Opinión
OPINIÓN POR LUIS ARTIGUE
La distopía
Una tetería árabe que acaban de abrir en la calle Santiesteban y Osorio
26/06/2015
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LA NOTICIA ILUMINADA DEL DIA
Acaban de abrir una sofisticada tetería de ambientación sufí y con delicias de azar y ecos de Las Mil y una Noches en la calle Santiesteban y Osorio, un rincón para el placer reposado, y este lugar entre mágico y poético me ha recordado a aquella vez que Michel Houbellecq estuvo aquí en León para recoger el Premio Leteo.

¿Y si Europa cae qué será de nosotros?

La primera novela del escritor y personaje rompedor francés MH que yo leí fue Las partículas elementales y me fascinó por su inteligencia, su cinismo, su brutalidad, su irreverencia enfermiza y casi sadiana a la hora de hablar de sexo y su desesperación. Y luego seguí leyendo con interés Plataforma y La posibilidad de una isla y comprobé que no perdía magnetismo, deslumbrante afán provocador y capacidad hipnótica, aunque cuando me ganó para siempre como lector fue con una perdurable novela de prosa brillante, conmovedora y radical titulada El mapa y el territorio…

Ahora, en la línea de la celebrada El mapa y el territorio, acaba de inquietarme poderosamente mediante su última y mejor novela, una distopía político-teológica tan inteligente como sexual que denuncia y describe el colapso de la cultura europea.

La distopía, en oposición a la utopía (lugar ideal) de Tomás Moro, es un espacio social futuro sin reglas fijas cercano al esperpento que arremete contra el yo. Y, como nos enseñan los autores clásicos que tan buenas novelas distópicas nos han regalado como Ballard, Robert A. Heinlein o el propio Philip K. Dick, lo contrario del idealismo no es el egoísmo sino la ambigüedad moral, que es lo que permite sobrevivir improvisando.

Así las cosas la distopía, subgénero literario de la ciencia ficción que propone inquietantes historias que acontecen en un mundo apocalíptico, casa bien con la religión precisamente por eso, porque la religión tiene la bíblica patente del fin del mundo con juicio final incluido.

Por eso los novelistas católicos célebres se han asomado con talento a este subgénero sacándolo, desde luego, del ámbito de la serie B.

En este sentido Señor del mundo de Robert A. Benson forma parte, a mi juicio, de las cinco grandes novelas distópicas del siglo XX junto a 1984, Un mundo feliz, La Naranja Mecánica y Fahrenheit 451. Sin embargo, aunque las obras maestras de Huxley, Orwell, Burgess y Bradbury sean equiparables en valor literario, son claramente inferiores en valor profético pues la novela-pesadilla de Benson parece que se está haciendo realidad ante nuestros propios ojos”…

Y eso mismo podríamos afirmar de la última novela Michel Houllebecq titulada SUMISIÓN (Editorial Anagrama), ficción distópica que recrea una Francia en el año 2022 en la que un partido islámico acaba de ganar por poco las elecciones generales en primera vuelta junto con la extrema derecha, y obliga a los socialistas a tener que tomar la decisión de invitar a sus votantes a que opten por votar a la Hermandad Musulmana para que no gane el Frente Nacional…

La trama de esta inquietante e iluminadora novela se focaliza en un hombre gris, anodino, andropaúsico, machista e inteligentemente aburrido que ha estudiado a un autor francés decimonónico converso al catolicismo y enseña literatura en la Sorbona.

Pero no es la transformación política del país el motor de la acción de la vida del personaje, en la cual en principio ni interviene ni casi la ve venir, sino que su motor es el sexo descrito aquí por nuestro autor con su habitual maestría descarnada.

