Allí las vende a los peregrinos "o a quien le gusten" por un precio que oscila entre "los 15 euros y los 50 euros". Claro, que también se puede negociar el precio. "A más calabazas, menos precio", advierte.
Este amante del Camino de Santiago, una ruta que ha realizado hasta en cuatro ocasiones, asegura que la idea de 'fabricar' calabazas para el agua de los peregrinos nació cuando se disponía a preparar uno de sus viajes a Santiago.
"Entonces decidí hacer dos, una para un amigo que me acompañaba y otra para mí", recuerda.
Calabazas decoradas por Virgilio Fidalgo.
Una mujer fotografía a Virgilio y sus calabazas.
Por cientos
Así hizo las dos primeras, pero desde entonces (eso sucedió en 1999) las calabazas se han vendido "por cientos".
Pero el proceso de elaboración de cada una de estas calabazas 'peregrinas' no es nada sencillo. "Desde que planto la calabaza en el huerto (situado en la localidad de Antimio de Abajo) hasta que está aquí encima de la mesa para ser vendida pasan dos años", asegura.
Dos años en los que cuida que la forma de la calabaza sea la adecuada, que tenga el tamaño correcto, que sea retirada en el momento exacto, y todo ello antes de vaciarla, quemarla ("Porque hay que quemarlas", recuerda) y después decorarlas con elementos alusivos al propio camino de Santiago.
Y dependiendo del "esfuerzo que me haya llevado, el precio final".
Varias calabazas a la venta en la Plaza del Grano.
Y además, cuencos
Ha vendido tantas "que ni me acuerdo del número, pero muchas". Y junto a ellas también ha vendido cientos de "cuencos", elaborados con la parte inferior de una de las calabazas.
"El cuenco es el mejor plato que hay, desde luego en mi casa no hay más platos que estos", recuerda.
Virgilio asegura que ganarse la vida a base de calabazas es posible. "Por lo menos ahora lo que hago es devolver con creces las que me dieron de pequeño", sentencia.
Virgilio muestra un cuenco junto a sus calabazas.