Cartas al director
CARTAS AL DIRECTOR
La forma de elegir un alcalde no garantiza la regeneración democrática
Carlos E. Espeso de Prado
02/09/2014 (20:16 horas)
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Que nuestra democracia ha degenerado es indudable. Los casos de corrupción que proliferan en todo tipo de instituciones pública, desvelan las miserias humanas de muchos de los políticos que las gobiernan, evidencian la fragilidad de muchas leyes cuya ambigüedad facilita una interpretación tramposa e interesada por parte de los corruptos y delatan la pasividad de ciertos poderes públicos ante el incumplimiento clamoroso de las leyes. Puede que la corrupción no sea generalizada, pero es de magnitud suficiente como para que haya minado la credibilidad de nuestro sistema democrático.

Hoy se empieza a hablar de regeneración democrática, pero en virtud de quien ha tomado la palabra, del momento en que lo ha hecho y de la forma en que quiere hacerlo, es probable que solo consiga emponzoñar más la situación. Pretender que la regeneración democrática exige una nueva forma de elegir los alcaldes de nuestros Ayuntamientos parece todo un despropósito y un insulto a la inteligencia de los españoles. En la actual ley ya se contempla la proclamación de Alcalde al candidato más votado si no se alcanzan pactos de gobierno.

En democracia los problemas del sistema se resuelven con más democracia y está claro que habrá más democracia cundo haya más participación en la toma de decisiones de gobierno y no menos, cuando exista una oposición con recursos y cuando el sistema tenga instrumentos que hagan que el Alcalde que incumple la ley sea destituido del cargo automáticamente. La degeneración democrática habida en los Ayuntamientos nada tienen que ver con la forma de elegir alcaldes y si mucho con la propia Ley Reguladora de Bases de Régimen Local de 1985, que se ha incumplido sistemáticamente sin consecuencias. Hay que modificar la ley limitando las competencias del Alcalde, potenciando los órganos colegiados, Plenos y Comisiones y proporcionando recursos operativos a la oposición apara que pueda ejercer con eficacia su función de control y fiscalización de los órganos de gobierno. Todo lo demás son pantomimas.

Es cierto que nuestro modelo electoral precisa de cambios que hagan que los resultados electorales reflejen realmente la voluntad popular. Pero precisamente es en las elecciones Municipales donde mejor se refleja esa voluntad popular, con independencia de que la ley D´hondt favorezca a las candidaturas más votadas. Entonces…,¿Por qué hay que cambiar la ley electoral en el ámbito Municipal? Puro oportunismo electoralista.

Nuestra democracia es representativa puesto que el pueblo ejerce el gobierno de las instituciones a través de representantes elegidos por los ciudadanos en elecciones libres y periódicas. La práctica democrática implica que en las instituciones deben tomarse las decisiones por la mayoría de los representantes, en este caso concejales, y entre estas decisiones está la de elegir Alcalde. Ahora se nos quiere imponer por ley un Alcalde que podría estar apoyado solo por el 40% de los ciudadanos.

Un alcalde que para gobernar deberá dedicarse a alcanzar acuerdos puntuales, hoy con unos y mañana con otros, con lo que se corre el riego de entrar en el mercadeo del voto mediando intereses espurios de unos y de otros y de generar el caldo de cultivo en el que proliferan el cambalache y la corruptela. El Alcalde se acabaría convirtiendo en un tratante y el entorno institucional en un mercado donde las ilegalidades serían el pan nuestro de cada día. El riesgo de mercadeo no se elimina con la reforma que se propone.

Su mayoría absoluta le permitirá al Sr. Rajoy este disparate, pero debe tener en cuenta que con ella solo conseguirá la desestabilización de las Corporaciones Locales. La moción de censura alcanzará un protagonismo jamás conocido en los Ayuntamientos en 37 años de democracia; a no ser que el Sr. Rajoy haya pensado también en suprimir la competencia del Pleno de la Corporación de destituir al Alcalde. En fin, desafortunada iniciativa. Esperemos que se dé marcha atrás y todo quede en una sonda más del Gobierno.

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