Uno va leyendo esta novela titulada SUMISIÓN y, aunque pareciera que el título remite obviamente al significado árabe de la palabra Islam, sumisión, palabra de alto e integrador contenido teológico, pronto va asistiendo al devenir del personaje rendido a su nomadismo sexual –se acuesta con alumnas por rutina sin implicarse con ninguna ni con nadie ni con nada hasta que la vida le pone cerca a otras personas ante las cuales procura no cambiar de pauta- y así notamos que ese título tiene también en esta historia un componente psicoanalítico en la vertiente del psicoanálisis más sexual, el de Freud y Lacan…. Sexo con fantasías de dominación… Introducción de la religión de modo sutil pero imparable en la sociedad civil por medio de la educación y los medios de comunicación en detrimento del tradicional racionalismo cartesiano y la laico francés, de modo tal que cambia la posición política del país en torno a la cuestión palestina y el Estado de Israel, y La Sorbona se llena de profesores conversos al Islam que suben más rápido en el escalafón académico y hasta nombran a un rector propalestino, y empieza una especie de boicot a los estudiantes israelíes, y los judíos emigran, y no sólo la sociedad sino también los referentes políticos de la sociedad se transforman… Los profesores de la Sorbona, por ejemplo, se ven obligados a convertirse o a aceptar una generosa jubilación, y las estudiantes comienzan a usar el velo… Y el título SUMISIÓN nos empieza a parecer ya no algo religioso ni sexual, o no sólo eso, sino también y sobre todo el santo y seña de esta novela sobre todo política; sobre todo ideológicamente concienciadora como toda distopia alegórica que parece estar hablando sobre el futuro pero habla sobre el presente…

Mientras avanza la trama, la transformación rápida del país y lenta del personaje, el lector se va sorprendiendo con la reacción de la sociedad y sobre todo de las élites frente a tal “invasión”.

Sin embargo el protagonista, enfrascado en conversaciones inteligentes, en rutinas docentes y sexuales, en descreimiento, y en no implicación, forma a la vez parte de todo esto y de nada de esto. Los islamistas se van haciendo con la educación, el ejército, los bancos y los medios de comunicación, y la respuesta de las élites es una especie de ironía indolente o hasta condescendiente, y la respuesta de nuestro personaje es el sexo como evasión. Dice por ejemplo: “el amor en el hombre no es más que agradecimiento por el placer que se le ha dado y nunca nadir me había dado tanto placer como M.”…. Y justifica su alejamiento teórico de todo, su no implicación, con razonamientos como “yo no correspondo exactamente a ningún perfil de consumidor inventariado, eso es todo”….

En verdad, y además del enciclopédico pero no explícito sino implícito conocimiento del autor sobre historia, historia de la filosofía e historia de la literatura, una de las características más brillantes de la prosa de esta novela es el psicologismo sutil.

El sexo –nos hace preguntarnos el autor- hace avanzar la acción para el protagonista y la política hace avanzar la acción para el país, ¿la política es el sexo de los pueblos?

Pero cuando las reglas cambian uno no puede hacer lo mismo de siempre pues así no se sobrevive.

Tras la llegada al poder de la Hermandad Musulmana, supuestamente un partido moderado y tolerante que asegura que es su intención proteger a las tres «religiones del libro», pronto se ve que todo era una estrategia para hacerse con el país. De hecho en principio la Hermandad Musulmana resulta bastante generosa con la Iglesia Católica (no tanto con los judíos, como ya hemos señalado, que discretamente comienzan a abandonar el país). Pero pronto su gobierno apuesta por el patriarcado, defiende que el lugar de la mujer está en el hogar cuidando a los hijos, instituye la poligamia y exige que todos los docentes se conviertan al islam…

Llega un momento en que uno debe decidir si toma partido a favor o en contra. ¿Se convertirá nuestro anodino y descreído y gris personaje al Islam para escalar socialmente y ser alguien o por el contrario ejercerá según sus convicciones en disidente y se integrará en la resistencia?

Para saberlo les recomiendo la lectura de esta novela prospectiva con prosa magnética y repleta de momentos brillantes que no les dejará indiferentes….

Por favor, otro té moruno con pastelillos de Al-Ándalus.

Luis Artigue
www.luisartigue.es 

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