Opinión
OPINIÓN POR LUIS ARTIGUE
La lucha leonesa  
Iban, venían, subían, bajaban pero siempre intentando coincidir. Se comían a miradas, que no a besos, porque entonces besar era un rito privado. Con sus encuentros furtivos forjaron un puente que una vez cruzaron y tuvieron seis hijos.
26/08/2014
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LA NOTICIA ILUMINADA DEL DIA
Él era cubero y ella -ahora lo llaman “sus labores”- oficiaba de columna, o algo así, ya que realmente sujetaba la casa. Trabajaron duro en aquellos años duros y entonces supieron del hambre como motor y brújula que va diseminando a las personas por el mapa. Pero sorprendentemente el hambre no les dio resentimiento sino arranque y les dotó asimismo de cierta solidaridad y empatía para con los que sufren, y eso lo conservaron siempre. 

Él había ido a los frailes, estuvo en la guerra de África, amaba los corros de lucha leonesa, leía lo que podía, era republicano y quería que sus hijos estudiaran. Ella no estaba tan instruida, creía que ser republicano consistía en no ir a misa, veía con indiferencia el deporte de la lucha leonesa debido a la certidumbre inexpresada de que carecía de energías para la épica, de la guerra sólo pensaba en los muertos, y les quería a todos ellos, y le quería a él. Oh, de los abuelos ahora me ha llegado eso, pedazos de frases a medio coser y suelo en el que apoyarme…

Su historia, que es la lucha leonesa en sí misma, se cuela hoy en mi cuaderno para que no se me olvide que todas las historias pueden ser la Historia. Desde esta biografía a vuelapluma o a partir de cualquier otra, se puede teorizar a través de la metafísica indirecta, implícita, de la ficción sobre la verdad enraizada de los deportes autóctonos, se puede hablar de guerras tan desiguales y lejanas como estúpidas, se pueden tocar temas como nuestra elitista nueva ley de inmigración y así por el estilo, pero –qué más dan las moralejas- siempre quedará un espacio para la ternura.

Al final, y después de darlo todo, ella se durmió en ese sueño no elegido mientras él, con su llanto de orujo, no dudó en seguirla lo mismo que un sonámbulo poco tiempo después –bello gesto de amor y sobre todo de costumbre-. 

Recientemente visité su vieja casa de pueblo, ahora deshabitada, y rejuvenecí mirando el columpio, en el patio. Y el pozo. Las herramientas oxidadas por un olvido lento. Entonces me dio por recordarles como si aún estuvieran por allí –dignos sobrevivientes de sí mismos- como si me escucharan. 

Al irnos y cerrar el portón de la calle –quién sabe por cuánto tiempo- la noche invernal de Grulleros nos saludó tan limpia que casi parecía poder leerse el número y el nombre de todas sus estrellas, como dice Neruda en un poema.

Entonces me propuse escribir su historia para no olvidarla. Y firmar la opinión de que en esta sociedad moderna se pondera tanto la impostura, la exterioridad, juventud, la inexperiencia, la vanidad, la pose, la tontería, la falta de alma en cualquier caso, que mirar hacia atrás empieza a ser no solamente necesario, sino acaso la única función meritoria de la literatura. ¿Todo lo narrable no se cuenta de memoria? 

Ahora, como homenaje a la lucha leonesa, dos sillas vacías en Navidad recuerdan a los abuelos. Y yo pienso de nuevo que mirar atrás con los ojos abiertos es mirar más allá, recontar huellas, hacer sincero acopio de lo nuestro y por tanto de nosotros; es poseer la capacidad de conocerse y, creo yo, de anticiparse. 

Ahora y siempre, al lado de todo lo que escribo, de mi vida,  del estrés, de lo duro, de la utopía posible y la imposible están los abuelos con su paso lento, sus pequeñas cosas, la mirada espesa que en realidad no estaba para guerras ni paces... 

Pensar en ellos al final de un relato que sugiere su vida en vez de contarla es destilar la eternidad así, día a día o grano a grano, siempre aprendiendo, y, de hecho, al evocarlos a ellos dos así la muerte parece más que nunca una interrupción estúpida… Como si alguien desenchufara la radio en medio de una canción.

Él era cubero y ella era columna. 

A mí me gusta su historia de papel de estraza porque podría ser la de todo León.  

Luis Artigue

www.luisartigue.es

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