
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Los castros de Las Médulas se han lavado la cara este verano. Se han quitado de encima la maleza y han fortalecido sus muros para dar una nueva imagen a los centenares de visitantes que cada año se acercan a los yacimientos de Orellán, Borrenes y El Castrelín para conocer el origen de estos asentamientos romanos y prerromanos, tan estrechamente vinculados al trabajo en las minas de oro de este paraje Patrimonio de la Humanidad.

Los trabajos de limpieza y restauración fueron promovidos a través del convenio que mantienen la Junta y la Fundación Las Médulas, cuya secretaria, Jimena Martínez, explicó que arrancaron en los meses de verano y concluyeron entre septiembre y octubre, con un presupuesto de unos 18.000 euros. “La restauración de los castros se inserta en un proyecto más grande, un convenio de trabajo con la Consejería de Cultura que tiene como objetivo la puesta en valor general de Las Médulas”, destacó.

Y es que estos tres castros tienen una gran importancia y valor didáctico por ser representativos de cada una de las fases de ocupación de este territorio. Por ello, el equipo del arqueólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Javier Sánchez-Palencia, eligió concretamente estos yacimientos para su musealización aunque habían intervenido en muchos otros espacios castreños en la zona.

El arqueólogo de Arantigua, Rodrigo Garnelo, que ha intervenido en la restauración y limpieza de los castros de Orellán y El Castrelín de San Juan de Paluezas, apuntó que este último sería precisamente el más antiguo, un yacimiento prerromano ocupado entre el siglo III y I antes de Cristo. El siguiente sería el castro de la Corona del Cerco de Borrenes, que estaba empezando a construirse cuando llegaron los romanos y obligaron a sus pobladores a bajar al llano, quedando inacabado.

Así, el asentamiento que presenta mayores diferencias y como ejemplo de la última fase de ocupación es el de Orellán que, puntualizó Garnelo, no es realmente un castro -aunque el cerro elevado en el que se ubica se conoce como El Castro o El Nocellal- porque no tiene muralla ni otro tipo de sistema defensivo, que sería una de las características básicas. “Realmente es un asentamiento metalúrgico creado por los romanos para trabajar la minería de hierro y hacer las herramientas necesarias para la explotación de oro de Las Médulas”, aclaró.

Orellán, poblado diferente

Es un poblamiento romano, aunque sus habitantes son indígenas -procedentes de otros castros cercanos que son llevados hasta este poblado minero para trabajar el hierro-, y ya presenta “una ordenación más parecida a la concepción actual urbanismo”, explicó el arqueólogo de Arantigua, que describe un lugar de calles rectas, incluso con alguna acera, y edificaciones con estructuras cuadrangulares, que ya empiezan a incorporar también algunas divisiones interiores en habitaciones, y destinadas a diferentes usos.

“Aunque sea un poblado minero de trabajadores, ya se ven ciertas innovaciones en comparación con los otros poblados y esa es la importancia que tiene, toda la investigación se centró en ver cómo la llegada de Roma modificó todo el espacio, la ocupación, la producción y el hábitat”, insistió Garnelo, que recordó que en El Castrelín también trabajaban el hierro -en ese caso para hacer los utensilios para labrar el campo- pero de una forma menos especializada.

El castro de Orellán -datado entre los siglos I y II despues de Cristo- esta ubicado a escasos metros de una mina de hierro y las escorias de este mineral -restos que quedan tras su fundición en el forjado- salpican toda la zona, incluso en el interior de algunos espacios de habitación y también se utilizaron de relleno en las aceras. Estos elementos determinan la fuerte especialización de Orellán en labores mineras y siderúrgicas, que poco tiene que ver con el carácter autosuficiente e independiente que caracterizaba a las comunidades indígenas prerromanas.

La sociedad romana era más organizada, todo estaba sumamente planificado y cada poblado tenía su función. Así, mientras que en ese asentamiento de fabricaban las herramientas, otros estaban especializados en la agricultura y la ganadería para, precisamente, proveer de alimento a esos trabajadores. “Ahora es una producción más especializada, por ejemplo, tú vienes aquí a trabajar el hierro y tú vas a la vega a trabajan en el campo para dar de comer a esta gente que trabaja en la mina”, señaló.

En un mes

Arantigua intervino en este yacimiento y el de San Juan de Paluezas durante un mes entre agosto y septiembre. En Orellán fue necesario intensificar la limpieza de vegetación porque estaba más abandonado en ese sentido que los otros dos castros, donde se han hecho trabajos más periódicos. El siguiente paso fue la restauración de los muros, consolidarlos, mediante una técnica que, indicó Garnelo, supone “recrecer” con muro falso la construcción existente (cuya separación se marca con lajas de pizarra). De esta manera se protege el muro original y permite que el visitante visualice mejor la distribución del asentamiento.

En esta línea, Garnelo señaló que en los trabajo también han abordado la funcionalidad que podía tener cada uno de los espacios porque, apostillo, “no son todo cabañas de habitación”. Así, apuntó la existencia de lo que podría ser un almacen, ya que en su interior se encontró un silo de grano, o un taller con numerosas escorias y lo que parece ser un hogar -lugar donde se hace fuego-, aunque consideró que sería demasiado pequeño para poder utilizarse en la fundición del hierro. “Tecnológicamente no era gente muy avanzada en el trabajo del hierro porque no podían alcanzar las temperaturas necesarias, no podían hacer que se volviera líquido totalmente”, añadió.

En El Castrelín, la intervención se limitó básicamente a su limpieza porque había sido restaurado en 2011. Este asentamiento, fue ocupado desde el siglo III antes de Cristo por una comunidad campesina hasta que la llegada y los intereses de los romanos llevaron a sus desalojo y abandono, antes de que las minas de oro de Las Médulas llegasen a ser una realidad.

Imagen del recién restaurado castro de Orellán. (Foto: César Sánchez)

 

Borrenes, su muralla

Por otro lado, en el castro de Borrenes intervino la empresa Terrarqueos, que procedió a la limpieza de un graffitti en en una parte de la muralla que ya había sido reconstruida, así como la limpieza de la vegetación la consolidación de varios puntos degradados en las estructuras de habitación y, principalmente, en el muro defensivo, que es el elemento central de este asentamiento astur (siglo I a.C.) que carece casi de estructuras domésticas en la zona de intramuros y que se vincula, como recordaba Garnelo, a la destrucción violenta del poblado durante su proceso constructivo.

El sistema defensivo que preside la Corona del Cerco cuenta con un foso y una muralla que alcanza los cuatro metros de altura, con una torre o bastión cilíndrico para reforzar la defensa del poblado. Los trabajos en este yacimiento concluyeron a principios de octubre y la secretaria de la Fundación Las Médulas, Jimena Martínez, destacó que con ellos quedan cubiertas la actividades previstas para este año, el primero dentro del convenio marco que tienen con la Junta, con una vigencia de cuatro años.

Un programa anual que también ha incluido una exposición itinerante para la difusión del patrimonio cultural de Las Médulas y el proyecto de señalización de la senda de Las Valiñas, que ha supuesto la restitución de las señales en mal estado y la actualización de los contenidos con la incorporación de los datos de las nuevas investigaciones y de la información gráfica, ya obsoleta. “Ya estamos preparando las actuaciones para el próximo año”, apostilló Martínez.

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