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REPORTAJE
Fortaleza en venta
Eduardo Gil Lang vende por tres millones su 'vivienda' del S.XIV, un castillo en Lezana de Mena que combina esencia medieval y comodidades tecnológicas
Juan López
19/04/2014 (12:28 horas)
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Atravesar el arco de acceso al castillo de los Velasco, en Lezana de Mena (Burgos), es adentrarse al medievo. Una vez en su interior, a pesar de los muros de metro y medio que separan las estancias y la decoración de las paredes, que recuerda a siglos pasados, la modernidad irrumpe. Se asoma a través de internet, un ascensor, un sistema de aspiración para facilitar la limpieza de una edificación de hace más de 650 años, así como energía geotérmica para templar el agua y calentar la peculiar vivienda mediante calefacción que irradia calor desde el suelo, un sistema hecho a medida en Bélgica que ahorra hasta un 70 por ciento en relación al gasóleo, pero apenas utilizado en España, por puro desconocimiento.

Por razones singulares, ajenas a la crisis, ahora está en venta. Tres millones de euros tendrán la culpa del traspaso de una finca con castillo, patio de armas con piscina y torre del homenaje, la joya de la corona. Así vive en la actualidad Eduardo Gil Lang, el vigésimo primer señor del castillo, un bilbaíno con antepasados británicos y austrohúngaros que ha decidido poner fin a su estancia en esta fortaleza del norte burgalés, donde vive desde 2009, tras realizar una importante inversión en la restauración. Incluso ha creado una página web, www.castilloenventa.es, para facilitar su conocimiento.

“Es un mercado muy goloso, aunque muy reducido”, asevera confiado de venderlo, dado que ha recibido numerosas consultas. Y es que a su favor cuenta con la espectacularidad del edificio, que compacta perfectamente con el paisaje, en un emplazamiento donde nace el río Cadagua y en un recodo formado por los montes de la Peña.

Todo ello es una maravilla visible para el ojo humano desde el adarve, motivo por el cual la fortaleza sirvió también como infraestructura militar y disuasoria, al controlar un punto estratégico por el que se cobraba “el peaje de la época”. Desde allí se defendió en la Edad Media el Paso de La Magdalena y se cobraban diezmos a quien lo atravesaba.

Volver el medievo

El tiempo en invierno en la zona norte de Burgos contribuye a imaginar el salto al pasado. Remolinos de viento en el patio de armas provocan silbidos con ciertos adornos y obligan a resguardarse, por ejemplo, en la cuadra de caballos, donde en la actualidad se echa en falta a los equinos en una sala aprovechada para colocar madera y la propia caldera geotérmica junto al ascensor. Siempre detrás de su amo, dos pastores blancos suizos hacen guardia.

Gil Lang relata que, como si de un castillo británico se tratara, jabalíes y corzos pastan casi a diario en la finca. Todo ello es visible desde el puente levadizo, en el primer piso, donde a cada paso coba vida un entorno mágico, en un escenario de película que conduce al obnubilado visitante hacia el interior de la torre del homenaje.

Destacan la chimenea, una de las mejores conservadas de los castillos españoles, y las gruesas vigas, algunas de hasta 13 metros de longitud que atraviesan literalmente las estancias. Grandes lanzas de madera, tratadas para evitar su deterioro, obligan a agacharse en ciertos habitáculos, pero potencian aún más el típico ambiente medieval. “Me he gastado mucho dinero para dejarlo todo así. La gente me decía que estaba loco”, asevera entre risas, para recordar que toda la madera utilizada es de roble del bosque cercano, también incluido de la finca.

Cinco metros de altura separan cada planta, para un total de 20 de altura de la torre. Entre pisos y en los pequeños y escasos ventanales que dan a la calle, las protagonistas son aves disecadas. A primera vista pueden asustar, pero el trabajo del taxidermista es admirable. “No soy cazador, pero me parecen increíbles”, relata Gil Lang.

Junto a ellas, vitrinas que guardan y esconden legajos, primeras ediciones de fueros, antiguas limpiezas de sangre, medallas, diversas condecoraciones, grandes cruces de sus antepasados y diversas monedas conmemorativas. Se enciende una luz interior a cada paso. Un diccionario de 1780, de los primeros que se publicaron en España, destaca en una vitrina como si del Santo Grial se tratara. Pero Gil Lang señala orgulloso con el dedo un documento, protegido como oro en paño, en el que podría confirmarse que un antepasado suyo fuera familia del Cid Campeador. Reza así: “Alfhonso o Alonso, que todo es uno, Antolínez de Burgos, que deriva de Fernán Alonso, hijo de Fernán Laynez, y hermano del valeroso Rodrigo Díaz de Vivar, llamado el 'Zid'”.

Méritos a una restauración

Mucho tiempo después, durante la guerra civil, el castillo de Los Velasco estuvo habitado y a partir de ahí ya sólo se utilizó como cuadras para caballos, hasta que comenzó su restauración a principios de este siglo. La rehabilitación ha sido de tal calibre, subraya, que la Junta lo ha reconocido como una de las fortalezas mejor conservadas. Además, en 2006 le entregaron la Medalla de Bronce por la restauración exterior. Para hacerse una idea de la relevancia de este galardón, el Alcázar de Segovia obtuvo la de Oro en aquella edición.

En plantas superiores, su propietario anima a adquirir una infraestructura con habitaciones peculiares, pero comunes a un castillo. “La conocida como de 'la princesita' es la más especial, porque la alcoba tiene una ventana hacia el salón principal desde el que se podía vigilar”, señala.

Gil Lang describe algunas de las mejoras implementadas en la restauración de la fortaleza, que ha realizado junto a Marcelo, su inseparable empleado, que conoce cada rincón del castillo. “Él ha hecho casi todas las puertas. Está todo hecho a capricho”, subraya el propietario, quien aplaude la labor de su trabajador, a quien compara con un artesano por su esmero en la 'vivienda'. 

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