A este cacho de carne con ojos que le dio por nacer un 18 de Diciembre de 1971, (anda que no ha llovido desde entonces, bueno, llovía, porque con el cambio climático...), ha cambiado más veces de opinión que un bipolar indeciso. Pero eso sí, lo que siempre ha tenido claro, es que hacer reír es la mejor forma de llegar al corazón de la gente y de sacar lo mejor de cada uno. Estudió automoción pues era el futuro... para algunos. Y después de pasar por innumerables empresas, es lo que tienen los contratos temporales, y de no saber tener nunca la boca cerrada, es lo que tiene abrir la boca y decir lo que uno piensa, acabó siempre en la calle.
¿Pero qué tiene este metro noventa y tres de monologuista que en tan poco tiempo sobre los escenarios se ha convertido en un cómico de altura por partida doble? Pues que después de haber pasado por cine, teatro, radio y televisión y nunca atreverse a entrar, seguía teniendo claro que el humor y la interpretación eran lo suyo.
Por eso quiso entrar en política, hasta que le advirtieron que la política era para reírse de la gente, no para hacerla reír. Así que un día se plantó delante de un micrófono y por eso ahora tiene cara de capullo, aunque está en plena floración. Por su naturaleza primaveral, Carlos se pasa el día deshojando la margarita, pero no para preguntarle si lo quieren o no lo quieren. El “del Pozo” le pregunta a la flor sobre todas aquellas dudas que nos planteamos en el día a día. Si quieres saber la respuesta, no te pierdas a este tallo con cara de capullo que llega con savia nueva.