Reportajes
REPORTAJE
Las andanzas y correrías del pellejero aficionado al orujo y a los prostíbulos
Genarín y sus numerosas aficiones y oficios desempeñados a lo largo de su vida dejaron para la historia leonesa anécdotas curiosas de todo tipo
Daniel San Juan/@dasajuga
16/04/2014 (17:43 horas)
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Genarín es conocido por ser un bebedor de orujo empedernido, un asiduo a los prostíbulos, y sobre todo aficionado a la buena vida. Todo el mundo sabe cómo murió y como era su estilo de vida, de bar en bar y de burdel en burdel.

A pesar de eso, el pícaro leonés tenía otras aficiones, que a lo largo de su vida han dejado una serie de anécdotas que los más mayores de ahora, y muy jóvenes de aquellas, todavía podrán recordar.

Aproximándonos a las fechas del 85 aniversario de su fatídica muerte, y en vísperas de otra celebración en su honor, conviene recordar algunas de las vivencias de este leonés, y que han marcado ese espíritu picaresco que acompaña a su persona.

Genaro, el hombre del saco

Las habladurías comentan que Genarín no era un portento de hermosura, más bien lo contrario. Pequeño, feo, tosco y algo malhumorado son los adjetivos que más se utilizan para definirle.

Tal debía de ser su aspecto, que muchas madres asustaban a sus hijos con llamar al pellejero si no se acababan la comida del plato o si se portaban mal, como si del hombre del saco se tratase.

Un buen día tres niños estaban revoltosos, y la madre amenazó con llamar a Genarín si no se portaban bien. Tuvo el destino la 'ironía' de que en ese momento el pellejero pasara por delante de la casa de dicha mujer con sus pieles, invitándole a subir, cosa a la que Genaro aceptó.

Tal fue el susto que se llevaron los críos al verle, que enmudecieron, y el más pequeño de ellos se quedó en shock al no esperar encontrarse cara a cara con el pellejero. En esta situación estaba el niño, que no se recuperaba, cuando llegó el padre de los infantes, y al ver la escena con Genarín presente, corrió a patadas al pobre Genaro hasta sacarlo de su casa y llevarlo a la comisaría.

La suerte estuvo de parte de Genarín, ya que quedó en libertad al no ver el policía delito alguno en su actuación.

Genaro, el hombre del saco de los niños y niñas leoneses.

La partida de cartas

Igual que su conocida afición al orujo, también era conocida su apego por las partidas de cartas y de dominó, donde raras veces resultaba perdedor, y donde era conocido como todo un maestro en esas lindes, no solo por su habilidad, sino por conocer todas las trampas que se podían aplicar a ambos juegos.

Un día, en horario de siesta, se enfrascó con un amigo suyo conocido como "El Boto" en una partida de tute con dos feriantes. La apuesta, conseguir llenarse el estómago con un pavo que los feriantes querían vender.

La suerte no sonreía al pellejero y a su pareja en un principio, pero llegó la buena racha y consiguieron igualar la partida, llegando al último juego. Reparto de cartas, y caras de resignación de Genarín y su compañero al ver que con sus cartas no hacían nada.

Pero, aquí entró la habilidad del pellejero, que con arte y engaños, logró ganar la partida a los dos feriantes y dar buena cuenta del jugoso pavo. Sin embargo, en el transcurso de la comida, los feriantes se fueron dando cuenta de las trampas, obligando a Genarín y a "El Boto" a salir por patas, corriendo detrás de ellos los feriantes con cuchillo en mano, y esconderse en casa de un amigo durante tres días con sus noches hasta que los feriantes desistieron de encontrarles.

El barrio de San Lorenzo, una de las paradas de Genarín en su ruta de tascas.

 La venta de la Catedral

Esta quizás es de las correrías más conocidas por el pellejero. Según se cuenta, una tarde se encontraba tomando una copina de orujo en el Bar Express, una tasca enfrente de la Catedral ya desparecida, cuando a su vista apareció un turista inglés.

Maravillado por la presencia de la Catedral leonesa, Genarín, hábil mercantil como el que más, logró convencer al despistado turista de que la Catedral era suya, y que si la quería se la vendía, a un buen precio.

Aunque no se conoce el importe del negocio, el inglés debió de aceptar, ya que se separó del pellejero en busca de una entidad bancaria donde sacar el dinero de la operación. Pero en ese momento, un cura que había estado observando con detalle la operación, frenó al inglés y le convenció para no invertir ni una peseta en tamaña empresa.

Demostrada quedó la habilidad para los negocios del pellejero leonés, aunque ningún trabajo le durase mucho, solo lo suficiente para asegurarse su ración de orujo diaria.

El desaparecido Bar Express, donde Genarín llevó a cabo la venta de la Catedral.

La incursión en la política

De todos los trabajos que desempeñó el más conocido sin duda es el de pellejero, sin embargo, sus andanzas lo llevaron a trabajar de aprendiz de barbero, de portero de burdeles, y hasta participar en campañas políticas.

Esta última la realizó para un político local, de apellido Zapico, quien le encomendaba a Genaro tres tareas, hablar bien de él durante la campaña electoral, espiar los movimientos de los otros candidatos y comprar votos de los ciudadanos.

Sin embargo, si el candidato pagaba bien, como era el caso de Zapico, tenía otra labor que realizar, reventar los mítines de los adversarios, labor ardua y peligrosa, que Genaro solo realizaría una vez.

La realizó una sola vez, ya que los partidarios del candidato rival le dieron de todo menos caricias, enviando al pobre pellejero al hospital durante una semana entera, tras la cual advirtió a Zapico de que a partir de ese momento solo reventaría globos.

Esa fue la incursión de Genarín en política, si bien no con un buen cargo, su actuación si sirvió para algo, ya que el político llego a diputado.

La Plaza del Grano en los años 20, donde Genarín empezaba su particular procesión de taberna en taberna.

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